El presidente de una comunidad autónoma, tercera autoridad del Estado en ese territorio, cortando una autovía en insurrecta desobediencia. A su lado y como ejemplo de lo que le espera, Ibarretxe, el sujeto político que trató de meter al Estado en el mismo problema años atrás, hoy reciclado en próspero conferenciante por medio mundo (a tanto la pieza) a cuenta de su estrepitoso fracaso, que de algo hay que vivir.
A su vera, por tanto, Ibarretxe, pero bien podría ir junto al «president» el miembro de la célula terrorista del CDR que andaba con los explosivos y que declaró que Torra estaba al tanto de las actividades del «comando», que incluían el asalto al Parlament y otras acciones violentas como respuesta a la decisión del Tribunal Supremo. Porque si este elemento no puede ir escoltando a Torra es solo porque el juez le envió a la cárcel junto a otro seis compinches por delitos relacionados con el terrorismo.
Para compensar esta triste ausencia, quizá en breve veamos a Arnaldo Otegui en una de esas movilizaciones tan pacíficas que terminan con centenares de heridos, lanzamiento masivo de piedras y lo que se tenga a mano contra los Mossos y la Policía, con las calles sembradas de barricadas de fuego y ya de paso, quema de comercios y apaleamiento de los ciudadanos que, en una eterna espera a los bomberos que no llegan, tratan de apagar el fuego que los amenaza.
Con Otegui hablamos de una auténtica autoridad en materia de violencia, probada en varias sentencias judiciales que le han llevado a la cárcel por secuestrar o intentar reconstruir una ETA moribunda que, para entonces, había asesinado a casi 900 personas. Un tipo que en una algarada sabe de lo que habla. Encaja como un guante en el movimiento.
Copiando el discurso de Torra, la muy indignada grey «indepe» lloriquea estos días porque «a Junqueras le han caído 13 años de cárcel por votar; a Forcadell, 11 por permitir un debate en el Parlament, y a los Jordis, 9 por convocar una manifestación».
Así andan las cabezas… Más de uno les ha recordado a quienes resumen la sentencia del «procés» con ese simplismo bobalicón que es como decir que a Tejero le cayeron 30 años por estropear la escayola del techo del Congreso. Ya saben, lo del tonto, el dedo y la Luna. Lo de siempre.
Álvaro Martínez ( ABC )
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