miércoles, 7 de noviembre de 2018

Bateragune, las pruebas contra Otegi que menosprecia Estrasburgo

El líder batasuno fue detenido por la reconstrucción de Batasuna para ETA y en plena ola de terror de la banda.

Otegi abandona su domicilio esposado tras su implicación en Bateragune | EFE

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El caso Bateragune, sobre el que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se pronunciaba este martes, es la reconstrucción de Batasuna, el brazo político de ETA, a finales de la década pasada, cuando Arnaldo Otegi acababa de salir de la cárcel. Su ingreso en prisión, uno de los varios que ha hecho a lo largo de su vida desde que participaba activamente en la banda terrorista ETA, se produjo en 2007. Otegi fue detenido entonces, tras el fin de las negociaciones con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que se prolongaron durante el primer semestre de aquel año. Y se prolongaron pese a que ETA rompió su declarado alto el fuego a finales de 2006, en el atentado contra la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid Barajas, en el que dos personas perdieron la vida. El 30 de agosto de 2008 Otegi pisaba de nuevo la calle y no tardaba en ponerse manos a la obra para reconstruir Batasuna, lastrada por su ilegalización, con la vista puesta en las elecciones al Parlamento de Vitoria de 2009.
Sin embargo, no llegó a tiempo de formalizar una estructura política con la que concurrir a las elecciones autonómicas, quedándose por primera vez fuera del Parlamento Vasco desde la recuperación de la autonomía en 1979. El asesinato del empresario Ignacio Uría a finales de 2008, la cuarta víctima mortal de aquel año a manos de ETA, reventó sus planes de buscar una alianza con Eusko Alkartasuna, el partido creado por el exlehendakari Carlos Garaikoetxea a mediados de los ochenta tras su escisión del PNV. Uría era una persona ideológicamente próxima al nacionalismo vasco conservador.
Pasadas las elecciones autonómicas, en las que un histórico acuerdo entre el PSE-EE y el PP hizo al socialista Patxi López lehendakari, Otegi y sus colaboradores, entre ellos históricos del mundo de Batasuna-ETA como Rafael Díez Usabiaga o Rufi Etcheverría, volvieron a emprender la tarea de la reconstrucción de sus siglas. Bateragune, en vasco "todos juntos" se planteaba una agenda con cuatro puntos, ninguno de ellos referente a la condena de ETA o a la petición de abandono de la denominada "lucha armada", las que hubieran permitido sortear la ilegalización vigente. La hoja de ruta se limitaba a fijar unos pasos unitarios, entre ellos una huelga general en mayo, como preparativo a la concurrencia a las elecciones europeas de aquel año. Lo explicó el propio Otegi en una rueda de prensa en marzo, siguiendo las directrices marcadas meses antes por ETA, como luego dijo la sentencia de la Audiencia Nacional.
La estrategia Bateragune de ETA era generar un polo separatista junto a Eusko Alkartasuna con todas las fuerzas de izquierdas independentistas que pudieran aglutinar. Al menos estas eran las órdenes que tenía Otegi al frente del Bateragune. Pero Otegi decidió molestar a la banda y pactó con Iniciativa Internacionalista para concurrir a las europeas, algo que no gustó a la banda. "¿Dónde se toman las decisiones? ¿Hay alguien desarrollando la línea fuera de la Dirección? Nosotros no andamos con intención de buscar 'el enemigo dentro de la casa', pero, una vez leídas las comunicaciones y las actas se nos hace difícil ver el recorrido para llegar a esa decisión, si no es que la legalidad nos ciega y aparecemos dispuestos a separarnos del recorrido de diez años de estrategia nacional en pago a ello", expresaba ETA en un comunicado interno intervenido en la operación contra el intento de reconstruir la banda.
A este comunicado sucedió una oleada de terror de ETA que entre junio y agosto de 2009 asesinaba al inspector del Cuerpo Nacional de Policía Eduardo Antonio Puelles García; ponía una bomba en las inmediaciones de la casa-cuartel de la Guardia Civil en Burgos; asesinaba a los guardias civiles Diego Salva Lezaun y Carlos Sáez de Tejada García en Mallorca y colocaba cuatro bombas en Palma de Mallorca.
Y mientras los asesinos de la banda desataban su frenesí terrorista, los negociadores se reunían con el mismo ritmo para despertar a Batasuna-ETA. Otegi y Rafael Díez Usabiaga, ayudados por Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez tienen una decena de reuniones. La última, el 13 de octubre de 2009 en la sede del sindicato LAB en San Sebastián. El día que la Policía interviene el operativo.
Se activó la operación Batea y cayeron detenidos Otegi, Díez Usabiaga y también Rufi Etxeberría que había acudido al encuentro y que llevaba en libertad apenas 30 días. A las detenciones siguieron los registros en las viviendas de los batasunos capturados. En aquel momento, Otegi llevaba apenas un año en libertad y se encontraba en la fase final del proceso del Bateragune, algo que le ilusionaba. Su hija tenía sólo 14 años y su padre había pasado la mitad de su vida entre rejas. Como anécdota, tal y como recoge el libro Otegi, el hombre nuevo (SEPHA), la gata de la casa –un regalo de la mujer de Otegi a su hija Garazi para aliviar la ausencia de su padre– se puso nerviosa cuando entró la Policía para hacer el registro. Uno de los agentes dijo irónico en ese momento: "¡Cómo no va a estar nerviosa la gata, si tiene la casa llena de txacurras (perros en vasco)!".
En una de las habitaciones, los policías encontraron una carpeta llena de papeles. Allí había apuntes del proceso de negociación de 2006 junto a un esquema de cómo debía desarrollarse la estrategia de Batasuna durante los próximos años. Junto a los papeles había una nota: "Cuando haya un primer acuerdo, hacer carpeta y pasar a Bateragune".
Curiosamente Otegi quiso emplear esa frase como su principal baza de defensa y argumentó en el juicio que, si sus notas hablaban de pasar la información al Bateragune, no podía formar parte de ese órgano. El fiscal contestó con sorna: "Claro, como si yo termino el interrogatorio y anoto 'hacer carpeta y pasar a Fiscalía'".
Una vez juzgados por estos hechos en septiembre de 2011, Otegi y Rafael Díez Usabiaga fueron condenados a 10 años de prisión por pertenecer a la organización terrorista ETA en grado de dirigentes. También fueron condenados Miren Zabaleta, Arkaitz Rodríguez y Sonia Jacinto a ocho años de prisión por pertenencia a banda armada. Rufi Etxeberría fue puesto en libertad.
El volumen de las pruebas, así como el relato de los testigos y la trayectoria de los detenidos se antoja abrumador para que no haya ninguna duda sobra la culpabilidad de Arnaldo Otegi, que entró en prisión por trabajar como dirigente en un esfuerzo denodado de recuperar un instrumento fundamental de ETA en su estrategia de terror.
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