Parapetado tras su guardia pretoriana de abogados, Joaquín Torra, el presidente marioneta de la Generalidad, se esfuerza por no traspasar ninguna línea que permita a los fiscales y a los jueces encarcelarle. Sabe que es carne de presidio, igual que Carlos Puigdemont y Oriol Junqueras. Por eso ha declarado que activará el órdago secesionista hasta el final y, si lo pierde, se instalará en el extranjero. Seguro que tendrá ya preparada la fuga para eludir que la Guardia Civil le detenga y le ponga a disposición del juez.
Joaquín Torra no es propiamente un político, menos aún un gobernante. Basta con fijarse en lo que hace y en cómo lo hace. El presidente títere es un activista. Cree, igual que Bernard Shaw, que el arte de gobernar consiste en la organización de la idolatría y ha encaramado al expresidente trilero, Carlos Puigdemont, en el altar de sus devociones. Sabe que el pobre Pedro Sánchez no puede aprobar una coma en el Congreso de los Diputados sin los escaños secesionistas catalanes.
Y se complace en vejar al presidente del Gobierno español, en humillarle y fragilizarle, lanzando un órdago tras otro sobre el tapete político de la vida nacional. Pedro Sánchez no parece un presidente sino un actor que hace de presidente. Quiere prolongar las funciones hasta que se agote la legislatura. Para no ceder en su ambición, hace concesiones, se humilla y se hinca genuflexo ante el rebenque del secesionismo catalán, mientras disfruta del caviar y el dompérignon de un poder que le ha caído desde las nubes en que vivía Mariano Rajoy.
Pedro Pablo Sánchez Iglesias, en fin, domina todavía 180 de los diputados que sestean en el Congreso y, a pesar del circo al que están sometidos por Casado y Rivera, los copresidentes aguantan el viento y la marea para no despegarse ni de la silla curul de Moncloa ni de la mayoría espuria parlamentaria. Un filósofo insigne, hoy olvidado, escribió: “¡Ay de los pueblos gobernados por un hombre que solo piense en su propia conservación!”
A Aquiles, hijo de Peleo, rey de Tesalia, le bañó su madre en la laguna Estigia y le hizo invulnerable todo el cuerpo salvo el talón por el que lo mantuvo asido. Joaquín Torra, el racista, le ha clavado ya la flecha del secesionismo a Pedro Sánchez, que se creía invulnerable. Le ha acertado de lleno en el talón de su debilidad parlamentaria.
Luis María Anson ( El Mundo )
viñeta de Linda Galmor
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