«El tesoro del Vita» datos del expolio histórico-artístico en 1938 por Negrín y Prieto – Ernesto Burgos
Con el oro del “Vita”
Republicanos de las Cuencas se beneficiaron del tesoro llevado a México desde el puerto fránces de El Havre.
Indalecio Prieto
El tesoro del yate «Vita» tomó rumbo a México para hacer lingotes del patrimonio artístico español. Juan Negrín rubrica el primer episodio e Indalecio Prieto el segundo. Dos líderes del PSOE enfrentados en la guerra y el exilio. Dos iconos de la República ignorando el artículo 45 de la Constitución de 1931: el Estado debe salvaguardar «toda la riqueza artística e histórica del país, sea quien fuere su dueño, constituyendo el tesoro cultural de la Nación… que podrá prohibir su exportación y enajenación y decretar las expropiaciones legales que estimare oportunas para su defensa».
Juan Negrín, en su exilio de Dormers (Reino Unido) en 1944.
La historia del tesoro del “Vita” está por hacer, tal vez porque sus consecuencias todavía podrían salpicar la política nacional. Es un caramelo para los historiadores neo-franquistas, pero el asunto les queda grande y sus conclusiones, como siempre, no pasan del insulto y la difamación sin aportar nada nuevo.
El “Vita” era un barco, viejo y de mediano calado, que se encargó de llevar hasta México desde el puerto francés de El Havre 120 maletas llenas de joyas y materiales controlados por la Caja General de Reparaciones republicana, oro, objetos de altísimo valor sacados de catedrales y del Palacio Real, colecciones de la Casa de la Moneda y del Museo Arqueológico, depósitos del banco de España, alhajas de los montes de piedad e incluso reliquias religiosas y también parte de las reservas propias de la Generalitat de Catalunya.
El encargo lo había hecho en París Juan Negrín, director del SERE (Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles) una de las dos organizaciones junto a la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), en la que mandaba Indalecio Prieto, su rival político con el que repartía la querencia de los militantes socialistas.
La llegada del barco al puerto de Veracruz el 28 de marzo de 1939 fue un episodio surrealista. Allí debía estar el doctor José Puche Álvarez, responsable elegido por Negrín para hacerse cargo del fabuloso envío, pero cuando el capitán bajó a tierra nadie acudió a recibirlo y tuvo que buscar a quien quisiese hacerse cargo de las maletas. Fue el momento de Indalecio Prieto, que rápidamente se dio cuenta de que el destino ponía en sus manos un verdadero tesoro y le devolvía el poder que ya pensaba haber perdido para siempre.
Imagen del «Vita», el barco había sido un yate de lujo de 690 toneladas que había pertenecido al Rey Alfonso XIII con el nombre de “Giralda”.
Don “Inda” se puso en contacto sin perder un momento con el presidente de México Lázaro Cárdenas, amigo suyo, y le convenció de que era la persona adecuada para recibir y administrar la fabulosa carga del “Vita”. Una vez obtenida la autorización, el cargamento se descargó en el puerto de Tampico y fue llevado a Ciudad de México, donde quedó bajo el control de la JARE, que se convirtió de esta forma en la organización más importante del exilio.
A partir de este momento las riquezas fueron controladas por esta Junta sin ninguna interferencia por parte del Gobierno mexicano, hasta que en enero de 1941, el nuevo presidente Manuel Ávila Camacho, sucesor de Cárdenas, recibió la denuncia de una asociación de inmigrados en México, que se escandalizaban de la buena vida de Prieto, quien se paseaba luciendo un flamante “cadillac” mientras los que no formaban parte de su círculo pasaban hambre. El mandatario decidió tomar cartas en el asunto tras detectar algunas irregularidades que podían afectar negativamente a la comunidad española, como la fundición de monedas gran valor numismático para venderlas al peso del oro, así que sumió la administración de lo que aún quedaba, encontrándose con que no existía ninguna documentación sobre la parte que ya se había gastado.
Años más tarde, el dirigente de UGT Amaro del Rosal se lamentaba de esta situación haciendo públicos sus temores acerca de que una gestión irresponsable hubiese hecho perder muchos millones de pesetas al convertir en lingotes de oro o plata piezas de un incalculable valor artístico o histórico de las que nunca se supo su destino final.
A pesar de este hecho irrefutable que se puede atribuir siendo buenos a la incompetencia y siendo más críticos a la rapacidad de los hombres de Indalecio Prieto, el hecho es que el “Vita” sirvió para quitar muchas penas a los españoles. En este sentido el profesor mexicano José Fuentes Mares, ex rector de la Universidad de Chihuahua, en mayo de 1975, a punto de sacar al mercado un libro sobre este asunto, contaba sus impresiones en una entrevista publicada por la revista “Tiempo de Historia”: “Parte del tesoro se invirtió en llevar refugiados a México (de unos ocho a diez mil en total) y no sé si a otras partes de América, y en el sostenimiento de otros refugiados. Sabemos también que se instalaron fábricas, se constituyó una financiera hispano-mexicana y se compraron extensos terrenos en el estado de Chihuahua, ganadero por excelencia, donde se instalaron granjas para que pudieran trabajar los españoles. Pero el experimento fracasó y los mismos españoles se deshicieron después de esas tierras, vendiéndolas poco a poco a particulares. ¿Pero la totalidad del tesoro del “Vita” se invirtió en eso? No se lo puedo decir”.
Y es que las diferencias fueron patentes. Por un lado dos socialistas de prestigio, el ex diputado Juan Sapiña y el dirigente e ingeniero cordobés Máximo Muñoz, en una fecha tan tardía como 1950 presentaron sus quejas en un informe ante el Congreso del PSOE en Toulouse y en el periódico mejicano “Excelsior”. Según ellos Indalecio Prieto y los suyos habían amasado grandes fortunas, mientras los demás tenían que buscarse la vida. Como consecuencia los dos fueron expedientados y expulsados del partido.
Sin embargo, la suerte de los asturianos en su mayoría parece que fue otra y encima tuvieron que cargar con las culpas de los demás. El mismísimo Belarmino Tomás, según su nieto Rafael Fernández Tomás, acabó vendiendo alpargatas y sufrió la humillación de escuchar a un vendedor que le ofreció trabajo en la empresa Donay S.A. sin saber quien era, esta lindeza: “qué bueno encontrar a una persona tan trabajadora y honesta como usted, porque mire, hasta aquí ha llegado cada uno… Fíjese, hay uno que se robó todo el dinero de Asturias. Un tal Belarmino Tomás”.
El presidente de México Lázaro Cárdenas del Río, (Jiquilpán, 1891 – Ciudad de México, 1970).
Amigo personal de Indalecio Prieto, tuvo una muy significativa acogida a los refugiados republicanos españoles a la llegada del barco al puerto de Veracruz (México) el 28 de marzo de 1939
Lo innegable es que algunos de los nuestros se beneficiaron de la cara amable del “Vita” reflejada en los embarques de refugiados desde Francia a Veracruz. En la primavera de 1939 y a instancias del SERE ya había zarpado de Marsella el “Sinaia”, con 1.620 refugiados, de los campos de concentración del Rosellón y del Pirineo oriental (Bram, Argeles-sur Mer, Barcarés y Saint Cyprien); en junio lo hizo el “Ipanema”, desde Burdeos con otros 998 pasajeros y en julio el “Mexique”, con 2.067, por citar los más importantes, pero a partir de 1942 fue la JARE quien ya pagó los tres viajes del “Nyassa”, el barco en el viajó el inevitable socialista mierense Jesús Ibáñez.
El “Nyassa” era un trasatlántico portugués de 9.000 toneladas que también recogió hombres en Casablanca antes de dirigirse al puerto de Veracruz. Ibáñez logró su pasaje para el 22 de mayo de 1942 y junto a él embarcaron más de un millar de españoles, entre los que se encontraba la cúpula del nacionalismo vasco y otros asturianos como Antonio, uno de los hijos de Manuel Llaneza o el periodista langreano José María de la Torre Orviz, quien había sido cronista durante la guerra civil para Avance, y también “La Región” y “República” de Santander y “La Vanguardia” de Barcelona.
Antes de su viaje, el “Nyassa” ya había hecho otro desplazamiento en el mes de enero en el que los republicanos compartieron el pasaje con familias judías que intentaban escapar a la persecución nazi. Aquella expedición estuvo financiada en un principio por un comité israelita, pero ante la imposibilidad de completar el pasaje por la persecución que ya habían desatado los nazis contra su comunidad, tuvo que completarlo recogiendo en Casablanca a 136 españoles que pudieron pagarse el viaje ayudados por 5.000 francos por persona que les proporcionó la JARE y pudo llegar a tierras aztecas el 3 de marzo. Después el “Nyassa” hizo un tercer viaje en septiembre de 1942.
Ya en tierras americanas, Ibáñez colaboró en varias revistas y pudo escribir sus memorias, pero antes logró un empleo como vigilante nocturno en una de las pequeñas fábricas que se habían montado en México con el dinero del “Vita”. En este caso se trataba de una destilería de tequila y el puesto le duró poco, pues sus compañeros notaron que cuando dejaba su turno siempre faltaban algunas botellas y al investigar el caso se llevaron la sorpresa de ver como el anárquico mierense solía hacer por su cuenta repartos gratuitos entre los más pobres para que estos también pudiesen tener algún momento de felicidad en sus amargas vidas.
Por su parte Antonio Llaneza también vivió humildemente colaborando en toda clase de periódicos y revistas, entre ellas la prestigiosa “Revista de América”, donde fue durante varios años analista internacional.
Los protagonistas asturianos de estas historias ya han fallecido porque el tiempo no perdona. Indalecio Prieto murió en México en 1962, pero sus restos fueron traídos hasta la tumba familiar del cementerio civil de Derio, en Vizcaya. No sé, aunque lo he buscado, dónde fue a parar Jesús Ibáñez.
FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
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