Pablo Iglesias y su horda de hunos podemitas, que tienen más piojos que votantes, han subido al ático de las ideas, que solo está lleno de odio y litronas vacías, y han tenido la feliz ocurrencia de exigir grabar la exhumación del General Franco y proyectarla en los colegios para entretener a los niños mientras sale del aula un comisario masculino (o lo que sea) de la LGTBI y le da el relevo a una agente femenina (o lo que sea) que viene a predicarle a las niñas lo mismo que ya les ha inoculado a los niños su colega masculino (o lo que sea), que aunque tengan vulva no son niñas al igual que sus compañeros no son niños por tener pene. Y entre las dudas infantiles sobre lo que no son, aunque lo sean, la certeza dogmática de que ese señor que estáis viendo cómo lo sacan de la tumba era malo, malísimo, satánico, porque bajo su Régimen los niños no podían convertir su pene en una vulva, y viceversa.
La grandeza de Podemos y de su menguado timonel, el alfeñique bolchevique, está paradójicamente en las gilipolleces que propone, cuya magnitud es directamente proporcional a sus magras expectativas electorales. Cuanto mayor es la deserción de votantes, más esférica y disparatada es la ideíca de Pablito y de su soviet supremo de desgarramantas y majamigas, que son incapaces de susurrarle a su Che Guevara de mercadillo que la culpa de su profetizado fracaso electoral no la tiene Franco, ni la conjura fascista internacional, ni el empedrado ni, siquiera, el cha-cha-cha que es a quien Gabinete Caligari le echaba siempre la culpa de todo.
La culpa de que a Pablo Iglesias le vayan a dejar las urnas en pelota picada es sólo de él y de su churri, la mamá de sus nenes, por haber decidido trasladarse a vivir al palacio del Conde Vronsky, en La Navata-Galapagar, para criar a sus hijitos como auténticos zarevich y no como hijos del proletariado al que Pablo Iglesias solo apela para que, con sus votos, los parias de la tierra le sigan pagando la hipoteca. Pues no le van a pagar ni la mudanza, porque ese palacio va ser la tumba política de Pablo Iglesias tal y como el Palacio de Invierno fue la de los últimos zares.
Cuando la Caja que te concedió la hipoteca Loréal (porque tú lo vales, Pablito) compruebe que ya no vales ni el precio de tus alpargatas y decida “exhumarte” del Palacio del Conde Vronsky, no habrá en la puerta ni un Rasputín podemita que te defienda porque los has traicionado a todos. Mientras tanto, el General Franco contemplará desde su tumba del Valle de los Caídos, cómo recoges los bártulos y te vuelves al piso de protección oficial que él construyó en Vallecas para tu mamá.
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