El pacto del PSOE con Bildu es una vergüenza para la historia de los propios socialistas, muchos de ellos asesinados por ETA. Y aclara con quién acordará Sánchez su permanencia tras el 28A.
Quienes albergaran aún alguna duda sobre la disposición de Pedro Sánchez a pactar su presidencia con los independentistas, Bildu incluida, habrán salido ya de dudas tras presenciar cómo el Gobierno aprobó todos sus decretos ley electorales con el voto de todos ellos.
Quienes albergaran aún alguna duda sobre la disposición de Pedro Sánchez a pactar su presidencia con los independentistas, Bildu incluida, habrán salido ya de dudas tras presenciar cómo el Gobierno aprobó todos sus decretos ley electorales con el voto de todos ellos.
La coalición improvisada así para la moción de censura se renovó, lanzando un mensaje para el futuro inmediato de lo más inquietante: Sánchez será presidente, sin ningún problema, con los mismos partidos que han desafiado el orden constitucional y no tendrán problema en volver a hacerlo las veces que sea necesario.
Que Sánchez se niegue a decirlo abiertamente es una prueba de hasta qué punto él mismo es consciente de la enorme indignación que ello puede causarle a sus propios votantes potenciales, pero también de su artera actitud, ya legendaria: esconde sus intenciones para no perjudicarse y luego las ejecuta sin escrúpulo alguno.
Sánchez ha pactado y pactará con Otegi, que ya estaba en Batasuna cuando una decena de socialistas fueron asesinados por ETA
Pero añadirle Bildu a ese cóctel es, además, repugnante. Y un desprecio a la historia del PSOE y a la decena de dirigentes suyos que fueron asesinados por ETA, en cuyo nombre el propio Otegi cometió delitos por los que fue condenado. ¿Cómo va a recordar y honrar Sánchez a las casi mil víctimas mortales del terrorismo si no es capaz de evitar el desprecio hacia las de su propio partido?
Escuchar a Otegi narrar cómo el Gobierno insistió en pactar con su partido los decretos ley finalmente aprobados produce casi escalofríos, tantos como el blanqueamiento general de las perores ideas y los peores comportamientos que Sánchez permite e impulsa por interés estrictamente personal. Es de desear que los electores lo recuerden cuando el próximo 28A acudan a las urnas.
EDITORIAL EsDiario
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