lunes, 21 de octubre de 2019

Santiago Vila: "Se constata que Torra no es un político, es un activista"

El que fuera consejero del Govern con Mas y Puigdemont, condenado por el Supremo, califica la sentencia de "desproporcionada"
El ex consejero catalán de Empresa y Conocimiento, Santiago Vila, en un momento de la entrevista a EL MUNDO, en Barcelona

Santiago Vila (Granollers, Barcelona, 1973) fue consejero de la Generalitat de Cataluña con Artur Mas y, posteriormente, con Carles Puigdemont. Ahora se encuentra inhabilitado para cualquier cargo público por sentencia del Tribunal Supremo. Sin embargo, es uno de los hombres que con su testimonio ha contribuido a crear la verdad judicial de aquello que se denominó el procés.
En una extensa conversación con EL MUNDO, nos cuenta que tras el éxito de su primer libro, De héroes y traidores. El dilema de Cataluña o los diez errores del procés, prepara una segunda entrega que fue escribiendo por las noches durante los cuatro meses que fue juzgado por el tribunal presidido por Manuel Marchena. En el nuevo libro contará cómo fue su paso por el banquillo de los acusados y cómo cree que puede solucionarse el conflicto catalán.
¿Fue el 'procés' una ensoñación?
Yo no hablaría de ensoñación. Hablaría de una reacción política, a veces racional, a veces excesivamente emocional, fruto de una serie de decisiones políticas y jurídicas que tuvieron consecuencias y un impacto directo en Cataluña. Por ejemplo, la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña o la inexistencia de ninguna propuesta alternativa a las reivindicaciones catalanas, como mínimo desde 2010.
¿Fue todo un engaño?, ¿engañaron a los catalanes?
Yo no hablaría de engaño en ningún modo. Hablaría, seguramente, de un proceso con muchos errores cometidos y que debería haberse gestionado de forma muy distinta.
¿Qué le ha parecido la sentencia?
Muy dura y seguramente injusta por desproporcionada, por excesivamente gravosa. La condena sobre los Jordis -nueve años de cárcel- o sobre Oriol Junqueras -con penas de 13 años de prisión- encarna una contradicción. La propia sentencia subraya que, en definitiva, esta movilización, este movimiento, tensó la cuerda, pero con el propósito de no romperla. Y, sin embargo, las condenas que se imponen son propias de una cuerda que se ha roto.
¿No cree que tensaron demasiado la cuerda?
Sin duda, sin duda. Y debemos ser todos críticos y autocríticos. Pero debemos ser críticos y autocríticos por las decisiones que se tomaron en Cataluña y también por las decisiones que no se tomaron en Madrid. La propia sentencia hace referencia a la elusión de responsabilidades por parte de algunos actores políticos que debieron haber acometido su responsabilidad traspasando al ámbito de la justicia. Los sueños de un país se recogen en su Constitución y sus demonios en el Código Penal. Cuando en un conflicto político, los políticos eluden su responsabilidad y traspasan esta responsabilidad al Código Penal y a los jueces, inevitablemente, la respuesta es dura. Y la respuesta no ayuda a resolver nada.
¿Usted cree que lo que sucedió en septiembre y en octubre de 2017 tenía que haber quedado sin una respuesta penal?
No digo que no tuviera que tener respuesta penal. Digo que nunca se tenía que haber llegado a aquel extremo. Y para que no se hubiera llegado al extremo, la política debió haber sido mucho más audaz, mucho más valiente.
¿Cómo ha vivido todo este proceso judicial?
Pues con una tristeza enorme, porque hemos vuelto a tropezar cuando España vive uno de sus mejores momentos de la Historia y también Cataluña. Justo cuando los niveles de bienestar, de progreso, de libertades han alcanzado una de sus mayores cotas, ¿cómo puede ser que hayamos vuelto a tropezar? ¿No será que somos incapaces de hacer de la diversidad también identitaria un valor y de nuevo hacemos de esta diversidad un problema? Yo quiero pensar que esto es resoluble. Creo que algunos de mis compañeros a lo máximo merecerían el reproche político, pero no reproche penal y, menos aún, con la privación de libertad.
¿Se siente satisfecho de que, en cierto modo, el Supremo haya dado credibilidad a su testimonio?
Me siento reconfortado y agradecido porque mis abogados y yo mismo intentamos no sólo defender, defenderme de las acusaciones que caían sobre mi cabeza, sino también comprometerme en justificar algunas de las decisiones que habían tomado mis compañeros y por las que ni tan siquiera yo era acusado. Me parecía honesto intentar explicar cómo vivimos aquellas semanas, por qué tomamos unas decisiones y no otras.
Ahora que habla de sus compañeros, usted sabrá que ha sido visto por ellos como un traidor. ¿Cómo han sido sus relaciones con sus compañeros a lo largo de esos cuatro meses de juicio en el Tribunal Supremo?
Creo que mi relación con el resto de compañeros inflexionó a partir de mi declaración. Algunos imaginaron que mi testimonio podría ser incriminatorio, cuando vieron que fue justo lo contrario, cambiaron nuestras relaciones. Creo que acabamos la vista oral emocionalmente mucho más próximos y mucho más empáticos de lo que la habíamos empezado.
¿Cómo se soluciona la fractura que hay dentro la sociedad catalana y la ruptura entre el independentismo y el resto de España?
En primer lugar, tenemos que conseguir desinflamar, destensar, volver a conseguir que impere la razón y no la emoción. Para conseguirlo, yo creo que tener políticos en la cárcel no ayuda y, por lo tanto, será muy difícil que esta herida que está sangrando, como estamos viendo estos días en Barcelona, se supere si tenemos políticos en la cárcel. Es evidente que después de las elecciones en Madrid deberá haber elecciones en Cataluña que permitan a los ciudadanos confirmar o a revocar algunos de los planteamientos políticos que se están haciendo ahora y que creo que no tienen la autoridad moral y política suficiente para hacerse.
¿Qué se debe hacer para resolver el conflicto?
Hay que transitar de las buenas palabras a la negociación rigurosa. No ha existido. Si somos honestos hay que admitir que, desde el punto de vista del conflicto catalán, desde 2010 nadie ha estado en condiciones de pasar de las palabras amables. Eso habrá que hacerlo. Yo entiendo, comprendí y empaticé muchísimo con el Gobierno de Rajoy cuando en 2017 nos dijo en público y en privado que no se daban las condiciones de confianza para abrir una negociación. Ahora, por parte del Gobierno de España, hay que coger el toro por los cuernos y afrontar este tema en serio, no sólo desde la retórica o desde el interés partidista.
Pero algunos de sus compañeros dijeron en la última palabra del juicio: "Lo volveremos a hacer".
Creo que hay que interpretar distintas variantes de "lo volveremos a hacer". Hay una que reivindica el papel ciudadano en democracia como un papel que va mucho más allá de participar de las elecciones, aunque sean anuales, como pasa en España. En consecuencia, Jordi Cuixart creo que reivindica su derecho a volver a manifestarse, a volver a protestar, a volver a ejercer la ciudadanía activamente con ese "lo volveremos a hacer."
Cuénteme qué pasó en las horas previas a su dimisión, cuando ya sabía que el Govern iba hacia la vía unilateral...
Sucedió que los sectores que seguramente estaban más cercanos a las dinámicas de partido, que estaban más condicionados por el ruido de Twitter, de las redes sociales, que los sectores más incapacitados para estar serenos, pues se dejaron llevar por la corriente y las llamadas a la serenidad, a echar el freno, se frustraron. En consecuencia, se nos llevó la ley por delante. Una pena, porque creo que tanto en el Gobierno de España como el Gobierno de la Generalitat el sentimiento mayoritario era intentar evitar el choque institucional. Me jugué la carrera y la perdí por intentar evitar ese choque. A pesar de todo, no hubo suficiente coraje, suficiente músculo político para, por un lado, por parte del Gobierno de Madrid, enviar un mensaje balsámico que ayudara a empoderar a los moderados. Los políticos, en privado, deben poder llegar a acuerdos y con la palabra dada en privado debe ser suficiente. Esto no se daba y, por lo tanto, cuando yo trasladaba posiciones del Gobierno de España -siendo interlocutores los ex ministros Iñigo Méndez de Vigo o Rafael Catalá, perfiles centristas- a mis compañeros, la presunción era que nos van a engañar.
¿Mantiene el contacto con Puigdemont?
En los dos últimos años he intercambiado con él dos cartas cuyo contenido no puedo hacer público ahora por respeto al president de la Generalitat.
¿Les quedó pendiente una última conversación cara a cara después de que el Govern apostara por la vía unilateral o la tuvieron?
La tuvimos y entre lágrimas, porque veíamos venir que no nos veríamos más en mucho tiempo. Él me auguraba que mi carrera política se iba, acabaría ya, que sería muy difícil, que la gente no comprendería mis posiciones en Cataluña. Él también auguraba, casi trágicamente, y que su papel iba a ser muy duro en los años venideros, como así ha sido. En contra de lo que se cree, tengo que decir honestamente que, hasta el momento del pleno de la declaración de independencia, Puigdemont no estaba entre el sector de los más radicales. Había gente mucho más fanatizada que Carles Puigdemont y el president por poco que hubiera podido agarrarse a un clavo ardiendo lo habría hecho. El clavo ardiendo del diálogo y la negociación. No fue así.
De esta conversación entiendo que sigue usted frustrado por cómo está la situación política en Cataluña ahora.
Totalmente. Además, muy preocupado porque el catalanismo político, que siempre ha sido un movimiento pacífico, ha quedado descabezado y sin buenos líderes al frente de los partidos.
¿Qué opinión tiene del comportamiento del señor Torra ante los graves disturbios y actos vandálicos que están teniendo lugar en Cataluña como respuesta a la sentencia?
Es una violencia que no se vio durante el año 2017. Nada similar a cócteles molotov, lanzallamas u hogueras por todo Barcelona. Se constata que el president Torra no es un político, es un activista llamado a ejercer la actividad política. Y, en este sentido, se nota que continuamente tiene una tensión moral muy fuerte entre su responsabilidad institucional como presidente de Cataluña -eso es de todos los catalanes, no solo de los independentistas- y luego su papel como activista, como persona comprometida con unos ideales muy determinados. Sería un gravísimo error que por no tener una actitud contundente en Cataluña desde el punto de vista institucional con la violencia se empezaran a criminalizar ideas y a demonizar ideas. Esto podría pasarnos. Ergo, creo que así como es necesario que el presidente Sánchez convoque elecciones para revalidar su estrategia o ceder el paso a otro, también será inevitable que en Cataluña se convoquen inmediatamente elecciones y sepamos si los planteamientos del president Torra tienen efectivamente el apoyo de la mayoría de los catalanes o no.
Da la sensación que el independentismo ya no controla lo que está pasando en las calles de Cataluña.
Bueno, fíjate que igual descubriremos el papel de contención que ejercieron Jordi Sánchez y Jordi Cuixart y que ahora quizás se echa de menos porque ejercían una autoridad moral capaz de contener la violencia. Aunque yo sostengo que durante el proceso en 2017 no la hubo.
La sentencia dice que no hubo violencia "estructural", pero sí acredita la existencia de actos violentos.
No puedo refutar la verdad judicial. Pero, ¿quiere usted saber realmente lo que es violencia? Venga usted a Barcelona esta semana por la noche y va a ver lo que es violencia. Busque un día, una sola noche de 2017, en la que hubiera la milésima parte de lo que hemos presenciado, con dolor, con miedo, los ciudadanos de buena fe en Barcelona en los últimos días.
Usted ha dicho que no ayuda que haya gente en prisión. ¿Cree que debería el Gobierno de Pedro Sánchez indultar a los presos del 'procés'?
El paso previo al indulto es que se creen las condiciones de confianza entre gobiernos e incluso entre líderes políticos que están dentro y que están fuera. El primer paso es la empatía y ponerse en la piel de otros. Si convenimos que hay que arreglar lo que está pasando en Cataluña, llegaremos a la conclusión de que cada mes que pasen de más quienes están en estos momentos en la cárcel nos perjudica, no nos ayuda. Muchas cosas se hicieron mal y no quiero frivolizar sobre si la solución pasa por el indulto, el indulto parcial, por una ley de amnistía o por beneficios penitenciarios.

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