La contaminación lumínica impide que veamos las estrellas y afecta perjudicialmente a nuestra salud
La Tierra brilla más que nunca y, aunque pueda parecerlo, no es una buena noticia. Se debe al crecimiento de la contaminación lumínica que, desde 2012 aumenta un 2,2% anualmente. Así lo recoge el estudio de un grupo de investigadores europeos y estadounidenses que han utilizado las imágenes del satélite Suomi para medir la cantidad de luz artificial emitida desde la Tierra en estos últimos cinco años.
Según el informe, la polución lumínica se ha disparado. El motivo: la mala utilización de las bombillas LED. Esta tecnología, pese a la revolución que ha supuesto por ser más eficiente y barata, está provocando un efecto rebote.
Desde hace unos años los países han ido sustituyendo las tradicionales bombillas de sodio por LEDS, muchas veces sin estudiar previamente cuál debe ser la iluminación correcta para cada sitio.
El informe pone como ejemplo países que, para sustituir una bombilla de sodio que ilumina la calle, han colocado tres LEDS en su lugar sin ningún tipo de regulación ni medición de su intensidad. El efecto rebote y el aumento del consumo de energía en lugar de su ahorro, nos ha llevado a esta situación.
De hecho, en sus inicios, muchos gobiernos decidieron subvencionar a las empresas que utilizaban este tipo de tecnología, multiplicando así su uso y excediendo en muchos casos el número de lámparas necesarias.
El crecimiento de la contaminación lumínica se debe, también, a que cada vez son más las regiones que cuentan con un mayor umbral de iluminación. Países como América Latina, África o el sudeste asíatico que, anteriormente partían de umbrales mucho menores han visto en los últimos años aumentar su alumbrado.
El aumento de la población mundial y por ende, del consumo eléctrico, ha contribuido al cóctel de ingredientes necesarios para que se dipare la contaminación lumínica. Las consecuencias no pasan solo por unas noches más iluminadas que nos impidan ver las estrellas. La polución tiene efectos negativos en el medio ambiente, en las especies animales y en las personas.
Algunas de las consecuencias recogidas en el informe citan, entre otras muchas, afectaciones en el sueño de las personas o en la migración y reproducción de las aves. También efectos nocivos para las especies nocturnas que representan el 30% de las especies de vertebrados y el 60% de los invertebrados.
Pero no está todo perdido. Al menos, eso dice el estudio. Todavía estamos a tiempo de revertir la situación.
Los investigadores proponen llevar un control de emisiones de luz como se hace con las de CO2 y desarrollar políticas de alumbrado inteligente. Por ejemplo, en lugar de iluminar una calle con cinco bombillas deslumbrantes, que consumen mayor energía, utilizar siete de luz tenue y poco espaciadas.
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