lunes, 25 de abril de 2016

Aquel que logre hacerse con el mando de la tele tendrá todo el poder

 
 

Aquel que logre hacerse con el mando de la tele tendrá todo el poder

Aquel que logre sacar la espada de la piedra será rey de Inglaterra” dice la leyenda arturica. Iglesias quiere ser presidente de España, por eso quiere controlar los medios, por eso insulta a los periodistas, por eso quiere hacerse con la espada del siglo XXI: la tele.
 
Pablo Iglesias y Arturo de la pelícla Merlín el encantador
Pablo Iglesias y Arturo de la película Merlín el encantador

Con un concurso te puedes hacer millonario (¿Quién quiere ser millonario?; Un, dos, tres… responda otra vez; Pasapalabra) y con los telediarios, acceder al trono (Leticia Ortiz). La tele te da la gloria –aunque sea efímera- y, sobre todo, el poder. Pero hasta el momento ningún político español lo ha entendido mejor que Pablo Iglesias.
El podemita, tan aficionado a la Edad Oscura y sus macbethianas luchas por el cetro (Juego de tronos), está interpretando el papel del joven Arturo y la leyenda de la espada en la piedra.

“Sólo aquel que sea capaz de sacar la espada será el amo y señor de Inglaterra…” Porque el Excalibur de la tele-democracia es el share; y el verdadero hemiciclo es el prime-time. El mando de la tele ha sustituido al puñal, de la época de los reyes godos, como arma para cambiar de monarca.
Por eso, Iglesias está todo el día en los platós, copando tertulias y rueda de prensa, y por eso trata de mangonear a los medios…
Primero, durante su luna de miel con los periódicos, tras aquella fulgurante victoria en las europeas de 2014, capitalizando portadas y columnas, que se hacían eco del ascenso meteórico de los morados; y últimamente, cuando se multiplican los casos de corrupción o las pruebas que refuerza su vinculación con el chavismo, tratando de amordazarlos/amenazarlos.
Pretende que los periodistas rindan cuentas a los Gobiernos en lugar de rendir cuentas a los ciudadanos
Afortunadamente las últimas encuestas pintan mal para Podemos. Eso y las luchas intestinas; el fracaso de su entente con el PSOE; su acercamiento a IU –que le puede pasar factura-; y, at last, but not least, la pésima gestión de los ayuntamientos donde gobierna, en los que se recuerdan más los escándalos, las polémicas y las extravagancias que los resultados económicos.
Pero se le ha visto el ramalazo, con el ataque de Iglesias a Álvaro Carvajal, periodista de El Mundo; y con la doctrina Bescansa, que pretende decir a los medios como deben hacer información política. Como si los periodistas debieran cuentas a los Gobiernos y no a los ciudadanos.
Ya sabemos a qué atenernos. Ya sabemos para qué sirve la libertad de expresión en manos del Arturo de la coleta: para repescar la censura y trocar la información en propaganda. Tomemos nota, de cara al futuro.
Los medios de comunicación son una obsesión para Iglesias, como Radio Sevilla era una obsesión para el General Queipo de Llano durante la Guerra Civil.
Los medios de comunicación son una obsesión para Iglesias –y algunos periodistas como Eduardo Inda-, como Radio Sevilla era una obsesión para el general Queipo de Llano, durante la Guerra Civil.
El general ganó la guerra radiofónica, como Franco ganó la guerra de los tanques y de los aviones. En la misma época en que Orson Welles aterrorizaba a América con La guerra de los mundos, y Goebbels convertía la radio y el cine en política por otros medios, Queipo de Llano convertía las ondas en un eficaz instrumento de propaganda y lucha por el poder.
Y eso es lo que pretende hacer el Queipo de Llano morado. Por eso dejó dicho, desde el principio que “las tertulias son mucho más importantes que los debates en el Parlamento. Los debates en el Parlamento ya no los sigue nadie”. Por eso, precisamente, por eso, pidió la vicepresidencia del Gobierno –de la que depende directamente RTVE- cuando trató de formar entente con el PSOE.
Hoy por hoy, no tiene fácil el asalto a la Moncloa, pero tanto si queda en la oposición como si, pasado un tiempo, se cuela en el poder a través de un Frente Popular, no dudará en amordazar a la prensa, controlar los medios estatales y amenazar a los privados.
Y preferirá antes la radio y la televisión que el Parlamento, al que desprecia Como Goebbels. Porque, siguiendo a Salvador Allende, el criterio último del periodismo no es la verdad sino la revolución.

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