TODOS HACEMOS POLÍTICA
Los políticos creen que la política es la acción que ellos desarrollan, y están errados, a veces con hache, porque el hombre es un “zoon politikón” y no necesita un acta de diputado, un sueldo público ni tampoco un coche oficial para ejercer su actividad participativa y decisiva en ese ámbito.
Estos días están haciendo política el gobierno de Sánchez, el de Torra, sus amigos que incendian calles y coches en Cataluña, la oposición, los ciudadanos que protestan por esa violencia, los curas independentistas que bendicen a los incendiarios e incluso hasta las putas que le niegan sus servicios a quien no lleve tatuado un lazo amarillo en el pene.
La política es la acción participativa de los ciudadanos en los asuntos públicos y sociales, y por eso cuando Pablo Iglesias dice en medio de este carajal de desórdenes, hogueras, pedradas y agresiones, que todo esto se arreglaría si “se hiciese política”, está dando a entender que un apaño entre profesionales de la cosa, aunque se conculquen derechos de terceros, arreglaría el problema dejando que se celebre un referéndum y que los independentistas se queden con Cataluña para ellos solos, cuando es de todos, aunque hagan trampas en el resultado.
La política es también lo que hacen los hombres y mujeres que defienden sus derechos ante un gobierno que jalea y ampara el delito, pero sobre todo es el respeto a la ley aunque en Cataluña se esté conculcando la Constitución permanentemente desde un ejecutivo en el que hay delincuentes confesos y contumaces.
La política es algo más digno que la labor que a veces realizan los electos en las listas cerradas de los partidos porque no consiste solo en introducir una papeleta en una urna cada cuatro años. Es un derecho inalienable de los ciudadanos que no deben tener límites en la expresión de sus deseos y aspiraciones, a cambio de que acepten las normas establecidas y vigentes para conseguirlos.
Por eso en democracia la política está en manos de los hombres y mujeres que deciden cambiar gobiernos o revalidar su confianza en el que está vigente porque estiman que merece esa confianza o por el contrario creen que son unos defraudadores de confianza.
Es evidente que se puede hacer buena o mala política: con la palabra o inspirando la violencia callejera; con la verdad o con la mentira; con dignidad o de forma miserable; amparándose en la ley o conculcándola; como la hizo Adolfo Suárez o como pretendió hacerla Tejero; con la Constitución en la mano o desde las barricadas jaleados por un delincuente que se sienta en el Palau de la Generalitat.
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