sábado, 12 de marzo de 2016

La demoledora carta de la viuda de un senador socialista asesinado por ETA al amigo de Otegi

Bárbara Dührkop y Pablo Iglesias.
 

Barbara Dührkop, esposa del tiroteado Enrique Casas, le escupe en El País las verdades a la cara del líder de Podemos

 

"Me va a permitir que le diga cuáles son los verdaderos presos políticos. Todos a los cuales el dedo de su 'hombre de la paz' señalaba, mandándoles a la paz eterna"

 
La misiva es bestial y desgarradora. Una verdad sobre otra verdad. Así se expresa este 12 de marzo de 2016 la viuda del senador socialista Enrique Casas, asesinado por ETA, Barbara Dührkop en una carta reproducida por el diario El Pais y en la que lanza un mensaje claro e inequívoco al amigo de Arnaldo Otegi, Pablo Iglesias -Carta abierta a Pablo Iglesias-.
La exdiputada del Parlamento Europeo le recuerda al líder de Podemos que los verdaderos presos políticos son los que Otegi señalaba con el dedo para ser posteriormente asesinados. Precisa y contundente -El largo historial de Pablo Iglesias en apoyo del terrorista etarra Arnaldo Otegi-. Así arranca la carta:
Sr. Iglesias, permítame que le hable de un hombre andaluz-catalán, emigrante de los años 60 en Alemania y hermano de diez hermanos.
Él trabajaba de botones por la noche en un hotel para financiar sus estudios de físico en la universidad. Los emigrantes del lugar le llamaban "embajador" porque sabía leer, escribir y, además, hablaba alemán a golpe de diccionario. Gracias a ello, pudo ayudar a muchísimos compatriotas a gestionar sus papeles con la administración alemana.
Regresó a España en 1973 y se afilió en la clandestinidad al partido de Felipe González, porque había conocido la socialdemocracia alemana y eso era lo que quería para su país. Este andaluz-catalán se llamaba Enrique Casas Vilà y decía: "Soy andaluz de nacimiento, emigrante de necesidad y vasco por elección".
Recuerda que:
En 1982 Enrique Casas, socialista, fue nombrado senador por la Comunidad Autónoma Vasca. Su anhelo de otra España y su convencimiento político le costaron la vida el 23 de febrero de 1984, cuando fue asesinado en su propia casa. Fue víctima del totalitarismo de ETA por el solo hecho de no comulgar con las ideas del nacionalismo exacerbado.
¿Y por qué le cuento esto, Sr. Iglesias? Se lo cuento porque, como víctima, echo de menos en sus intervenciones, tan elocuentes y trufadas de referencias al pasado, alguna mención a estas páginas tan negras de la historia de Euskadi y de España. Puede ser que mi hemeroteca falle, pero no le he oído claramente respaldar ni considerar a los que sufrimos aquel horror. Solo me constan algunas acusaciones que ha realizado a otros partidos por la supuesta utilización del papel de las víctimas.
 
Lo que sí recuerdo fue su contestación a la pregunta que le formularon para condenar a ETA. No di crédito, Sr. Iglesias, cuando le oí contestar que eran otros tiempos, fruto de un conflicto político. ¿Pero usted cree que el asesinato de mi marido, el emigrante socialista andaluz, se justifica porque fueron otros tiempos? ¿Y a qué conflicto político se refiere? Sr. Iglesias, le recuerdo que en 1984, fecha en la que asesinan a mi marido, ya existía la democracia en este país. Pero no pienso entrar en su juego, Sr. Iglesias, porque los socialistas condenamos a quien lo justifica, y relativizarlo también es una manera de justificarlo.
Apunta que:
Sr. Iglesias, le confieso sin ambages que comparto algunos puntos del programa de su partido, pero me ha dolido su vuelta al viejo lenguaje de preso político ante la excarcelación de Arnaldo Otegi. Me va a permitir que le diga cuáles son los verdaderos presos políticos. Todos a los cuales el dedo de su "hombre de la paz" señalaba, mandándoles a la paz eterna. Y, por ende, a sus familiares a la cárcel del día a día de toda su vida: la cárcel de la ausencia.

Llevo casi cuarenta años viviendo en el País Vasco. Mataron a mi marido y durante 12 años tuve que llevar escolta por el mero hecho de ser socialista amenazada por ETA. Usted, Sr. Iglesias, solo conoce la historia por lo que ha leído o le han contado, pero nosotros la hemos sufrido. No le pido que se ponga en nuestro lugar, solo le pido que no lo haga en el de ellos.
Y sentencia:
Y termino, Sr. Iglesias. Soy de la generación del 68, estuve en París y Alemania, y aprendí en toda mi "euforia revolucionaria" -en mi humilde opinión- que el futuro no pasa por despreciar e ignorar el pasado, ni por intentar humillar al adversario político; el futuro pasa por buscar puntos en común. Creo, sinceramente, que reconocer los hechos del pasado sin rencor es reconocer que nuestro presente ya es el futuro y que eso debe ser la base para el entendimiento.

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