Tranquiliza pensar que el presidente del Gobierno aterrizó ayer en Santo Domingo tras consumir la dosis de destilados que recomiendan la OMS y Sofía Hernanz, sin el avituallamiento extra de vino y whisky que según la versión de la diputada socialista caracterizó los tumbos y las vueltas de campana que dio por el mundo Mariano Rajoy.
Una de las grandes aportaciones del socialismo de altos vuelos a la diplomacia española es la incorporación del test de alcoholemia a los viajes presidenciales, herramienta que desde el pasado lunes permite medir a ojo la sobriedad del viajero, especialmente cuando, como en el caso que nos ocupa, no toca suelo patrio.
«Cuando estoy en tierra extraña/ y contemplo tus colores/ y me acuerdo de mi España,/ mira si yo te querré», reza el pasodoble de «Las corsarias», cuyo estribillo combina a renglón y verso seguido los vinos de Rioja y Jerez, avituallamiento estándar.
Al poco de llegar a la República Dominicana, y ante un público muy distinto al que se sumó a su moción de censura -unidos por su aversión al Partido Popular y sus intereses cruzados con el chavismo, ideológicos o instrumentales-, Pedro Sánchez se vino ayer arriba y clamó contra el «tirano» que «responde con balas y con prisiones a las ansias de libertad y democracia». Sin citarlo, hablaba de Nicolás Maduro. Blanco y en botella, o moreno y en chándal.
Metido a estadista de avituallamiento estándar y consumo responsable, Sánchez modula y ecualiza en función del auditorio. La pasada semana dejó pasar la oportunidad de liderar desde España la respuesta europea a la crisis venezolana, que quiso resolver con uno de esos aplazamientos con que la UE se suele quitar los muertos de encima. En siete días van más de cuarenta en Venezuela. Seguimos para bingo.
En Santo Domingo, sin socios chavistas con los que negociar un decreto o apalabrar un presupuesto, tocaba ayer proyectar la figura de mediador y árbitro internacional, que para eso se prepara en España con el curso a distancia en el que se matriculó en junio.
Aquí solo viene a hacer las prácticas de diálogo y normalización y a examinarse cuando dé por agotado su ciclo. El que se sube al avión y tira de mueble-bar es el presidente del Gobierno, pero el que aterriza y se vende como solucionador, para quien quiera oírlo cuando se saque el título de expresidente, es Pedro Sánchez.
Jesús Lillo ( ABC )
viñeta de Linda Galmor
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