jueves, 1 de enero de 2015

UNA FARSA MEDIEVAL

UNA FARSA MEDIEVAL

 

La polémica artificial sobre la Mezquita-Catedral se alimenta de dos mentiras pregonadas como excusa de un velado fin


A falta de corrupción, desempleo, ajustes y desajustes... O por carecer a estas alturas del año, por ejemplo, de un presupuesto de 390 millones en el Ayuntamiento de Córdoba para el próximo ejercicio y un paquete de ordenanzas fiscales a la baja aprobados (los dos documentos más importantes de la vida municipal), no cabe ya duda de que el principal problema de esta ciudad es la Mezquita-Catedral. Ha sido el comentario en las cenas de Nochebuena. Déjese de cuentos navideños. Usted no puede ser libre para llamar a las cosas como quiera en Andalucía. Y sepa que cualquier día de estos, llegará un consejero con acólitos laicos e incensario ideológico a su casa para pedirle que deje de gestionarla y que le entregue las llaves porque a partir de ahora usted será un extraño inquilino en su propio hogar sin razones que medien, solo el reparto de la bolsa de caudales. Aunque tenga su morada de dulce y repleta de vecinos y amigos, o sea la envidia del barrio. Digan las escrituras lo que digan. Cuente la historia lo que cuente. A falta de problemáticas reales, lo mejor es fabricar contiendas del medievo. Aquí estriba una de las claves de esta farsa. Mientras se quiere aplicar el ordenamiento jurídico de 2014 a una cuestión de 1236, la izquierda gobernante impone una batalla y dialéctica de la Baja Edad Media en pleno siglo XXI. De espaldas a una realidad crítica que se les cae a pedazos en sus cabezas. Mientras el CIS y otros sondeos sacan literalmente del parchís a esta izquierda revisionista, IU y PSOE se empeñan en jugar a los inquisidores y cazafantasmas. Muy moderno todo y útil (¿). Allá cada cual en su legítima aspiración política, pero sin que por delante se lleve el símbolo sentimental y turístico, el motor económico o el templo emblemático para más del ochenta por ciento de los cordobeses, católicos confesos. El daño está ahí y a quienes corresponda deberían ir midiendo hasta dónde nos va a pasar factura este disparate.
La farsa se alimenta de dos grandes mentiras repetidas y bien pregonadas como una excusa para lograr otro objetivo del que, por ahora, no hay claros indicios. La primera era la titularidad de la Mezquita-Catedral. En la jerga delictiva empleada: «el robo de un bien patrimonial del pueblo» por la Iglesia «egoísta y llena de privilegios». La cascada de argumentos históricos, jurídicos y hasta políticos, como el informe del Ministerio de Hacienda, sobre la propiedad del recinto parecen no haber servido para que la maquinilla propagandística frene con su mantra. Seguimos esperando el informe jurídico prometido por la presidenta de la Junta de Andalucía que iba a arrojar luz sobre las tinieblas.
La segunda falsedad se asienta sobre la gestión del monumento. Un uso y conservación que va a deparar el récord absoluto de visitantes a Córdoba y su emblema, que han sido reconocidos por la Unesco, elevando su reconocimiento internacional, y otros agentes turísticos. Que ha sido el principal defensor de esa «huella de la mezquita» incólume que también se reivindica en el nombre de las cosas. Tampoco ha servido para esta estrategia de acoso y derribo que empieza a parecerse a las primeras bocanadas sobre Cajasur. Y que un consejero de Turismo, que debe ser consciente de éstos y otros ítems turísticos, venga ufano a dar la Nochebuena con un ultimátum sobre la Mezquita-Catedral, escoltado, curiosamente, por los candidatos de IU y PSOE a la Alcaldía —que siguen en la nómina que pagamos todos los andaluces— ofrece la foto real de la cuestión: ¿política al servicio de qué y de quién...?
¿Por qué no llamamos a las cosas por su nombre y asumimos responsabilidades sin compartir excusas...?

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