Anda el Oasis catalán oculto tras una terrible tormenta de arena que apenas deja ver nada de lo que fue su placidez paradisíaca de otros tiempos. Todos se miran con interés, pero ninguno parece encontrarse en este lío del procés que acaba el 1 de octubre.
El gran desierto de la incomprensión y la incompetencia política rodea a los que habitan el oasis y amenaza con tragárselo si antes, los que en él habitan, no se lían a palos y acaban matándose los unos a los otros.
Se dice que la ex Convergencia trasmutada en PDeCAT no aguantará el envite del Estado y que varios de sus dirigentes harán algo inaudito en la política catalana:
Dimitir de un sillón en el Govern, provocando al hacerlo un terremoto de inmediatas consecuencias que lo paralice todo.
También se cuchichea por lo bajini, que Puigdemont y Mas no van a aflojar y que los suyo con la CUP es amor de verdad hasta que el Constitucional les separe, enviando a unos a Soto del Real y a otros al Puerto de Santa María, para así no romper la tradición republicana.
Se sabe además que el sociata Pedro Sánchez ha dejado muy mal sabor de boca en la Moncloa y que a muchos de sus votantes de Aragón para abajo no les ha hecho gracia su "sí pero no" a Mariano Rajoy -Don Tancredo del Lérez-, ya que ha rebajado a un segundo nivel el argumentario constituicionalista en defensa de la unidad del Reino de España.
Y ya sabe que en estas cosas hay que hilar muy fino porque, en una de esas, los votantes te dejan sin diputados si no hablas claro y con la verdad por delante, que diría mi admirado colega en la radio José Luis Fernández Abajo.
De momento, lo que hemos ganado para la "plurinacionalidad sanchista" es que, en este 7 de julio San Fermin, la ikurriña ondee en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona, donde la mayoría de sus ciudadanos no se sienten todavía vascos, ni formando parte de Euskadi, pero que al ritmo que van los políticos de Madrid, tendrán muchas posibilidades de pasarse a esa nacionalidad en cuanto Sánchez y Rajoy se vuelvan a liar con su día a día de la corrupción y los pactos con Podemos.
Luego, despertará Galicia, que pasará de reivindicar la "quinta provincia" -que tan poco gustaba a los bercianos pro-leoneses- a exigir otro referéndum independentista, recordando que la Guerra de los Irmandiños tuvo su inicio y epílogo en la tierra por la que pasa la Santa Compaña, ese mito espiritual al que estamos apuntados todos los españolitos cuando ya nada importe.
Vamos, que si los Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias -¡que pocas mujeres, por cierto!- no se espabilan, lo de la Caída del Imperio Romano va a ser un tema de menor cuantía.
Y como ya no existen genios con gracia como Indro Montanelli para llevar estos Nuevos Episodios Nacionales sin la épica de Galdós al libro impreso, mucho me temo que en los próximos meses no nos va gustar un carallo lo que leamos en los diarios,como tambien decían mis paisanos da Ponte-Caneda cuando le quitaron el agua de la traída que procedía del manantial de Guizamonde, de cuyo sabor y calidad habían disfrutado muchas generaciones de antepasados.
Así que, por favor, no pierdan de vista lo de la tormenta de arena en el Oasis catalán, porque luego vendrán otras de incluso mayor intensidad política y social que preceden a lo que los meteorólogos denominan ciclogénesis explosiva. Y eso es cosa que históricamente merece la pena contemplarse.
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