Todos los años, los españoles nos sometemos al masoquista ejercicio de leer la lista de las mejores universidades del mundo. Tan solo para comprobar, un año más, que entre las cien primeras no aparece ninguna española. Como detalle chusco, hace unas semanas varios periódicos andaluces celebraban alborozados, en un titular, que la Universidad de Sevilla ocupa el puesto 398 a nivel mundial.
Inevitablemente, al leer esos rankings, los españoles nos convencemos de que las universidades españolas son una mierda y muchos concluyen que España, por tanto, también lo es. Para sacudirnos un poco el masoquismo de encima, déjenme que les hable de otras listas.
Nuestras universidades, en efecto, no están entre las mejores, pero España y los españoles sí aparecen en un lugar destacado en muchas otras listas de excelencia:
- España se encuentra entre los 15 países del mundo con mayor registro de patentes.
- España es el tercer país del mundo en número de turistas por año, a no mucha distancia de Francia y Estados Unidos.
- Te vas a cualquier lista de los 100 mejores deportistas de todos los tiempos y en ella aparecen Rafael Nadal o Miguel Induráin.
- Entre los diez mejores equipos de fútbol del mundo hay actualmente cuatro españoles: Barcelona, Real Madrid, Sevilla y Atlético de Madrid.
- Uno se va a la lista Billboard de las 100 canciones de más éxito de todos los tiempos y se encuentra en el número 7 la canción Macarena, de Los Del Río, por delante de cualquier canción de los Beatles.
- Si compruebas la lista de cantantes que más discos han vendido en la Historia, allí aparece Julio Iglesias en el puesto 31: más de 120 millones de discos.
- Acudiendo a la lista de The Guardian de las 100 mejores novelas de todos los tiempos, ves que la encabeza El Quijote.
- Te vas a la lista Forbes de hombres más ricos del mundo y te encuentras a Amancio Ortega, el dueño de Zara, en el número 4.
- Si, en lugar de eso, vas a la lista Forbes de mayores empresas, allí están el Banco de Santander en el puesto 31 y Telefónica en el 86.
- Y, si queremos centrarnos en el ámbito académico, entre las 20 mejores escuelas de negocios del mundo, hay tres españolas.
Por tanto, España y los españoles destacan, y destacan mucho, en numerosos campos de actividad. El problema, por tanto, no es de España, sino específicamente de sus universidades.
¿Cuál es la diferencia entre esos campos de actividad en los que los españoles no tiene problemas para sobresalir, y el mundo universitario? Pues que en esos sectores donde los españoles destacan, la actividad es fundamentalmente privada: para sobresalir como cantante, o compositor, o novelista, o empresario de la moda, o gerente de una escuela de negocios, lo único que hay que hacer es crear un producto por el que la gente esté dispuesta a pagar dinero. Ahí no hay trampa ni cartón: si tu canción es una mierda, no venderás un pimiento, por mucho que seas primo de no sé qué personaje importante o amigo de no sé qué otro. Los contactos ayudan, pero la excelencia en el producto o servicio es imprescindible para el éxito.
En el mundo universitario español, por el contrario, como en tantos otros sectores intervenidos por el estado, el éxito y la progresión profesional están mediatizados por consideraciones que nada tienen que ver con la excelencia en el producto o servicio. Para obtener una plaza o subsistir en un departamento universitario, importa mucho más bailarle el agua a tus superiores y a tus pares, o hacer lobby político, que tu mérito real. Para obtener financiación para tu universidad o tu departamento, necesitas estar a bien con el político de turno. El amiguismo y la endogamia son el pan nuestro de cada día, la búsqueda de financiación estatal (y no de nuevos clientes) es la manera de subsistir y, como resultado de todo ello, la mediocridad se convierte en norma.
Perdónenme todos esos excelentes investigadores y profesores que pueblan nuestras universidades, que también los hay. No pretendo generalizar. Solo digo que muchas personas de mérito huyen de las universidades como de la peste, hastiadas de los juegos políticos y la falta de valoración de los méritos reales.
España funciona. Y los españoles demuestran en numerosos campos que son, al menos, tan innovadores, profesionales, sacrificados y trabajadores como cualquiera. Pero allí donde llega la larga mano del Estado, todo se vuelve burocracia, corrupción y anquilosamiento.
Si las universidades españolas funcionaran como un negocio, y no como un dispensador de puestos de funcionario, nos metíamos entre las cien primeras universidades con solo chasquear los dedos.
¿No sería hora de pedir que el Estado sacara sus sucias manos de las Universidades y las dejara funcionar?
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