martes, 18 de febrero de 2014

El jefe de UGT-A mantuvo a la responsable del Área de Mujer "porque le daba masajes"

El secretario general de UGT-A (d), Manuel Pastrana, y Cándido Méndez
 
Lleva nueve meses retirado de manera oficial, pero sigue controlando con mano férrea la UGT-A. Manuel Pastrana, secretario general de este sindicato en Andalucía durante 15 años, utiliza cada vez que desea el chófer oficial, tiene a su disposición su antigua secretaria (María Luisa Lucas) y ha organizado toda la estrategia sindical desde su casa de Sevilla Este, donde recibe a la actual Ejecutiva y a su secretaria general, Carmen Castilla, títere de Pastrana y paracaidista en el sindicato.
 
En sus dos últimos años de mandato (dejó el cargo en mayo de 2013) no estuvo más de dos meses seguidos trabajando en su despacho de la calle Antonio Salado de Sevilla, la sede regional de UGT. Se lo impedía una grave enfermedad degenerativa de columna que le ha reducido de manera importante su movilidad, con continuos ingresos en el hospital Virgen Macarena, donde conoció a Castilla.
 
Sentado delante en la mesa de una cafetería del barrio sevillano de Los Remedios, Germán Domínguez, miembro destacado del núcleo duro de Pastrana durante nueve años, en los que llegó a ser secretario de Formación, rompe su silencio en El Confidencial al radiografiar el modus operandi del (¿ex?) líder ugetista y cómo diseñaba las Ejecutivas del sindicato “en su propio beneficio, siempre pensando a qué personas les podía sacar cosas. Mangoneó la UGT convirtiéndola en su chiringuito”.
 
Ocurrió hace un par de años, en un hotel de Málaga. Pastrana, que recurría a la morfina para aliviar sus fortísimos dolores de espalda, pidió la ayuda de la enfermera Lola Gavilán. La entonces secretaria de la Mujer y vicesecretaria general de Relaciones Socio-Laborales, aparte de dar clases de inglés a los hijos de Pastrana, “siempre se desplazaba a los viajes con el secretario general para darle masajes privados”, según Domínguez, de 60 años, y afiliado a UGT desde 1976. Domínguez recuerda un breve diálogo:
– Dile a Lola que suba– exigía el sindicalista Pastrana.
– ¿Para qué tiene que ir Lola a la habitación de Manolo?– se preguntó Domínguez.
– Como está tan mal de la espalda…– le informaba un compañero.

Secretaria de la mujer… cuidadora
Gavilán no sólo le daba masajes, sino que era la encargada de ir a la farmacia a comprarle la medicación y le ponía las inyecciones. Le acompañaba en Andalucía y viajaba a las reuniones en Madrid. Le ayudaba a moverse (Pastrana utiliza desde ya años un bastón) por si necesitaba alguna cura. “Todas las mujeres de la Ejecutiva eran intercambiables. Sólo Lola estuvo todo el tiempo con Manolo y lo fue con un rol de mujer cuidadora y sólo porque le beneficiaba a él”, subrayan a El Confidencial fuentes de UGT-A.
Según relata Domínguez a este diario, Pastrana mantuvo en la Ejecutiva de UGT Andalucía a Gavilán por la dependencia del secretario general con los masajes. “Manolo siempre se mostraba como una persona gentil, humilde y honrada. Es un hombre con doble personalidad que utilizó la enfermedad para convertirse en un ególatra, con nepotismo absoluto”, lamenta el exdirigente sindical mientras apura su taza de té rojo.

Amenazas
“Yo sabía que algún día tenía que hablar. Me da vergüenza de mí, de muchas cosas que decía internamente, pero que no se sabían”, explica Domínguez, quien añade: “Gente del entorno de Pastrana me ha amenazado con llamadas telefónicas para que no dijera nada, pero yo nunca he tenido miedo”.
 
El exsecretario de Formación abandonó hace dos años la Ejecutiva tras criticar a Pastrana por el ERE que suponía el despido de 159 personas (y un ERTE a 57 trabajadores) en el sindicato, “una auténtica golfería que yo no podía permitir; he permitido muchas cosas, pero le dije que no podía hacer un ERE tan cruel y tenía que ser consecuente con sus ideas”. Domínguez y Pastrana discutieron. Se dijeron “de todo” y Domínguez, que había intentado agrupar a los críticos del sindicato, se fue de la dirección de UGT para dar clases de Literatura en un colegio sevillano.
 
Vendía honradez y no corrupción, pero de puerta para dentro conocíamos al auténtico Manolo: se hacía lo que él quería o se cogía unos cabreos impresionantes y gestos muy groseros”, asegura Domínguez, que resalta que Pastrana cambió a partir del año 2001, cuando empieza su segundo mandato. “Los cuatros primeros años fue mi amigo y era encantador, pero cuando se consolida en el cargo todo cambia”.

“No podemos permitir que se sepan los trapos sucios”
Manuel Pastrana estaba muy tranquilo hasta que, unos días antes de la celebración del congreso de UGT-A que aupó a Francisco Fernández Sevilla, el diario ABC destapó el gasto con Visa oro de 852 euros en una cena en Sudáfrica mientras anunciaba un ERE. En ese momento la candidatura crítica liderada por Germán Domínguez reunía los apoyos suficientes para desterrar el pastranismo, pero Pastrana consiguió convencer en un Consejo a todos los secretarios provinciales y sectoriales (con la todopoderosa FSP en cabeza) para que impidieran una candidatura crítica. “No podemos permitir que se sepan los trapos sucios”, afirmó Pastrana.
 
Cuando el exsecretario general empezó a sentirse mucho peor de salud, sindicalistas de UGT le piden que abandone el cargo y deje espacio a la sucesión, pero los más fieles le dicen: “Manolo es imprescindible”. “Yo le contesté”, relata Domínguez, “que no había nadie imprescindible; cuando le digo que se tiene que marchar se empieza a llevar mal conmigo. Se creía lo más importante”.
En 2002 incluso se planteó el salto a la dirección nacional del sindicato como recambio de Cándido Méndez. Le apoyaba Cataluña y la todopoderosa FSP (Federación de Servicios Públicos), de donde procede Pastrana. “Cándido nunca le perdonó que echara a Juan Mendoza [el aspirante a la dirección del sindicato en Andalucía que perdió por sólo cuatro votos frente a Pastrana]. Yo creo que también Manolo tenía celos de Cándido y quería a toda costa ir a Madrid, pero cuando se le reproduce la enfermedad él se da cuenta de que no puede embarcarse en esa aventura”, relata Domínguez a este diario.
 
El exsecretario de Formación pide que la juez Mercedes Alaya, magistrada del Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla, investigue a fondo la gestión de Pastrana. También las comilonas y fiestas a cargo de subvenciones, denunciadas ante la Fiscalía de Sevilla por UPyD. “Yo creo que todo esto que estoy denunciando no va a servir para nada, sólo para que me digan si estoy destrozando la UGT, pero son ellos los que han machacado el sindicato. Es muy difícil que quieran cambiar las cosas, tiene que ser la juez quien se meta de lleno, pero como tiene antes el tema de los ERE…”.
 





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