El monumento católico fue fusilado y dinamitado por milicianos rojos en 1936
El Cerro de los Ángeles, testigo del terror rojo en España: así atacó un monumento a Cristo
Hoy se cumplen 100 años de la inauguración del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles de Getafe (Madrid), ceremonia presidida por el entonces Rey de España Alfonso XIII.
El Rey Alfonso XIII leyendo las palabras con las que consagró España al Sagrado Corazón de Jesús, durante la ceremonia de inauguración del monumento del Cerro de los Ángeles el 30 de mayo de 1919.
La consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús
La elección de ese lugar para el monumento -obra del arquitecto Carlos Maura Nadal y del escultor Aniceto Marinas y García- no fue casual, ya que el Cerro de los Ángeles ha sido históricamente considerado el centro geográfico de España. Según relataba el diario Abc al día siguiente, a la inauguración asistió el gobierno de Maura en pleno (salvo el ministro de Gracia y Justicia), el Nuncio de Su Santidad, y los obispos de Madrid-Alcalá, Barcelona, Badajoz, Sión, Cuenca, Málaga, Segovia, Sigüenza, Zamora, Palencia, Guadix, Calahorra, San Luis de Potosí, Ciudad Real, Plasencia, Tenerife, Almería y Fessea (Marruecos), además de los auxiliares de Málaga, Valladolid y Toledo.
El antiguo monumento del Cerro de los Ángeles, tal como fue inaugurado en 1919.
El numeroso público dedicó una ovación a los Reyes a su llegada al Cerro, dando vivas a Sus Majestades, a España y al Sagrado Corazón. En un momento de la celebración, el Rey “descendió de la tribuna, seguido de toda la Familia Real, y subió luego solo al pedestal donde se hallaba colocado el altar”, relataba el Abc. Allí pronunció las siguientes palabras:
“Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón de Dios Hombre, Redendor del mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan:
España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituído en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran Patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozoso la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley: reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divinidad conceder participación de vuestro Poder a los príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz. Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la ciencia y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias.
Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado: continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.
Desde estas alturas que para Vos hemos escogido como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo. Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del derecho. Bendecid a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria queremos consagraros nuestra vida pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de vuestro amor y en el regalado seno de vuestro Corazón adorable. Así sea”.
Con aquellas palabras, el Rey Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón de Jesús. Unos años después, la Nación pasaría una de sus más cruentos momentos, que dejó una triste huella de sangre y destrucción en este monumento.
Milicianos rojos celebrando puño en alto la destrucción del monumento del Cerro de los Ángeles en agosto de 1936, tras haber dinamitado la estatua del Sagrado Corazón de Jesús.
Los mártires del Cerro de los Ángeles y la destrucción del monumento
El sábado 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil española. Ese mismo día, 30 miembros de las Compañías de Obreros de San José y del Sagrado Corazón de Jesús acudieron al Cerro de los Ángeles a una vigilia de adoración nocturna. Al terminar la misa, ya de madrugada, la mayoría de los congregantes volvieron a Madrid, a excepción de cinco:
- Pedro-Justo Dorado Dellmans, de 31 años.
- Fidel Barrios Muñoz, de 21 años.
- Elías Requejo Sorondo, de 19 años.
- Blas Ciarreta Ibarrondo, de 40 años.
- Vicente de Pablo García, de 19 años de edad.
Los cinco se quedaron en el Cerro para proteger el monumento. Los habitantes de una finca cercana les denunciaron al verles rezar el Rosario y bendecir la mesa antes de comer. El 23 de julio fueron asesinados por milicianos rojos. En el momento de su asesinato los cinco miraban al monumento, y su último aliento fue para gritar un “Viva Cristo Rey”, antes de que sus cadáveres se desplomasen en el suelo del Cerro, donde fueron abandonados un día entero. Hoy los restos de aquellos cinco mártires descansan en el interior de la iglesia situada bajo el nuevo monumento.
Una de las imágenes más famosas de la persecución anticatólica desatada por el bando republicano en la Guerra Civil Española: milicianos rojos disparan sus fusiles contra la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles el 28 de julio de 1936. Los propios milicianos tomaron la foto de su “hazaña”.
El 28 de julio, cinco días después de ese crimen, milicianos rojos acudieron al Cerro de los Ángeles y se hicieron una foto “fusilando” literalmente el monumento. Una foto real, pero que algunos izquierdistas han tachado durante años de falsa, a pesar de que está sobradamente documentada su autenticidad: así quieren borrar el rastro de aquella infamia. Destruyeron todas las esculturas con cinceles, con cables tirados por un tractor y finalmente con dinamita. Los milicianos necesitaron cinco explosiones para derribar por completo el monumento, ya que milagrosamente resistió los primeros intentos de demolerlo: un odio y un ensañamiento idénticos a los mostrados años después por los talibanes y de los terroristas del ISIS con otras obras arquitectónicas. Finalmente, le cambiaron el nombre al lugar por “Cerro Rojo”.
Después de la guerra, el Cerro de los Ángeles recuperó su nombre original y se construyó otro monumento, inaugurado en 1965 situado en el mismo lugar que el antiguo. Los restos del monumento original fueron dejados delante del nuevo monumento como testimonio de la ola de fanatismo anticatólico desatada por el comunismo y por sus cómplices en España. Bajo estas líneas podéis ver algunas fotos de los restos del monumento original que hice el 19 de abril de 2011. Sirvan estas imágenes como homenaje a aquellos mártires.
Así quedó el monumento original después de ser tiroteado, cincelado y dinamitado por los rojos.
En lo alto del antiguo monumento se conserva la cabeza de la estatua del Sagrado Corazón de Jesús, totalmente desfigurada.
El grupo situado a la izquierda de Cristo en el monumento original representaba a la Iglesia Militante. Es el mejor conservado de los conjuntos escultóricos del antiguo monumento.
Ninguna de las esculturas del monumento original se libró de la destrucción. Este conjunto representaba a un matrimonio con un niño pequeño. A los esposos les destrozaron la cara. Al bebé le rompieron la cabeza. Estas tres esculturas formaban parte de un conjunto de cinco, dedicadas a representar la virtud y el amor.
Las otras dos esculturas, de una mujer adulta y de una niña, del conjunto de cinco que representaban a la virtud y el amor. El ensañamiento con las esculturas es evidente.
Una escultura de una monja con la cabeza reventada. La escultura representaba a una Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, una orden religiosa dedicada al cuidado de los enfermos pobres. Esta escultura representaba la caridad.
Incluso en las esculturas que representaban a niños pequeños se observan las huellas de los disparos y de los golpes de cincel de los milicianos. En la imagen vemos un niño (a la izquierda) y una niña (con la cara destrozada, a la derecha). Estaban situadas, con otras tres esculturas de niños, junto a la imagen de la Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, representando la caridad.
La parte situada a la derecha de Cristo en el monumento estaba dedicada a la Iglesia Triunfante. Quedó muy dañado y sólo dos esculturas se conservan relativamente intactas: la de San Juan Evangelista (a la izquierda) y la de Santa Margarita María de Alacoque (de rodillas, a la derecha).
Esta pequeña imagen del Sagrado Corazón, sin la mano izquierda y con varios dedos rotos en la mano derecha, es conservada hoy al pie del antiguo monumento, sobre un pilar al pie de las antiguas escalin
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