Desde la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas de diciembre, el PSOE se ha dedicado a impartir lecciones de democracia sobre con qué partidos es democrático pactar, negociar o incluso coincidir en una manifestación.
Que los que han llegado al Gobierno a lomos de una moción de censura apoyada por comunistas bolivarianos, separatistas instalados en el golpe de Estado y proetarras se permitan extender certificados de democracia ya es sangrante, pero deviene broma siniestra cuando el PSOE entrega al nacionalismo vasco una comunidad tan importante y en una situación tan delicada como Navarra, y lo hace, además, con un pacto con Bildu.
Pero es que, además, Pedro Sánchez anda preparando su propia investidura, para la que, una vez más, necesitará el apoyo –aunque sea en forma de abstención– de los golpistas de ERC y de los sucesores de Batasuna.
Hay que recordar que, como bien dijo en En Casa de Herrero el líder de Navarra Suma, Javier Esparza, es «la gente que aplaudía, jaleaba y defendía a los asesinos» de ETA; la gente que sigue haciendo «homenajes» a los terroristas que salen de la cárcel.
Se esté más lejos o más cerca de los postulados ideológicos de ese Vox al que el PSOE ha intentando presentar como el partido más abyecto, los de Abascal se diferencian en muchas cosas de Bildu, pero sobre todo en una esencial: mientras que los batasunos son íntimos de los terroristas, en Vox no sólo han estado siempre del lado de las víctimas, sino que han sido ellos mismos víctimas –como José Antonio Ortega Lara– o han vivido una dura vida de amenazas, agresiones y ataques, como el propio Abascal.
No puede haber mayor diferencia ética y democrática que entre los asesinos y sus víctimas; aun así, el PSOE pacta con los asesinos y llama ultraderecha a las víctimas.
Incluso sin llegar a la desvergüenza extrema que supone pactar con los herederos de Batasuna, los demás socios de los socialistas tampoco resisten la comparación con Vox, que nunca ha estado a sueldo de una dictadura bolivariana o islamista, que no pretende romper España ni tiene a sus líderes acusados por el Supremo de delitos por los que pueden pasar decenas de años en la cárcel.
El PSOE, una vez más, demuestra que es un partido tremendamente hipócrita e inmoral. Y tiene la desvergüenza de dar lecciones a los demás, cuando son su política de pactos y su ambición desmedida lo que pone en riesgo las instituciones básicas e incluso el régimen de libertades del que disfrutamos desde el año 78.
Libertad Digital
viñeta de Linda Galmor
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