martes, 15 de octubre de 2013

Venezuela después de Chávez

La unidad del chavismo y la responsabilidad de Maduro, Cabello y Ramírez.



Hugo Chávez fallecía el pasado día 5 de marzo. Con él desaparecía un claro ejemplo de populismo tradicional que ha destruido las instituciones de Venezuela. Gobernó el país desde 1999 casi como si fuera un zar. Y lo ha dejado, al morir, al borde del colapso. VANGUARDIA DOSSIER analiza en esta monografía los desafíos a los que se enfrenta Venezuela sin Chávez y si, con la muerte de su líder, sobrevivirá el chavismo.
Soñó con un socialismo del siglo XXI que durase cien años, pero Chávez dejó una economía prácticamente en quiebra, un partido de gobierno desorientado y la oposición política más fuerte de toda América Latina. Su proyecto peligra (Corrales). Las bases del chavismo reclaman más espacios de discusión, de crítica y autocrítica, lo que conduce a una necesaria rectificación de las formas de acción política (Evans). Pero también es cierto que el reto de la oposición agrupada en torno a la Mesa de Unidad Democrática (MUD) es consolidar su democracia interna antes de encumbrar a Henríquez Capriles como su líder indiscutido después de su ajustada derrota frente a Nicolás Maduro, el candidato ungido por Chávez como su sucesor (Rodríguez Franco).
Venezuela es hoy un Estado que ha pasado de estar asentado en el ciudadano con su derecho de voto y sus derechos civiles y políticos a basarse en una legitimidad del poder popular. Se ha convertido en un Estado comunal (López Maya) en el que las fuerzas armadas se han desprofesionalizado, politizado e ideologizado, desnaturalizándose la institución armada con iniciativas como la creación de las Milicias Bolivarianas, un ejército privado del presidente de la república (Castillo). 
Este año, y a pesar de que el precio del barril de petróleo está por encima
de los cien dólares, la economía se está estancando, el país se enfrenta a una persistente inflación y a un desabastecimiento generalizado (Puente). La sobreevalución de la moneda, un primitivo control de precios, unas expropiaciones ineficientes y unas empresas públicas improductivas y corruptas han puesto al país al borde del colapso. El desafío de Maduro es romper ese triángulo, y lo está intentando: trata de adoptar una estrategia mixta de radicalización política con moderación operativa en el plano económico (León).
Porque Venezuela, después de expropiar 1.168 empresas entre 2002 y 2012, necesita ahora que vuelva la inversión extranjera: ha de duplicar la producción de petróleo y ni el Estado ni los inversores privados venezolanos disponen de los 250.000 millones de dólares necesarios para ello (Alayón). 
Por este motivo hay quien visualiza un acercamiento a Europa y a España
(Cardozo), cree que el entendimiento bilateral con Estados Unidos seguirá
siendo forzado, pero podrían llegar a restablecerse sus respectivos embajadores (Romero) y que los países vecinos de Venezuela pueden tener ahora la posibilidad de democratizar la era post-Chávez (Diamint-Tedesco). Otra cosa es que Cuba quiera seguir manteniendo el statu quo y el régimen de La Habana haga todo lo posible para apuntalar a Maduro (Mesa) y que Caracas siga viendo el mundo multipolar y estrechando.




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