Discreción, Majestad, discreción: la Reina Letizia vuelve a estar “fuera de control”
Tensión en Palacio por la educación que la Reina pretende para las infantas Leonor y Sofía.
En concreto, doña Letizia trata de sabotear cualquier tipo de formación cristiana para sus hijas.
La Reina de España volvió a montar el número en la tradicional Misa de Navidad celebrada en Zarzuela.
Todo ello dentro de su tendencial animadversión a “políticos, curas y militares”.
Encima, su obsesión por la delgadez y el vegetarianismo empiezan a distorsionar la vida en Zarzuela, así como su agenda pública.
Pero, en el día a día, lo más preocupante es su querencia a estar siempre en el proscenio, a pesar de ser ‘sólo’ Reina consorte.
Dicho de otra forma: en su momento, Doña Letizia se cansó de ser Princesa de Asturias. Según fuentes de su propio entorno, ya se está cansando de ser Reina de España.
En contra de lo que resulta políticamente correcto pregonar, el año de interregno político, con un Gobierno sin formar, es decir, el curioso ejercicio político español de 2016, no ha servido para que la Reina Letizia se serene. Antes al contrario, su simpatía hacia Podemos y luego hacia Pedro Sánchez -‘compi’ de instituto- han disparado la tendencia de Su Majestad a situarse siempre en el proscenio, como centro de atención de todo lo que le rodea.
Vamos que la discreción nunca ha sido lo suyo. Pero llevaba cosa de año y medio más serena, justo desde que accedió al trono (el 2 de junio de 2014 abdicaba Juan Carlos I). La cosa se ha torcido a medida que avanzaba 2016, ‘annus horribilis’, donde el asunto se ha vuelto a “traspapelar”. Y recuerden: el año vencido ha supuesto una merma de prestigio para Felipe VI, incapaz de cerrar con éxito su poder moderador ante el enfrentamiento político y el guerracivilismo creciente en España.
Vamos que doña Letizia Ortiz parecía un poco más discreta, lo que no deja de constituir la base de la elegancia, al contrario que el exhibicionismo.
Por ejemplo, al jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, le molesta bastante que doña Letizia se empeñe en trabajar sus discursos al margen de la política oficial de la casa y que, encima, intente meter la cuchara en las intervenciones regias.
A otros monárquicos les preocupa más la cristofobia de doña Letizia Ortiz. Ya antes de que la Infanta Leonor hiciera su primera comunión, doña Letizia se empeñó en que no recibiera formación cristiana, fiel a su lema de los tres colectivos a los que su real persona no soporta: “políticos, curas y militares”.
La formación cristiana -que ella pretende atea- de sus hijas es, probablemente, de lo que menos se habla y la que más encontronazos ha provocado en algunos ambientes monárquicos. A fin de cuentas, la Infanta Leonor está llamada a ser la futura Reina de España, un país donde el 71% de los ciudadanos se confiesan católicos, con una historia monárquica donde se dan hasta canonizados (pocos, aunque haberlos haylos) y donde, en cualquier caso, abundan los católicos confesos.
Un detalle, doña Letizia volvió dar el número en la Misa de Navidad celebrada en Zarzuela, con su familia y los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía, con sus habituales gestos de desaprobación. Por ejemplo, ni se santiguó ni rezó el Padrenuestro. Debía dejar claro que ella es una agnóstica militante. O sea, su Muy Católica Majestad.
Al jefe de la Casa Real también le preocupa la nueva obsesión de la Reina de España: la obsesión por la delgadez y el vegetarianismo. Nada le importa que, al igual que la Reina Sofía, doña Letizia no consuma carne para conservar la línea, pero una cosa es eso y otra querer imponer a sus hijas esa misma dieta (por ahora no hemos llegado al dieta vegana pero nunca se sabe).
Y doña Letizia pretende llevar su obsesión por la delgadez a todos los españoles. Insiste continuamente, venga o no a cuento, aunque con poco éxito, en que los españoles deberían comer un solo plato en el almuerzo. No sabemos si lo conseguirá pero está claro que da la tabarra con la propuesta.
Además, últimamente, cualquier actividad ‘habitual’ en Zarzuela se convierte en problemática cuando interviene Su Majestad Letizia. Ejemplo: apertura del Teatro de la Ópera. Lo habitual, aquí y en toda Europa, para este tipo de ceremonias, es el traje de etiqueta para caballeros y el traje largo para las damas.
Pero en el Teatro Real se llevaron una sorpresa cuando la Reina le hizo saber que no aceptaba la norma de etiqueta: que iría de corto -fue de muy corto- y su marido -sí, habló en nombre del Rey- acudiría en traje de chaqueta.
Como asegura una fuente de su propio entorno: “Se cansó pronto de ser princesa de Asturias. Ahora, está empezando a cansarse de ser Reina de España”. Sobre todo, porque no es la protagonista.
Lo dicho: la Reina de España vuelve a estar tal y como definió un empresario muy próximo a Zarzuela, “fuera de control“. Discreción, Majestad Letizia, mucha discreción.
Eulogio Lópezeulogio@hispanidad.com
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