ETA en 1993: “es hora de dar nuevos pasos contra algunos jueces”
En recuerdo de Don Francisco Tomás y Valiente y don Manuel Jiménez de Parga
Juan de Dios Ramírez-Heredia[1]
El pasado 14 de febrero se cumplieron 21 años del horrendo asesinato de don Francisco Tomás y Valiente a manos de ETA. Gran jurista, historiador y excelente escritor, nació en Valencia el día de la Inmaculada del año 1932 y fue asesinado en 1996 cuando el etarra Jon Bienzobas Arretche, de sobrenombre “Karaka” le disparó tres tiros a bocajarro cuando estaba hablando por teléfono en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid.
Al otro lado del hilo telefónico estaba su amigo y compañero el profesor Elías Díaz quien oyó perfectamente el ruido seco y duro del primer disparo. Elías Díaz creyó que aquel ruido tal vez lo había producido un fuerte golpe sufrido por una caída de Tomás y Valiente. Por eso gritó angustiado:
― ¡Paco! ¡Paco! ¿Qué pasa?
Pero Paco ya no le pudo contestar porque seguidamente resonaron en sus oídos, con la fuerza de dos dardos envenenados, otros tantos disparos efectuados por el asesino que quería tener la seguridad de que había acabado con la vida de una de las personalidades más importantes de la reciente historia de España. Tenía 63 años.
Francisco Tomás y Valiente, quien se licenció en Derecho en el año 1955 por la Universidad de Valencia, siempre se consideró un maestro. Su vocación era el aula y por eso opositó en 1964 para conseguir la Cátedra de Historia del Derecho de la Universidad de La Laguna trasladándose aquel mismo año a la Universidad de Salamanca. Fue en 1980 cuando se incorporó a la Universidad Autónoma de Madrid siendo inmediatamente elegido por las Cortes Generales magistrado del Tribunal Constitucional. Recuerdo con emoción el momento en que se produjo aquella votación. Yo era diputado por Almería y acababa de iniciarse la primera Legislatura de nuestra nueva era democrática. El presidente del gobierno era don Adolfo Suárez y el presidente del Congreso de los Diputados don Landelino Lavilla Alsina. En aquel primer año de legislatura normalizada casi todo era nuevo para nosotros. Y era, además, la primera vez que íbamos a designar a los cuatro miembros del Tribunal Constitucional cuya elección correspondía al Congreso de los Diputados.
Debo confesar ―y esta es una manifestación absolutamente personal― que las formas no me son indiferentes. Antes, al contrario, me gusta que la ceremonia sea respetada, que la gente vaya vestida de acuerdo con el rango de su oficio y que las reglas establecidas para las celebraciones de cualquier índole estén revestidas por el orden y la prevalencia de la autoridad que da el prestigio de la institución donde se celebran. Todo el mundo sabe la pasión del presidente Tarradellas por que se guardaran las formas en el discurrir de la vida política y especialmente en el vestir. Nadie podía entrar en su despacho sin corbata. Es conocida la frase con que se dirigió a Xirinacs, famoso sacerdote revolucionario y catalanista, cuando le recibió en el Palacio de la Generalidad. Al verlo ataviado con un jersey le preguntó:
― “Se’n va d’excursió mossèn?” (¿Se va de excursión, padre?)
Aquel 30 de enero de 1980 escribí en un papel el nombre de Francisco Tomás y Valiente y cuando fui llamado por el secretario de la Cámara subí la escalinata que conduce al atril desde donde hablan los parlamentarios y entregué mi voto al presidente del Congreso. Salió elegido magistrado del Tribunal Constitucional por 250 votos, superando la cantidad de 210 votos exigidos por la Constitución.
Por desgracia para él, aquel día se firmó su sentencia de muerte. En 1986 fue elegido presidente del Tribunal Constitucional cesando, tras haber sido reelegido, cuatro años más tarde. Fue en 1996 cuando el maldito Bienzobas le descerrajó tres tiros en la cabeza mientras preparaba en su despacho el cuestionario de preguntas que iba a formular a sus alumnos de la Universidad Autónoma de Madrid.
Don Manuel Jiménez de Parga Cabrera, mi suegro y abuelo de tres de mis hijos
Jiménez de Parga tenía que haber muerto como consecuencia de un atentado que contra él tenía preparado un grupo de terroristas de ETA. La policía había descubierto en Madrid un piso ocupado por un comando dispuesto a sembrar el terror entre los miembros del poder judicial. Concretamente el atentado mortal contra don Manuel estaba previsto para el sábado 12 de abril de 1997.
El «comando Madrid» había vigilado muy de cerca tanto a Jiménez de Parga como a Ángela Murillo Bordallo quien era magistrada de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. A ambos pretendía asesinarlos para amedrentar a los miembros de la administración de Justicia. En una publicación interna de la organización criminal de 1993, el «Barne Buletina», se incluía un escrito en el que se decía que “es hora de dar nuevos pasos contra algunos jueces; esto tendrá que ser tomado de forma selectiva. A los jueces y políticos más significativos hay que darles en la cabeza”. Y, efectivamente, la lista de miembros de la judicatura que fueron alcanzados por el odio ciego de la banda terrorista se incrementó considerablemente. Baste con mencionar, entre otros a Rafael Martínez Emperador, magistrado del Tribunal Supremo (asesinado el 10/2/1997); Luis Portero García, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Ceuta y Melilla (asesinado el 9/10/2000); José Francisco Querol Lombardero, magistrado del Tribunal Supremo (asesinado el 30/10/2000); y José María Lidón Corbi, magistrado de la Audiencia Provincial de Bizkaia (asesinado el 7/11/2001).
Breve semblanza de don Manuel
Jiménez de Parga, nacido en abril de 1929 en Granada, enseñó Derecho en varias universidades. Ambos fuimos diputados en las Cortes Constituyentes y él ministro de Trabajo del primer gobierno en democracia que formó el presidente Adolfo Suárez. Luego fue consejero de Estado y magistrado y presidente del Tribunal Constitucional. Antes fue embajador ante la Organización Internacional del Trabajo, en la que ocupó el sillón que había dejado vacante el último español titular en el cargo, Francisco Largo Caballero, en 1939.
Jiménez de Parga tenía una vocación dividida entre el mundo del derecho y el periodismo. Como profesor, comenzó su carrera en la cátedra de Derecho Político en la Universidad de Madrid en 1956 e inmediatamente ganó las oposiciones a catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona donde ejerció la docencia durante veinte años, de 1957 a 1977. Hubo que esperar a que muriera Franco para que fuera elegido decano de la Facultad de Derecho (1976) y rector de la propia Universidad de Barcelona (1976-1977).
A lo largo de sus más de 30 años de ejercicio, Jiménez de Parga intervino en asuntos relevantes tales como la defensa de estudiantes y sindicalistas ante el Tribunal de Orden Público, así como de periodistas e intelectuales perseguidos por la dictadura.
Manuel Jiménez de Parga fue autor de más de una decena de libros entre los que destacan: “Teoría política de Giduanni Gentile” (1954), “La V República francesa”, “Los regímenes políticos contemporáneos” (1960), obra de la que se han hecho múltiples ediciones, “¿Hay que reinventar la democracia en España?” (1993). Finalmente, en 2008, presentó sus memorias “Vivir es arriesgarse: Memorias de lo pasado y de lo estudiado”.
Permítanme la parquedad obligada con que me debo expresar en el limitado espacio de este comentario. Y debo hacerlo porque Jiménez de Parga, antes de que yo conociera a su hija Paloma con la que me casé, era mi líder cuyos artículos publicados en el desaparecido Diario de Barcelona constituían para mí una fuente diaria de alimentación democrática en los estertores del franquismo.
Y para que nadie me acuse de parcialidad hago mías las palabras con que Mateo Madridejos Vives, ayudante suyo en la cátedra de la Facultad de Derecho de Barcelona, se refería a don Manuel días después de su muerte el 6 de mayo de 2014. “Las lecciones del profesor Jiménez de Parga en la Facultad de Derecho, sin olvidar el rigor académico, fueron como una ventana abierta a horizontes desconocidos, a los vientos de la libertad, y pronto se convirtieron en una plataforma atrayente no sólo para los estudiantes, sino también para la naciente oposición al régimen, muy influida por el partido comunista en el ámbito universitario. Uno de sus más directos colaboradores, Jordi Solé Tura, figuraba a la sazón entre los militantes más activos y conocidos del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), la sección catalana del comunismo español. Quiero decir que con un espíritu liberal que nunca le abandonaría, Jiménez de Parga eligió a sus adjuntos y ayudantes en razón de sus méritos, no por razones políticas o sociales, de manera que supo crear a su alrededor un grupo activo de universitarios y periodistas de inequívoca voluntad democrática”.
Un anuncio inquietante
Así titula don Manuel Jiménez de Parga el breve capítulo de sus memorias donde hace referencia a su anunciado asesinato.
“Sí inquietud es lo que turba la tranquilidad, una llamada telefónica el sábado 12 de abril de 1997 resultó inquietante y alteró la serenidad familiar
A media mañana de ese día me telefoneó el Ministro del Interior para informarme directa y personalmente, antes de que la noticia apareciese en los medios de comunicación, de que acababa de descubrirse un piso ocupado por terroristas de ETA y que en la documentación encontrada por la policía había datos suficientes para vaticinar que, en los próximos días, quizá el lunes, día 14, yo sería asesinado.
La información que me facilitaba Jaime Mayor Oreja, preocupado en su profunda cordialidad, no era de las mejores que uno recibe a lo largo de la vida. Pero procuré mantener en casa una apariencia de tranquilidad sobre todo para que María Elisa, mi queridísima compañera y eficaz colaboradora durante más de 50 años, no se desequilibrara. Solo transmití la conversación del ministro a mis tres hijos varones y a los dos yernos que estaban cerca”.
Días después, don Manuel escribió un artículo ampliamente difundido, dando gracias a Dios por haberle concedido, para estar con sus hijos y nietos, “Un suplemento de vida”.
- Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista, miembro de la Orden al Mérito Constitucional
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