jueves, 6 de agosto de 2015

COLUMNAS A LA SOMBRA DE AGOSTO

Pablo Iglesias.
PD
 
 

Alfonso Merlos hace sangre con el retroceso de Podemos: "¿Dónde se halla el ascenso de estos ufanos chicos, los plusmarquistas de la arrogancia antisistema y del optimismo de Barrio Sésamo?"

Antonio Lucas: "Las fuerzas menguantes de Pablo Iglesias lo han contado todo tan deprisa y tan en tele que en este momento no saben qué contar, más allá de no contar con Grecia"

 
Variaditas de temas vienen las columnas de este 6 de agosto de 2015. El CIS, el sobrinísimo político de Manuela Carmena, Luis Cueto o las horas contadas que parece tener la jueza Alaya para seguir al frente de la investigación del gran fraude de este país, los ERE fraudulentos en Andalucía:
Arrancamos con el ABC y con la columna de Luis Ventoso. El articulista enfría cualquier ánimo que pudiera haber en el seno del Partido Popular respecto a la encuesta del CIS publicada el 5 de agosto de 2015. Sí, Rajoy ganaría las elecciones, pero su victoria sería aún más amarga (Pedrojota Ramírez dixit) que la de José María Aznar en 1996:
La encuesta del CIS merece ser considerada. El motivo que la convierte en la más fiable es sencillo: el Estado se gasta la pasta, con 2.500 entrevistas en persona y a domicilio, lo que arroja un margen de error del +/- 2% (las de los diarios suelen quedarse en mil entrevistas telefónicas y el error supera el 3%). Tras estudiarse bien la de ayer, Rajoy caminará meditabundo cuando hoy se levante al alba para su marcha rápida en bermudas por los pagos vírgenes de Doñana. Los datos no le dan para enfriar el champán. Incluso podrían dibujar sus últimas vacaciones en el palacio presidencial de las Marismillas.
Precisa que:
Cierto que el PP ha aumentado su ventaja sobre el PSOE: de 1,3 a 3,3 puntos. Y es verdad también que el partido del gran Sánchez tiene un pulso anémico: empeora en casi cuatro puntos el memorable castañazo de Rubalcaba en 2011. Pero el PP se puede volver a encontrar a fin de año con su amarga paradoja de mayo: una victoria insuficiente, honrosa, pero que al final lo desaloja del poder. El vicesecretario popular Maíllo, encargado de valorar el CIS, hizo bien evitando todo triunfalismo. Se limitó a un cauto «hay partido».
La victoria de Rajoy en 2011 fue de una contundencia excepcional, por el lógico hartazgo con Zapatero. Pero lo perdido por el PP en esta legislatura es mucho: Rajoy sigue 16,4 puntos por debajo de su espectacular mayoría absoluta. Y eso a pesar de que el trabajo de campo de la encuesta se llevó a cabo cuando ya se visualizaban los estragos del populismo de izquierdas, con el corralito griego y los vidriosos pactos Podemos-PSOE. Para visualizar el alcance del problema de Rajoy basta con señalar que el CIS le concede un resultado 11,2 puntos peor que cuando perdió con Zapatero en 2008 (aunque entonces todavía no le había brotado el callo de Ciudadanos y gozaba del monopolio del centro-derecha).
Y mete más el dedo en la llaga monclovita:
Si quiere amargarse del todo su espléndida mañana en Doñana, el presidente puede echar la cuenta que hemos hecho todos los aficionadillos: la suma de PP y Ciudadanos supone el 39,3% del voto, según el CIS, mientras que la de PSOE y Podemos arroja un 40,6%, que alcanza un 44,3% con la marchita IU. Hoy ya no cabe engaño: si a Pedro y Pablo les salen las cuentas, realojarán a Mariano en su piso de Aravaca aunque haya sido el más votado.
Concluye que:
Una economía en manos de Pedro y Pablo sería una verbena con resaca de las crudas. A Rajoy solo le queda esa carta: «O yo, o ya saben...». Si cala, seguirá. Pero para ello necesita más llegada audiovisual y un empresariado a la inglesa, valiente y comprometido con el que mal que bien es ya el único partido pro negocios.
Por su parte, Mayte Alcaraz pone el acento en el sobrinísimo político de la alcaldesa de Madrid:
Con la marcha de Antonio Miguel Carmona de la Portavocía municipal del PSOE, en Madrid solo parecen quedar voces femeninas: las de Manuela Carmena (Ahora Madrid), Esperanza Aguirre (PP), Purificación Causapié (PSOE) y Begoña Villacís (Ciudadanos). Sin embargo, en el Palacio de Cibeles quien más manda no es una mujer. Es Luis Cueto Álvarez de Sotomayor. El jefe de Gabinete ostenta muchos cargos en el ayuntamiento. Pero su distintivo mayor es que controla la agenda de la alcaldesa. Sin su firma, no hay visita, convocatoria, cita o encuentro de Carmena que llegue a buen fin. Hasta los más estrechos colaboradores de la regidora han de recibir el salvoconducto del oficialmente responsable de tres secretarías técnicas municipales, pero, en la práctica, alcalde en la sombra de Madrid.
Explica por qué decidió meter Carmena a Cueto a presidir Ifema:
Lo cierto es que mimando mimando a su sobrino estaba la alcaldesa cuando alguien le sopló al oído que 120.000 razones mantenían a José María Álvarez del Manzano al frente de la institución ferial de Madrid. De Ifema hizo llamar al exalcalde, al que desde entonces sentenció de muerte. Ahora es Luis Cueto el encargado de representar al Gobierno local en esta institución. Pero Cueto no ha desembarcado en el recinto ferial para colgarse otra medalla en la solapa, por más que moleste la condecoración a Maestre e Higueras, sino para otear qué se cuece allí desde tiempos de Gallardón. Y lo que ha visto parece que no le gusta.
Y como Cueto sabe de la Administración más que toda la lista de Ahora Madrid junta, no solo quiere asaltar Ifema, sino todos los entes públicos en los que el ayuntamiento tenga algo que decir. Porque la guerra por borrar cualquier resto del PP en las instituciones municipales ha comenzado. El sobrino de la alcaldesa es el encargado de detallarle quién, cómo y cuándo manda y ha de dejar de hacerlo. Cueto decide.
Y remacha que, pese a todos estos despropósitos, el partido de Pablo Iglesias poco ha bajado en el CIS:
Y digo yo, si Carmena va a poner en marcha a partir de septiembre una nueva web para que los vecinos hagan de concejales y el que parte el bacalao en el ayuntamiento es su pariente, ¿para qué queremos alcaldesa? Entre el nepotismo y la indolencia, poco ha bajado en el CIS de ayer Podemos.
Ignacio Camacho se centra en cómo Alaya va a ser sacada fuera de la pista que le conduciría a resolver el farragoso asunto de los ERE fraudulentos en Andalucía. Apunta que ha sido la propia jueza la que se ha pegado solita un tiro en el pie:
No la van a tumbar: la sacarán de la pista aprovechando, como los judocas, la inercia de su propio impulso. El descarrilamiento de Mercedes Alaya como instructora del sumario de los ERE está a punto y tal vez se consume este mismo verano. Con paciencia, tesón y esmero político, el aparato susanista ha logrado su objetivo estratégico de desactivar la macrocausa del fraude. Y lo ha hecho a partir de una decisión de la propia magistrada.
Detalla que ha sido la propia magistrada la que ha generado esta situación al pedir traslado a la Audiencia Nacional:
Fue Alaya la que solicitó el traslado a la Audiencia, y en ese momento pulsó el botón que accionaba el mecanismo para neutralizarla. Para ello la presidenta de la Junta decidió mantener al exfiscal Emilio de Llera en la Consejería de Justicia de su nuevo Gobierno, pese a que reunía el perfil más idóneo para presidir el Parlamento. De Llera, que sabe moverse en las bambalinas político-judiciales y conoce muy bien el mapa de la causa, es la pieza clave en la compleja partida de ajedrez que va a culminar en el apartamiento de la jueza. Ha hecho un encaje de ajuste fino y tiene listo el movimiento del jaque-mate.

Y remata que:
Esta estrategia paciente utiliza en contra de Alaya su propio método (?) de trabajo. Sus contradicciones, sus errores, sus decisiones espasmódicas y sobre todo su empeño indelegable, su terquedad en mantener bajo control un entramado procesal que a todas luces no podía abarcar. Durante cinco años, con una determinación de titanio, ha logrado poner patas arriba al régimen andaluz, hacer visible su trastienda clientelar y empapelar a su reciente nomenclatura jerárquica. Y luego, tal vez hastiada de su papel de heroína solitaria, lo ha echado todo abajo con una decisión de estricta índole personal, relacionada con el progreso de su carrera. Ha regalado el arma para liquidarla y ha abierto ella misma la brecha por la que van a desmontarle el tinglado.
En La Razón, Alfonso Merlos, como buen miembro del batallón de guardia de la Moncloa que diría nuestro querido El Fumador, ve con más optimismo los resultados del CIS:
Las políticas que se ha visto impelido a emprender el gobierno han sido difíciles y comprometidas, están dando resultados y generando seguridad. La ecuación parece sencilla pero, en el escenario más adverso, el Partido Popular ha conseguido rehacerse internamente y empezar a recuperar la confianza que parcialmente había perdido.

Y pone el acento en el retroceso de Ciudadanos y Podemos:
La tendencia es meritoria. Y es la que aparece en un retrato -el del CIS- de guarismos elocuentes. ¿Dónde está ese bipartidismo en retroceso, derrotado, alejado de la intención mayoritaria de voto de los españoles? ¿Dónde queda el trasvase de sufragios unidireccional del partido de Rajoy al de Rivera, esa fuga masiva, esa vía de agua imposible de contener desde Génova? ¿Dónde se halla el ascenso meteórico e irreversible de los ufanos chicos de Podemos, los plusmarquistas de la arrogancia antisistema y del optimismo de Barrio Sésamo?
Finaliza asegurando que:
Desde la izquierda extrema se ha vendido la piel del oso antes de haberlo cazado. Y el oso no sólo está vivo y con capacidad de defenderse, sino que es percibido como una pieza injustamente tiroteada por la artillería de una propaganda presuntamente regeneradora.
Y en El Mundo, Antonio Lucas se muestra escéptico e irónico con la encuesta del CIS:
La vena gorda del cambio parece que se desinfla, según el último horóscopo del CIS, y el bipartidismo vuelve como regresan algunas modas que nunca se fueron del todo. Será, al parecer, un bipartidismo interracial con guarnición de periféricos. El PSOE y el PP suben como opciones claras. Y lo más desconcertante: sensatas. Pero la sensatez en los asuntos del voto esconde pereza, temor al desafío, resignación y hasta un puntito de derrota. La sensatez electoral es la prolongación ambigua del Gobierno. De cualquier gobierno.
Incide en esa escasa fiabilidad de los sondeos:
La encuesta del CIS tiene la fiabilidad de las encuestas. O sea: depende de cómo pilles al interrogado. La encuesta y la urna son herramientas distintas con resultados desiguales. No se responde al teléfono como se vota. A un colega lo llamaron para un sondeo y les dijo que él era de «opción requeté». El encuestador, al no ver contemplada la opción en su plantilla, le ofreció la opción del PP. Así me lo contó y le creí. Eso también es una encuesta, algo distraído de contestar. Una petaca de indecisiones, mentiras y desvalimientos donde opina hasta el tío de la abstención.
Subraya los errores de los partidos emergentes:
El bipartidismo tiene algo de vicio que nos corrobora en lo nuestro. La sospecha de que somos un pueblo muy entregado al entusiasmo de hacer planes hasta que el furor decae y volvemos a arreglarnos bien con las ideas de toda la vida, comprobando con alivio que vuelve a no cambiar nada.
Algo normal cuando no existe (de momento) alternativa inflamable. La troupe de Albert Rivera juega fuerte para ser segundo en lo que sea (que es la forma más directa de tomarle la postura al fracaso); y las fuerzas menguantes de Pablo Iglesias lo han contado todo tan deprisa y tan en tele que en este momento no saben qué contar, más allá de no contar con Grecia.

Y remacha:
El horizonte de las generales está perdiendo sex appeal. Con la mierda incesante de la corrupción ya contamos. Y con la unión de fuerzas de la izquierda, también. Pero no es eso. Ni tampoco el malabarismo ficticio de la recuperación. Si el bipartidismo es indestructible será que se agotó antes nuestra cordura que su soberbia. Por eso confían en la sensatez nacional. Como aulló la distinguida Rita Barberá: «¡Qué hostia, qué hostia!». Al tiempo.

No hay comentarios: