Delcy Rodríguez ha venido a España para trasladar un mensaje: el de que sus intereses no pueden ser puestos en duda. Y menos, por aquellos que pactan con sus tradicionales aliados: con Podemos. La vicepresidenta de Venezuela y mano derecha de Nicolás Maduro tenía que hacer saber que la cercanía y confianza de su régimen con el partido de Pablo Iglesias es tal y como parece. Y que, por lo tanto, si el PSOE pretende utilizar parte de la información que está aflorando sobre los pagos de Venezuela, Bolivia, Ecuador o Uruguay a Podemos para beneficio propio y para acabar apartando al partido morado, la reacción por parte de Venezuela no se hará esperar.
No se trataba de un mensaje de cortesía ni mucho menos. No se trataba, tampoco, de hacer llegar ningún comunicado de buenas intenciones. Al revés, se trataba de informar de que, de igual modo que de Caracas pueden salir datos sobre ingresos de los fundadores de Podemos, también pueden salir de otras personas que en el pasado han tenido contacto con Venezuela. Y datos que, a lo mejor, a los socialistas no les sirven para su cometido.
Venezuela no está tranquila con la evolución de Pedro Sánchez. Es verdad que el presidente español ha pactado con Podemos, un partido en el que se encuentra buena parte de las personas que colaboraron activamente con el chavismo en su época en la Fundación CEPS. Colaboraron y cobraron.
Las visitas a Venezuela, Ecuador o Bolivia de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa o Íñigo Errejón fueron habituales de la mano de esta fundación. Y su implicación en el apoyo al populismo ha sido más que notoria. Y todo ello está siendo ya investigado por el Tribunal Supremo de Venezuela en el exilio, por la Fiscalía de Bolivia y hasta se ha presentado ya por parte de Vox una denuncia por la financiación de Podemos ante la Fiscalía Anticorrupción.
El propio PSOE ha incorporado a su programa buena parte de las exigencias de gasto y políticas de Podemos. Pero eso no es suficiente para Venezuela ni para Delcy Rodríguez.
Las pasadas Navidades registraron un intento de entrada de agentes españoles en la residencia de la embajadora mexicana en La Paz. El objetivo era el de sacar a dos ex ministros de Evo Morales de ese refugio -donde se habían cobijado para eludir la acción de la Justicia boliviana-. Los dos en cuestión eran los ex ministros Quintana y Arce (de Presidencia y Justicia), y ayudarle a salir de su refugio sin ser entregados a la Justicia de Bolivia es algo que va en contra de los intereses de este país y de EEUU, que analizan el papel de ambos en la narcodictadura boliviana.
Pero desde Venezuela observaron el capítulo con más escepticismo que el que muchos valoraron en un primer momento. Esa intentona de entrada evidentemente buscaba hacer un favor inmediato a Podemos porque tanto Quintana como Arce tienen información sobre los pagos realizados por Evo Morales a la formación morada. Pero Maduro no tiene tan claro que la pretendida incursión de agentes españoles no buscase un segundo objetivo: quedarse con la información que puede hacer daño a Podemos para usarla por los socialistas en el momento en el que ya no sea tan necesario Pablo Iglesias -con la Ley de Presupuestos ya aprobada y constatada la obvia imposibilidad casi absoluta de que pueda triunfar una moción de censura contra Pedro Sánchez-.
Y Delcy Rodríguez ha preferido decir en primera persona al Gobierno que espera que eso no ocurra, que no haya fuego ‘amigo’ contra Podemos. Y que, en caso contrario, el régimen de Maduro también podrá sacar determinada información que puede tener de operaciones pasadas o adoptar determinadas respuestas.
La vicepresidenta del dictador populista también quería recordar un segundo punto: que no aceptan el reconocimiento por España de Juan Guaidó como presidente de Venezuela y que, por lo tanto, esperaban en ese momento que Sánchez cumpliese con lo dicho: que no habría recepción a Guaidó con el protocolo debido a un presidente. Tal y como ha ocurrido.
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