Arnaldo Otegi ha defendido públicamente al diputado de EH Bildu, Julen Arzuaga, tras sus insultos de odio vertidos en la tribuna del Parlamento Vasco contra los representantes allí presentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, cuerpos a cuyos miembros ETA persiguió y asesinó durante largos años. “Montaron una provocación y yo voy a defender lo que hizo Julen Arzuaga. Cuando ves a gente así en el Parlamento, cuando sabes que es gente armada y que es gente que en este país ha hecho muchas cosas, puede ser normal tener un calentón”.
Otegi siempre es así. Siempre fue así.
Un hecho que conozco bien. Al día siguiente del asesinato de Joxeba Pagazaurtundúa, Arnaldo Otegi también defendió lo que hizo el alcalde de Herri Batasuna en Andoain. Era el jefe de Joxeba y no condenó el asesinato. Su amiga y persona de confianza, la teniente de alcalde de la localidad, Ainhoa Ozaeta, ya actuaba a tiempo completo como terrorista. Otegi les defendió utilizando palabras casi idénticas.
Dijo entonces: “No permitiré el linchamiento de mis alcaldes y concejales. La condena de un atentado no sirve para nada”. También indicó la gran responsabilidad de la clase política que “pretende ocultar -sic- las raíces del conflicto”. En las pintadas añadían el chantaje, para domesticar, indicando que PP y PSOE eran los culpables de cada asesinato de ETA. Era el mantra que repetían todas las personas hipnotizadas por el entorno.
En los medios de comunicación va pasando desapercibido que Otegi y los suyos no aceptan nada que cite a ETA y condene los asesinatos por los que no se han disculpado, la gran mayoría. Han tenido cómodas oportunidades durante los últimos meses en el Ayuntamiento de Zarautz, o en el Parlamento Vasco, o en Andoain, sin ir más lejos. No lo hacen porque está en la estrategia de blanqueo progresivo y de impunidad histórica, así como de destrucción del régimen constitucional. Ésta es la cuestión central que debemos observar.
El Mundo
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