ASÍ FUNCIONAN LOS AYUNTAMIENTOS DE PODEMOS
'Kichi' posa con su traje de la comparsa 'Los mendas lerendas' en la noche del viernes.
'Kichi' posa con su traje de la comparsa 'Los mendas lerendas' en la noche del viernes.
Ni cobra 1.800 €, ni ha reducido asesores, ni ha parado desahucios
Al graderío más alto del Teatro Falla, el templo neomudéjar de los ladrillos coloraos de Cádiz, lo llaman el paraíso porque en el techo hay una pintura de Felipe Abarzuza que representa el Olimpo. Es el sitio de los chiquillos jóvenes, que desde allí cantan y riman: «¡Menos trabajo y más Carnaval!» y «¡Que bote el Kichi!».
El concurso de agrupaciones carnavalescas es explosión de alegría, vehículo artístico para el natural ingenio gaditano y simplificación fina o gruesa del debate político local, pero principalmente es espoleta de una actividad económica indispensable para la ciudad y formidable lobby, colosal apero de influencia social por la enorme proyección pública del Carnaval en toda España.
Entre los finalistas está un cuarteto bastante gracioso, sale el Cristo de El Enrollao y un monaguillo vestido de árbitro. El acabose ocurre cuando aparece una mamá con barba pelirroja carreteando un bebé que es un adulto disfrazado y anunciando, tras el correspondiente suspense, que el niño es hijo... «¡der Kishi!». El aludido se carcajea, los flashes se disparan, el Falla se muere.
Borja Romero, puro arte, inspiración desenvuelta, es uno de los protagonistas, tiene 24 años y explica el carisma iconográfico del Kichi entre la juventud de la capital con el 34% de paro: «Es uno más como yo, de la calle, que vive en el barrio de la Viña, que ha pasado hambre, que no tiene privilegios. Con verlo en un desahucio, ya hizo mucho más que la otra».
José María González Santos, el guapísimo Kichi, es el alcalde de Podemos muy querido entre la gente del Carnaval porque hasta hace un año era punta jurado -la posición más cercana al tribunal, por su expresividad y su voz atiplada- en la comparsa de Jesús Bienvenido.
Pese a haber insistido durante dos semanas, el alcalde rechazó conversar con este periódico, siquiera cinco minutos y alegando falta de tiempo -«¿Cuándo, pisha? Si mi agenda es un caos...»-, tras saber que se trataba de hacer un balance de su gestión al frente del Ayuntamiento. No tuvo problemas, en cambio, para dedicar el que fuese necesario a atender a todo tipo de medios que trataron su relación con el Carnaval en términos de ditirambo personal o de manera acrítica. El equipo de Comunicación de Podemos no iba a desaprovechar esta oportunidad: Kichi, rey del Carnaval; Kichi «llora como un chiquillo» por la letra de un pasodoble; A Kichi le salen dobles en el Carnaval; Kichi abronca a los ediles de la oposición por querer entrar en el teatro «por la cara». Y las fotos y los vídeos de esa sonrisa perenne, mirada chispeante, efigie de la comunidad popular, se hacen volar por las redes sociales. La popularidad es el poder.
El paroxismo de su forma de entender la política se alcanzó el miércoles, durante una semifinal, cuando cedió uno de los palcos del Falla a un grupo de ciudadanos sin hogar, con los que posó con atrevido desenfado. La situación se repitió en la final. A Julio Pardo, leyenda del Carnaval y eterno campeón de coros, le pareció muy mal: «Eso fue una estupidez. El Carnaval es una herramienta de propaganda fantástica. Pero una cosa es ser popular y otra, ser populista. Eso es hacer espectáculo con la caridad». El día que eso sucedía, el Ayuntamiento desalojaba sin miramientos de los bajos del Balneario, junto a la playa, a seis personas sin techo, deshaciéndose de sus pertenencias.
Kichi entró al Falla maquillado y vestido de rey, disfraz tomado de la comparsa en la que él mismo interpretó en 2008 Si yo fuera alcalde, mientras a las puertas protestaban los ocupantes de la Corrala de la Bahía, otro colectivo de desfavorecidos utilizado en su día para la foto. En una manzana abierta del barrio de San Severiano de Extramuros está el edificio, racional y sobrio, pintado de amarillo pálido.
Fue construido hace nueve años, la promotora quebró y los pisos fueron embargados por el Banco Santander sin salir a la venta. En enero de 2015, 28 familias con dificultades ocuparon las viviendas, llevando una treintena de niños. Un mes después, falleció un bebé y el asunto se convirtió en una prioridad política para Podemos en la campaña de las municipales.
'Ya me están diciendo lo mismo que la Teo'
Raúl tiene 30 años y un hijo de siete en la Corrala. Trabajó en la construcción, en la hostelería «y donde hiciera falta». Ahora, en nada. «Antes de las elecciones estaban todo el día aquí. Todo el día. El Kichi también. Nos dieron esperanzas. Que si iban a luchar por nuestros derechos, que si tenemos derecho a una vivienda digna, que si patatín, que si patatán... Vino una de pelo azul a recoger firmas, fotógrafos, cámaras... Y ahora que ya ha salido, ¿qué? Ahora nos dicen: 'Uh, es que esto tiene sus pasos...'. Ya me están diciendo lo mismo que la Teo, lo mismo, que me ponga a la cola del alquiler social...».
Una de las iniciativas que anunció el alcalde tras tomar posesión fue «darle una solución» a los ocupantes de la Corrala. En octubre, hartos de expectativas incumplidas, empezaron a movilizarse. Kichi publicitó entonces una carta al Santander en la que dice que el banco no «entiende de humanidad ni de derechos humanos» y que «una vivienda digna es también tener garantizados los suministros básicos de luz y de agua».
Estamos en febrero y la solución no aparece. No hay alquiler social, el juzgado ya ha anunciado el inminente desahucio y el Ayuntamiento, gobernado por quien garantizaba «ninguna casa sin luz ni agua», no ha ofrecido ninguna alternativa. Entretanto, en medio de Cádiz sobreviven desde hace más de un año 80 personas, entre ellas 30 niños, en viviendas sin luz ni agua. Para bañar a los críos, acuden a una fuente cercana con cubos y garrafas que luego calientan con una bombona. La electricidad mínima indispensable la obtienen con baterías portátiles, que se recargan conectando sus bornes a una pequeña scooter negra con el motor encendido. No hay lavadoras ni neveras: en verano la leche tarda dos horas en echarse a perder.
Lo llamativo es que las empresas suministradoras no son privadas, sino de titularidad municipal mayoritaria. Además, el edificio contiguo, pared con pared, es una concejalía de distrito -«Es tan fácil como tirar una alargadera»-. Tampoco les queda el tradicional recurso de enganchar un cable desde una farola, porque ha sido la Policía Local la que ha cortado la acometida de luz y permanecen apagadas incluso de noche.
«En Nochevieja sacamos una tele a la calle para comernos las uvas. La enchufamos a la farola. Y el Ayuntamiento mandó a dos municipales que quitaron la luz de toda la manzana. ¿Para qué quiero una carta si me quitas la luz? ¿Para qué me vale que venga el Kichi a darme una palmadita en la espalda? Hace un par de semanas vino a darnos ánimos. Yo lo llamo el palmaditas... Mira: el que te quiere ayudar, te ayuda. Y más si eres el alcalde. ¿No son tan radicales? ¿Cuál es la diferencia con los otros?», protesta Raúl.
La última queja alude a una antigua inquilina que él sospecha que podía ser una infiltrada para instigarles a movilizarse, primero, y a dejar de hacerlo en cuanto Kichi alcanzó el poder. Ezequiel Arauz fue uno de los fundadores de Podemos en Cádiz y confirma que fue así: «Decidieron meterla ahí para hacer una táctica de entrismo, que es típica del trotskismo. Se trataba de usarlos». Él dimitió en marzo de 2015, defraudado por la fagocitación de los círculos por Izquierda Anticapitalista, el núcleo del poder actual. Llevaba un año preparando el programa. «Kichi decía que no hacía falta, que cogiéramos cuatro cosas copiadas del PSOE y otras cuatro de IU. Decía: 'Si la gente nos va a votar igual, ¿tú no te das cuenta de que votan a Pablo?' Es todo una gran mentira», resume.
Kichi gobierna tras quedar segundo, después del PP, con 18.000 votos, un 28%. El PSOE local facilitó su investidura por orden de Ferraz, pero ahora mantiene con él una relación tormentosa que ha impedido sacar adelante los presupuestos de 2016. Su acción política se ha concentrado en la prioridad del cambio de hegemonía cultural -los símbolos, los gestos, las frases hechas, los eslóganes en Twitter, la teatralización- y en exprimir la visibilidad del cargo para consolidar una marca personal. Lo primero que hizo fue cambiar el retrato del Rey Juan Carlos de su despacho por otro de Fermín Salvochea, presidente del Cantón de Cádiz y popularísimo Santo de la Anarquía. A partir de ése, innumerables. Y siempre el sello de la cercanía, «no somos profesionales», Carnaval, Cádiz Club de Fútbol y ahora también Cofradía aunque se haya declarado ateo.
El sueldo de 1.800 euros
El alcalde prometió que su sueldo no excedería de 1.880 euros al mes, el que tenía cuando era profesor. Su salario ya no se lo paga el Ayuntamiento, porque el partido lo ha designado diputado provincial. Él dice que «renuncia» a cobrar como regidor, pero la realidad es que la ley le obliga a elegir y él escoge: el que sabe que no va a perder si hay una moción de censura, el que le permite tener otra asignación por grupo -que tiene un miembro: él- y el que le da la posibilidad de contratar a dedo a dos asesores: ahí ha puesto a la novia de su jefe de Gabinete, ambos residentes en Madrid hasta que se hizo con la Alcaldía, y a la pareja de su edil de Medio Ambiente. Es también el más alto: 62.000 euros anuales. Su equipo de prensa se encarga de difundir mes a mes que Kichi dona el «sobrante» a una asociación, siempre cercana a su esfera de influencia.
«Reducir drásticamente los cargos municipales de libre designación», decía el programa de compromisos de Podemos, dentro del capítulo de medidas para una «nueva ética de la representación política». Pues ahora hay 10 donde antes había ocho. El partido simuló además que a las cuatro primeras plazas se accedería por un proceso «inédito en 20 años», público, «transparente y abierto». «Contamos con vosotros para nuestro equipo», anunciaban para invitar a los ciudadanos a enviar su currículum. Recibieron 417 y los escogidos fueron todos de Podemos, tres de ellos miembros de la ejecutiva local. El Diario de Cádiz transcribió así la forma que tuvo la concejal María Romay de anunciar los nombramientos: «La Sandra, el Perico...».
Tras ganar las primarias con un 94,8% de los votos, Kichi proclamó que su prioridad sería «parar» los desahucios. Según el juez decano, los desahucios en 2015 han vuelto a ser alrededor de 200. Fue espectacular y convenientemente televisado el enfrentamiento que el alcalde mantuvo con la Policía para intentar evitar, sin éxito, el primero que tuvo que afrontar. Ya luego se supo que la arrendadora era una anciana gravemente enferma que necesitaba para subsistir los 400 euros de renta que llevaban dos años sin pagarle. Lo que sí ha hecho Kichi es poner por escrito un protocolo que él llama «antidesahucios» y que no los impide: es el que ya existe en otras ciudades para que el juzgado avise al Ayuntamiento con tiempo para que desarrolle una intervención social.
«Lo primero, el hambre», fue el titular que colocó en su investidura: «Acabaremos con la situación de emergencia social en 100 días». No ha habido ningún cambio significativo a ese respecto. La última semana de enero se destinaron a esos fines 95.000 euros, en la línea del año anterior.
La gestión 'no existe'
Empresarios, comerciantes y asociaciones de vecinos coinciden en denunciar que la gestión «no existe». El Ayuntamiento ha paralizado los dos grandes proyectos de inversión previstos para la ciudad. De un lado, la actuación urbanística para integrar el flamante Puente de la Constitución, que incluía un parking subterráneo y un mercado gastronómico en la estación; de otro, la modificación para liberar 300.000 metros cuadrados de suelo público frente a la playa y adjudicar allí un hotel para que Cádiz aspire a ser puerto base de los cruceros transmediterráneos. El equipo de Gobierno no ha sustituido esas iniciativas por otras, más allá de la aspiración genérica de apostar por «otro modelo de turismo social».
«No hay certidumbre porque no conocemos qué modelo de ciudad tiene ni qué ideas va a poner en marcha para atraer inversión, que es la única forma de crear empleo», dice Javier Sánchez, presidente de la Confederación de Empresarios. En el mismo sentido, Salvador Muñoz, de la Federación de Comerciantes, que además se queja de un perjuicio porque «movieron de sitio la Cabalgata y todavía no sabemos por qué».
«Lo más preocupante es la frustración que ha creado en muchos gaditanos que lo estaban pasando mal. Utilizaron a los empleados de las contratas municipales, a los parados... Prometía lo que sabía que no podía dar», afirma el portavoz del PP, Ignacio Romaní.
Podemos avanza en Cádiz: en las generales creció en 2.500 votos respecto a esas municipales. Es difícil que alguien pueda decirle en la ciudad del Carnaval a Kichi que tiene a todas las fuerzas vivas en contra: hoy él es el ídolo del paraíso.
Fuente: El Mundo
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