Rato fue acusado durante años de recibir trato de favor de banca y empresas
Rodrigo Rato no tiene ahora los primeros quebraderos de cabeza a cuenta del entramado empresarial de la familia. Fue una constante fuente de preocupación desde la década de los noventa, cuando la crisis hizo mella en las cuentas de las sociedades y marcaron el inicio de su decadencia. Además, a lo largo de su etapa como vicepresidente y ministro de Economía, la oposición le acusó en no pocas ocasiones de que su alargada influencia había propiciado un trato de favor de banca y empresas. En los últimos años, la figura de Rato se resume desde ministro 'milagro' a ser diana de todos los males políticos y financieros.
La historia económica de los hermanos Rato hubiera podido ser muy diferente, y bastante más tranquila, si tras la venta de 63 de las 68 emisoras de la Cadena Rato a la ONCE, por 5.400 millones de pesetas (32,45 millones de euros) no hubieran destinado los fondos a inversiones inmobiliarias y a otras operaciones que con el tiempo se tornaron ruinosas.
En los años noventa, el patrimonio familiar se vio menguado por la crisis, que afectó al precio de los activos inmobiliarios. En 1997, con Rato ya en la vicepresidencia económica del Gobierno de José María Aznar, se produce el primer gran contratiempo: Cadbury Schweppes denuncia el acuerdo con Refrescos y Bebidas de Castilla (Rebecasa), propiedad de la familia. A la ruptura del contrato, que había sido precedido un año antes de otro conflicto similar con San Miguel, le sigue las retirada de la distribución del grupo de bodegas Berberana. En esta ruptura también tiene que ver que los Rato hubieran vendido a García Carrión el fabricante Jaume Serra.
Esto marca el final de Rebecasa y los empleados presentan una querella criminal por presunto alzamiento de bienes contra Rodrigo Rato, su hermano Ramón, su hermana María, y su cuñado, José de la Rosa, que no es admitida a trámite en el Supremo.
Lo sindicatos politizan la crisis empresarial y la oposición ve una buena ocasión de atacar al nuevo ministro de Economía, pero que queda en nada al alcanzarse un acuerdo con los trabajadores para una liquidación ordenada de Rebecasa. Las deudas con otras empresas del grupo Rato agudizaron la crisis de Rebecasa y el coste de su desaparición, el equivalente a unos 16,2 millones de euros, arrastrará a más empresas de la familia.
Dos años después, Banesto, donde los Rato llegaron a tener en décadas pasadas presencia en el consejo de administración, ejecuta la deuda de Fuensanta contraída con el banco y toma el 45 por ciento del capital, perdiendo la familia su hegemonía tradicional.
A principios de 2000 poco quedaba del esplendor pasado del imperio de los Rato. Muinmo, la sociedad que conservaba algunas emisoras de radio en Mallorca, era la única que se mantenía en números negros.
Precisamente un crédito concedido por HSBC a esta sociedad por 525 millones de pesetas, cuando el endeudamiento duplica los fondos propios, es utilizado por la oposición para intentar ligar a Rato a la crisis de Gescartera. Este banco fue utilizado por la agencia de valores para colocar dinero en paraísos fiscales. El PSOE piensa entonces que puede implicar al vicepresidente en esta trama y en una comparecencia de Rato en el Congreso anuncian que van a revelar otro supuesto escándalo.
En esa sesión los intentos de la oposición por asociarlo a la jefa de inspección que supuestamente paralizó un informe sobre el riesgo de Gescartera, así como al ex secretario de Hacienda, Enrique Giménez-Reyna, hermano de la presidenta de la agencia, con labores de asesoramiento en Fuensanta fracasan estrepitosamente y Rato parece "víctima" de una cacería política.
La oposición también denuncia que empresas privatizadas dan un trato de favor a firmas de la familia del político. Así, la agencia de viajes de los Rato, Ibermar, se convierte en 1997 en la agencia oficial de Aldeasa para la mayoría de sus desplazamientos, además de recibir una subvención del Ministerio de Economía. Repsol, por su parte, invierte 40 millones de pesetas en Muinmo, una cifra desproporcionada para el tamaño de la cadena.
De una saga asturiana de rancio abolengo
La familia de Rodrigo Rato Figaredo es una pujante estirpe asturiana emparentada con otros apellidos ilustres de la región, como Alvargonzález o Sela, y relacionada con los Tartiere, Herrero, Masaveu, Chávarri, Argüelles, Garnica, entreo otros, con los que colabora en productivos negocios.
El padre del ex director gerente del FMI, Ramón de Rato Rodríguez San Pedro posee una considerable fortuna al ser el continuador de una saga que se enriquece con las exportaciones de materias primas. La madre, Aurora Figaredo, pertenece a una familia con vastos intereses en la minería y los astilleros, que a principios del siglo XX constituyen las industrias más pujantes de Asturias.
Uno de los bisabuelos de Rato por parte materna, Inocencio Fernández, fundó junto a los Sela y los Tartiere, la Unión Española de Explosivos, luego integrada en Unión Explosivos Río Tinto, y el ferrocarril vasco-asturiano.
Pero fue la banca la que dio más proyección a la familia. Emparentados los Figaredo y los Sela, fortalecieron su presencia en Banesto. Vicente Figaredo, hijo de Inocencio y abuelo de Rodrigo Rato, funda junto a los Masaveu el Banco de Oviedo y participa en la creación del Gijonés de Crédito. Faustino Rodríguez San Pedro, uno de los bisabuelos paternos del ex vicepresidente, llegó a ser alcalde de Madrid en 1890 y ministro en tres ocasiones.
Ramón Rato, padre de Rodrigo, y dueño de Rueda de Emisoras Rato, continuó con los intereses bancarios al adquirir en 1953 Banco de Siero y Banco Murciano. También compra un banco en Suiza al que llama Banque Siero. En 1966, junto a su hijo Ramón Rato, ingresa en prisión acusado de tráfico de divisas. Indultado en 1971, logra recuperar las emisoras que le habían sido embargadas y durante los años ochenta es el propietario de una de las cadenas de radio más importantes de España: la cadena Rato.
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