CONTUMACIA
Dos de los peores rasgos de la cultura política que rodea a Sánchez son su desprecio a la verdad y su pésima relación con la coherencia. Pésimo, pero demostrable. En las Generales de 2015, calificó su resultado de noventa escaños como éxito histórico.
Y a partir de ahí, en cascada, se ha deslizado por las prácticas menos ejemplares del juego político y por el uso, y abuso, del poder. Ha quebrado la neutralidad de las instituciones públicas y ha provocado el desprestigio de instancias tan notables, y hasta ahora imparciales, como el Tribunal Supremo.
Ayer dio un paso más al contaminar a la Fiscalía General del Estado. Mientras, sigue manteniendo ese escandaloso silencio acerca de entenderse o no con los sediciosos catalanes. Cuando se alaba su resistencia, se confunde con la contumacia que representa y significa la perseverancia en el error.
En todo caso, la perseverancia es muy loable en muchos órdenes de la vida, pero nunca aplicada de forma indigna. Aún menos cuando, con ese apego a los oropeles del poder, colocas a tu país al borde del precipicio.
El Astrolabio ( ABC )
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