martes, 19 de febrero de 2019

Asaltatumbas trifálica

Asaltatumbas trifálica
por
Alfonso Ussía
(LA RAZON)

La ministra asaltatumbas de Justicia, la trifálica, ha manifestado que de oponerse la familia Franco, la Iglesia o la comunidad de padres benedictinos a la exhumación de los restos mortales del general, al Gobierno -¿qué Gobierno?-, le sobran potestades para entrar en la basílica, retirar la lápida, y llevarse a Franco, sin respetar los plazos, el recurso ante el Supremo, y la lógica resistencia de los que custodian los restos mortales de los españoles allí enterrados. Y es la ministra de Justicia. La misma que llamó «maricón» a su compañero de Gobierno -¿qué Gobierno?-, el ministro del Interior, la misma que alentó a Villarejo cuando éste le contó su proyecto de contratar putitas para sus conseguir sus fines, la misma que presenció, silenció y reconoció que algunos jueces alternaban con menores, y la misma que aún se tiene que pellizcar cada mañana cuando despierta para comprobar que no es un sueño su condición de ministra del Gobierno -¿qué Gobierno?-, de España.
En el último Consejo de Ministros, ya con la fecha de las elecciones arteramente elegida, el Gobierno -¿qué Gobierno?-, aprobó su medida estrella. Estrella estrellada, pero estrella. Franco, fuera del Valle y de la cripta de La Almudena. Negación de la propiedad privada y de la voluntad familiar de dejar tranquilos los restos de su abuelo, y en caso de asalto a la tumba por parte del Gobierno -¿qué Gobierno?-, prohibir a sus nietos enterrarlo junto a su madre y su abuela en una tumba vacía de su propiedad. Esa, y no otra, ha sido la medida estrella de este Gobierno -¿qué Gobierno?-, de chulos, incompetentes y cantamañanas. Nueve meses para vencer a un cadáver, y después de nueve meses, intentar mentir nuevamente a la ciudadanía aprobando lo que a la ciudadanía le importa un bledo y que el Gobierno -¿qué Gobierno?- sabe de su incapacidad para llevarlo a cabo. Excepto, claro está, que la ministra de Justicia, la inefable trifálica, ordene asaltar la basílica de Cuelgamuros para profanar una tumba. Apenas costará 3.800 euros la operación, más o menos lo mismo que el alquiler de la suite del Villamagna para preservar en el anonimato el encuentro el día de San Valentín de Pedro y Pablo. No obstante, y a pesar del ímpetu de doña Dolete, sin plazo para proceder a la exhumación por razones de absoluta imposibilidad. Una majadería más de esta gente tan profundamente necia que ha ocupado el Gobierno -¿qué Gobierno?- de España con la ayuda de los aún más necios de Podemos, los separatistas y los herederos del terrorismo. Delicioso.
Lo más importante que ha hecho este grupo de alimoches descoordinados ha sido convertir un olvido en una presencia activa y triunfadora. Para mí, que Sánchez toma sus decisiones en las barras de los bares o dejándose influir por su peluquero o su asesor de estética. Lo que más lamento del final de este Gobierno -¿qué Gobierno?-, es la conclusión de la carrera política del astronauta, que ha llevado las riendas de su ministerio con la misma precisión y efectividad que el cohete con satélite que fue lanzado en Chechenia ante todas las autoridades civiles y militares, y damas de la alta sociedad chechena invitadas al acto, y a los cincuenta metros de altura, en plena ascensión, varió caprichosamente su rumbo, viró hacia la tribuna de invitados, se precipitó sobre ella y procedió a hacer papilla a más de la mitad de los presentes. No obstante, nuestro astronauta Duque, no parece mala persona, y es saludable despedirlo con una palmadita en la espalda.
A la triflálica no. La trifálica -intuyo que quiso decir «derecha tricéfala» y le confundió la lengua alguna obsesión-, nada hay que agradecerle. Sus servicios prestados han sido pavorosos. No ha dicho y hecho más que chorradas, y ha dejado en muy mal lugar -de ahí mi repulsa-, a mi colegio, carísimo y de pijos, el Alameda de Osuna, donde estudió de niña. De niña mal encarada, según recuerdan sus compañeros y profesores, porque eso sí, tiene un temperamento y una mala educación que se las trae.
Le quedan dos meses para asaltar, con nocturnidad y alevosía, la basílica del valle de los Caídos. Lo que más temo cuando finalice la vigencia de este Gobierno -¿qué Gobierno?-, es su retorno a la carrera de fiscal. Con esa amargura, ese carácter y esa proximidad inmediata a la iracundia no se puede ser fiscal. No se puede ser nada que afecte a la normalidad democrática y ciudadana. Y la Celáa. Nos queda la Celáaa. Caray con la Celáaaa. Qué tipa la Celáaaaa.
Pero me he quedado sin espacio.

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