Los Alcázares (Murcia) sufrió tres inundaciones en tres años. Este año dos, la de septiembre fue la más grave, resultando afectados otros tantos municipios de la Región y colindantes.
La de diciembre afectó solamente a una parte de este pueblo, pero los vecinos ya se hartaron: unos 200 salieron y cortaron la autovía AP-7 en ambos sentidos. No les importaban las posibles denuncias por no tener una manifestación autorizada – estaban ya más que hartos y exigían soluciones. Aunque les denuncien.
Dicho sea de paso, no sabemos cuántos de los CDR fueron denunciados en sus cortes de todo tipo de carreteras y vías en Cataluña. Estando vinculadas a las mismas hasta los familiares directos de Torra.
Aquí y ahora, en cambio, no se inunda un pueblo: aquí se hunde un país. Tenemos mucha información respecto a lo que pasa, pero sin embargo apenas hay reacción ni acción. Las calles deberían estar saturadas ante semejante traición que presenciamos; no obstante, parece que necesitamos más palos para despertar.
Cuando un país se fragmenta, las consecuencias fácilmente pueden ser terribles. Tal vez la única separación no traumática que conozco fue la de República Checa y Eslovaca, que se separaron sin un tiro, y sin siquiera subir la voz. Pero Checoslovaquia fue un país resultante de los trazados arbitrarios de los vencedores de la primera guerra mundial, y no tiene un punto de comparación con la realidad española.
Un país cuya unidad se forjó orgánicamente por la unión de sus regiones y pueblos durante siglos, bajo paraguas de la evangelización que arrancó muy probablemente con el mismo San Pablo y Santiago, y la posterior defensa frente a los autoinvitados durante casi ocho siglos.
¿Qué tiene que ver eso con por ejemplo desmembramiento de Yugoslavia, cuya existencia problemática de 70 años testimonia tensiones muy graves ya antes de la segunda guerra mundial, luego una guerra civil dentro de la misma guerra, y luego la dictadura comunista de 45 años? ¿Qué tiene que ver eso con España?
Pues nada, eso es lo que tiene que ver. Sin embargo, ahora mismo está ocurriendo un fenómeno interesante como incomprensible en Croacia, al menos por parte de un segmento importante de la población. Recientemente hizo por Croacia actuación musical una conocida cantante-icono de los serbios, “Lepa Brena” (podríamos traducir como “Brena la Guapetona”), que especialmente durante los años 80 del siglo pasado promovía en sus actuaciones, entre otras cosas, la unidad de Yugoslavia.
Los asistentes al concierto fueron a rebosar, y el mismo provocó entusiasmo entre no pocos croatas. ¿Pero cómo podéis consentir eso, después de una guerra de independencia contra Serbia, les recriminaba otra parte de la población? El argumento de los fans de Brena fue que ni en Yugoslavia abandonó el país tantos croatas como ahora con la independencia, que no resultó serlo. Porque Croacia ni es de cerca tan independiente, soberana y resistente al globalismo y dictados de Bruselas, como por ejemplo Hungría o Eslovaquia. Se cambió una dependencia por otra si cabe peor.
Así responden. Y repito, Yugoslavia con España no tiene un punto de comparación. Dónde sí va a tener comparación es en cosas malas, si España se rompe, como todo indica que vamos en esa dirección. Alguien quiere – deduzco de los efectos – que Europa entera sea un conjunto de chicharros federados gobernados desde despachos inaccesibles. Perdiendo la voz de la nación, España y sus pueblos serán una merienda fácil para los que le importa España un bledo.
Bien, los efectos y consecuencias me imagino que muchos pueden ser conscientes de los mismos. ¿Pero cuál es la reacción, dónde está? No la veo, no en la suficiente medida. Repito, es la gente, ante la catástrofe que se avecina, la que tiene que levantar decididamente su voz en contra de este sinsentido.
VOX, en principio, es el que tiene más capacidad de convocatoria. ¿Y dónde está? Me imagino que si ven que las asociaciones y grupos y partidos patrióticos tomas la delantera, tampoco ellos se quedarán en casa, saldrán a reclamar la unidad de España.
Los españoles en el pasado han mostrado ser un pueblo que sabía sorprender. Cuando todo parecía perdido, ellos sabían cambiar el curso de la historia que parecía inminente e invariable. ¿Lo sabrán ahora? No quiero apagar mi esperanza.
¡ Fuenteovejuna, despierta !
Milenko Bernadic ( El Correo de Madrid )
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