Antonio Burgos: "Que un Parlamento autonómico proponga
como presidente a un sedicioso, cobardón prófugo de la Justicia, no es un
referente. Es una desgracia"
Puigdemont copa este 24 de enero de 2018, día de San
Francisco de Sales, patrón de los periodistas, las tribunas y editoriales de la
prensa de papel. El viajecito a Dinamarca del expresidente catalán y prófugo de
la justicia española ha dejado retratado al político al que ya sólo le quedan
los juegecitos y numeritos de artificio para que alguien le haga caso.
Santiago González, en El Mundo, le mete una buena dosis de
espabilina a Carlos Puigdemont por dárselas de culto cuando es más zote que
Belén Esteban:
Una de las virtudes más útiles para un tonto es el
desacomplejamiento, la desenvoltura con que maneja sus carencias y, en los
casos más sobresalientes, el ejercicio de la alteridad. El que fue presidente
de la Generalidad hasta el 27 de octubre de 2017 no es un hombre de saberes
renacentistas. Tampoco tiene conocimientos específicos, salvo rudimentos de
Filología catalana que aprendió en el C.U. de Gerona, donde empezó la carrera, pero
no la terminó.
ABC le recuerda a Puigdemont que su mayoría parlamentaria no
le libra en modo alguno de tener que cumplir sus causas con la Justicia
española:
A Puigdemont se le estrecha el cerco y es consciente de
ello. Por eso, su última sandez es exigir al Estado que se humille porque goza
de una mayoría parlamentaria suficiente para ser investido, como si eso fuese
un salvoconducto para violar la legalidad sin consecuencias. La perversión de
las palabras en Puigdemont es tan detestable como su desprecio por la
legalidad. Es él quien delira, y no el magistrado Pablo Llarena, que cumple con
su obligación de intentar que llegue a ser juzgado por todos los delitos
cometidos, y no solo por los que decidan el fugado o un juez belga o danés.
Antonio Burgos resalta que a Puigdemont le han convertido en
un referente de la ilegalidad suprema:
Puigdemont se ha convertido en un referente. ¿Referente de
qué? Pues referente del miedo del Gobierno central a poner sobre la mesa los
valores de la Constitución. Y referente de la tozudez de los «indepes» en
saltarse a la torera, como la suerte de la garrocha en un viejo grabado de
Goya, las leyes del Reino: la Constitución, el Estatuto de Autonomía de
Cataluña, las sentencias del TC y del TS y lo que haga falta. Que un Parlamento
autonómico proponga como presidente a un sedicioso, cobardón prófugo de la
Justicia, no es un referente. Es una desgracia. Que, encima, muchos ven como lo
más normal del mundo.
José María Carrascal deja a Puigdemont a la altura del betún
tras su despropósito continuo en el que que convirtió su viaje a Dinamarca:
Es un fulero, un vendedor de crecepelos, un peligroso
embaucador que amenaza no sólo a España sino también a Europa y, más que a
nadie, a quienes le creen. Puigdemont no es que tenga encima paja y polvo,
tiene un estercolero.
El editorial de La Razón es claro a la hora de sumarse a las
tesis del Gobierno de tener todo atado y más que atado a la hora de recurrir a
los tribunales ante la investidura de Puigdemont:
El Gobierno considera que no es suficiente la publicación
del candidato Puigdemont en el Bolentín Oficial del Parlament para pedir su
suspensión cautelar ante el TC. El Gobierno no quiere cometer errores, a
sabiendas de que los independentistas están buscando precisamente un fallo a su
favor del Alto Tribunal o una sentencia que no cuente con la mayoría de
magistrados. Si Puigdemont provoca una investidura de manera que haya que
esperar a la celebración del pleno para saber si el candidato está o no
presente, éste puede ser el momento para presentar el recurso al comprobar que
se busca una investidura telemática.
Alfonso Ussía define de manera clara lo que ha hecho
Puigdemont en su periplo danés:
Por si me distraigo y se me olvida. Puigdemont ha hecho el
payaso en Dinamarca y el magistrado Llarena no ha caído en la trampa.
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