Los discípulos de Goebbels – Manuel del Pozo
¿Por qué acaudalados empresarios catalanes han respaldado a los perroflautas de la CUP que quieren convertir Cataluña en una comuna marxista-leninista? ¿Cómo es posible que miles de catalanes se hayan creído a pie juntillas la Arcadia feliz prometida por el iluminado Carles Puigdemont? ¿Por qué se han tragado sin rechistar las burdas mentiras de que “España nos roba” y de que “España no nos quiere”?¿Por qué los jóvenes están dispuestos a echar por tierra su presente y su futuro saliéndose de Europa? ¿Cómo es posible que miles de ciudadanos sensatos de Cataluña participasen en un referéndum ilegal dando su respaldo al golpe de Estado perpetrado por la Generalitat?
Los secesionistas han copiado la estrategia de Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, que logró que la sociedad alemana cerrara los ojos ante el exterminio masivo ejecutado por los nazis. Goebbels es el autor de aquella famosa frase de que “si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
Los independentistas han logrado crear una atmósfera en la que nadie quiere asumir el riesgo de denunciar la violencia totalitaria del secesionismo, ya que ésta puede recaer sobre ti y sobre tu familia. A través del miedo es como una persona normal se convierte en cómplice y en verdugo del totalitarismo. Esta situación se vivió hace años en el País Vasco y ahora se repite con el catalanismo más radical.
¿Por qué los ciudadanos alemanes permitieron y colaboraron con el exterminio judío? Ésta es la ingenua pregunta que un alumno del Instituto Cubberley, en California, le hizo al profesor Ron Jones en 1967. Para responder, el educador puso en marcha un experimento real que ha sido objeto de varios documentales y películas, y de una afamada obra de teatro.
El movimiento de La Ola
La Ola fue el nombre del movimiento que Jones organizó en sus aulas y cuyo lema era: “El poder de la comunidad, el poder de la raza, el poder de la acción”. Creó un símbolo (una ola marina), un saludo, un carné y, por supuesto, una pegatina que todos los integrantes del grupo debían llevar en sus camisas. Ron Jones demostró cómo jóvenes estudiantes podían convertirse en pequeños nazis, y eso que en aquella época (1967) triunfaban los pensamientos libertarios de los hippies y las movilizaciones antiguerra del Vietnam.
A pesar de estas ideas revolucionarias, el concepto del grupo totalitario propuesto por el profesor acaba conquistando a los jóvenes alumnos y llevándoles a un extremismo despiadado. Vivieron en primera persona una mutación similar a la que llevó a la sociedad alemana a cerrar los ojos ante el exterminio judío. Causa estupor cómo los alumnos, que tenían la clase llena de pósteres del Che Guevara, abrazaron en pocos días y con tanto entusiasmo el señuelo totalitario urdido por el profesor. Jones consiguió manipular a los chavales a base de retorcer el lenguaje, de repetir las mismas mentiras una y otra vez, y de revestir conceptos como nación y comunidad con una tela imaginaria que resultó tremendamente atractiva para los alumnos. El movimiento La Ola tomó vida propia, los jóvenes se sintieron parte de un grupo exclusivo, eran superiores al resto de alumnos del Instituto, surgieron los chivatos, se delataba a los que osaban disentir de las normas del grupo…
Estafadores ideológicos
Este experimento demostró cómo con una buena dialéctica se puede manipular a un colectivo, especialmente a jóvenes que todavía no tienen bien apuntalada su personalidad ni sus ideales, y que necesitan canalizar sus frustraciones, sus desencantos o sus anhelos. Los políticos independentistas catalanes se han destapado como unos estafadores ideológicos que han logrado convencer a miles de catalanes de que la independencia es el auténtico paraíso en la tierra, el bálsamo de fierabrás capaz de solucionar todos los problemas. El más puro populismo, en versión secesionista. Los independentistas prometieron que aumentaría el empleo, subiría el nivel de vida de los catalanes y habría mejor sanidad, mejor educación y mayores pensiones.
También dijeron a sus seguidores que Cataluña era tan importante para España y para Europa que finalmente acabarían aceptando una independencia ordenada. Y que habría un aluvión de empresas que elegirían Cataluña como destino de sus inversiones.
Todo esto se ha derrumbado como un castillo de naipes, con la masiva salida de empresas de Cataluña y con el rechazo unánime de todos los países al reconocimiento de su ilegal proceso de independencia.
¿Pero cómo lograron que estas burdas mentiras se convirtieran en dogmas para miles de ciudadanos de Cataluña? Lo hicieron utilizando los diez principios de la propaganda nazi creados por Joseph Goebbels:
1. Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
2. Principio de transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
3. Principio de la exageración y desfiguración. Convetir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
4. Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
5. Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente. De aquí viene la famosa frase de Goebbels: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
6. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa.
7. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas.
8. Principio de silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
9. Principio de la transfusión. La propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
10. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.
Es terrorífico observar lo vigente que siguen hoy en día estos principios de la propaganda nazi. El separatismo catalán es un claro ejemplo de ello.
Origen: Expansion
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