Quizá Pedro Sánchez haya conseguido «dormir tranquilo» a pesar de los nervios que le provocaba su coalición con Podemos. Pero con su decisión, adelantada por EL MUNDO, de colocar a Pablo Iglesias en el órgano que controla al CNI, la intranquilidad se ha instalado en buena parte del Gobierno y en esferas del Estado tan sensibles como las cúpulas de las fuerzas policiales y del ejército o entre los integrantes del mismo Centro Nacional de Inteligencia.
Como hoy publicamos, pocos en Moncloa y casi nadie relacionado con la Seguridad de España entiende una decisión tan arbitraria e imprudente del presidente del Gobierno, que amenaza además con provocar tensiones con los órganos de Inteligencia de otros países socios de la OTAN y, en especial, de Estados Unidos.
Y llueve sobre mojado. Porque la desconfianza de Washington se ha disparado después de inexplicables movimientos por parte del Ejecutivo español como el giro en la relación bilateral con la dictadura venezolana y el incumplimiento prevaricador de las sanciones impuestas por la UE a los prebostes chavistas, como se ha visto con el viaje de Delcy Rodríguez a Madrid.
El intercambio de datos especialmente sensibles de seguridad, defensa, economía o geopolítica solo fluye cuando la confianza entre estados aliados es plena. Sánchez es consciente de que Podemos no solo no la infunde, sino que entre nuestros socios internacionales su integración en el Gobierno genera recelos.
Por eso el presidente tuvo que esforzarse en la cumbre de Davos en convencer a sus interlocutores de que la formación morada iba a ser inofensiva en cuestiones económicas. Y por eso también, con ánimos de infundir calma, diseñó un Ejecutivo en el que Podemos quedaba fuera de todos los ministerios llamados de Estado, como Interior, Defensa o Economía.
Ese cinturón de seguridad en torno a Iglesias salta por los aires al meterle en la comisión donde se accede a los llamados secretos de Estado, que exigen a quienes participan de ellos una discreción, responsabilidad y altura de miras de las que estos años no han dado muestras los líderes morados, antes al contrario. Como apuntan fuentes de Inteligencia a este periódico, «es como poner al zorro al cuidado de las gallinas».
Debe explicarse si este paso forma parte de acuerdos ocultos en la negociación para la coalición. Recuérdese que Iglesias ya exigió controlar el CNI en la negociación fallida para investir a Sánchez en 2016. No es baladí modificar la Ley reguladora de este organismo para colar como miembro permanente de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia a un vicepresidente que, sobre el papel, solo tiene competencias sociales.
Que Podemos, que lleva años arremetiendo contra las actuaciones de las fuerzas de Seguridad y que tiene intereses tan opacos en países como Irán o Venezuela, vaya a espiar a los superespías del Estado invita a echarse a temblar.
El Mundo
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