Andaba la otra noche zapeando cadenas de TV en busca de la retransmisión en directo de las coplas del concurso de agrupaciones del Carnaval de Cádiz, cada vez más exaltador del poder de Madrid y menos crítico con los políticos socialistas, ultraizquierdistas y separatistas, cuando me encontré en negro (vamos, en subsahariano o afroamericano, paro que no me acusen de incorrección política), el espacio donde tengo sintonizado Canal Sur TV.
Pensé lo que hubiera hecho usted: que ya habían empezado a aplicar esa reasignación de frecuencias de TDT que se anuncia para antes de junio en toda España, para ganancia de antenistas y desesperación de comunidades de vecinos.
Pero no era que ya hubiera cambiado el canal de TDT asignado a la TV andaluza, sino que se trataba de una huelga de emisión, promovida por los sindicatos, en demanda de más contrataciones y, naturalmente, en protesta contra el Gobierno del Cambio en la Junta de Andalucía. Sintomático.
En casi cuarenta años de Régimen del PSOE en la Junta, no ha habido ninguna pantalla en negro ni huelga contra el gobierno regional en la cadena autonómica y ha bastado poco más de un año de PP y Ciudadanos en el poder para que las pantallas, en protesta, se pongan como el carbón.
Si era a la hora de los telediarios, supongo que pocos espectadores se darían cuenta de este apagón en negro como protesta. Porque vengo observando que cada vez se ven menos telediarios en España. Yo diría que por recomendación médica.
Porque tal como están las cosas, las noticias de cada día deben de subir el colesterol y la tensión arterial, con tanto disgusto como te encuentras en los informativos de las amañadas televisiones, adictas a Sánchez casi todas, con la excepción de la Trece, donde sus valientes tertulianos cantan las verdades del barquero que nadie dice en el resto del espectro televisivo.
Pones el telediario, y nada digo La Sexta, y viendo las locuras y mentiras del Gobierno te llevas un disgusto más que ayer, pero menos que mañana. De ahí que cada vez la gente pase de telediario, pase de información, y observo que comienza a pasar también de cuanto incomprensible hace este Gobierno, que siempre tiene una razón final: que Sánchez se mantenga en el poder al precio que sea.
La gente empieza a estar convencida de que tanto España como su propio PSOE le importan una higa: lo que quiere es mantenerse en el poder al precio que sea. Aunque sean las mentiras enchampeladas de Ábalos sobre el «Delcygate», que ya hay que echarle imaginación a inventarse una mentira nueva cada día. O aunque ese precio sea la concesión al gobierno autonómico vasco lo que ningún gobierno anterior, fuera del signo que fuese, se había atrevido: romper la Caja Única de la Seguridad Social.
Y lo que nos quedará por ver. O por no ver. Porque la desazonada derecha que votó al PP, a Ciudadanos o a Vox cada vez da más el cante por La Piquer: «Que no me quiero enterar,/no me lo cuentes, vecina». El «Desencanto» que siguió a la terminación de la Transición se queda en nada ante este desfondamiento de la confianza en el propio sistema político sin separación de poderes, que es lo más peligroso.
La cosa está mal, piensan cada vez más españoles, pero peor que se va a poner. Que se buscan su autodefensa con la indiferencia ante cuanto perpetra el Gobierno cada día. Sí, he dicho «perpetra», ¿passssa algo? Cada martes, tras el Consejo de Ministros, cuando informa la portavoz María Jesús Montero, es un terror superior al de la semana pasada.
Sí, ya sé que es una temeridad dejar algo tan importante como España en estas manos y lavárselas como Pilatos, desentendiéndose de la realidad, como cada vez hace más gente. Que piensan que para disgustos, los mínimos. Así que cada cual ha hecho su propio apagón por su cuenta, a la vista de los horrores presentes. Y de los que nos esperan.
Antonio Burgos ( ABC )
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