jueves, 6 de septiembre de 2012

Los sindicatos exigen un referéndum sobre los recortes, pero no sobre sus suculentas subvenciones

Méndez y Toxo
 
Desde el primer día, este trasgo ha echado unas risas con la visión maniquea y patéticamente mágica que constituye la magra base intelectual de la izquierda, pero la cosa empieza a rozar lo patológico.
Desde el 15-M y el movimiento 'Occupy' americano, parece extenderse por la 'zona muerta' la idea de que, para arreglar el endiablado lío en el que nos encontramos, la solución está en salir a la calle y cogernos las manos y gritar rimas facilonas que no exijan mucho gasto neuronal. --Lea a Carlos Esteban en La Gaceta--
La izquierda moderna –no esa cosa viril y fiera de principios del siglo pasado– es muy de peli sentimental yanqui, de eso de que si deseas algo muy fuerte, muy fuerte, cierras los ojos y cruzas los dedos, las cosas saldrán como deseas.
Los sindicatos –el plural es una broma: UGT y CC OO son como Pin y Pon– piden un referéndum para que 'el pueblo' decida sobre los recortes.
Imaginamos que si sale 'no', el dinero fluirá alegremente, porque esa es la voluntad del pueblo. La realidad es opcional. Yo que el Gobierno envidaba más: aceptamos el referéndum pero, en nuestra veneración por la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, incluimos la pregunta de si quieren seguir financiando con su dinero a los sindicatos. ¿Hace?
'Público', por ejemplo, el diario digital del magnate inmobiliario y restaurador Jaume Roures, hace noticia de movimientos cuya respuesta a la crisis es, esencialmente, el pataleo.
Me entero por este heredero digital del diario de mis amores que "El 25-S se parte en dos", lo que no deja de dejarme perplejo teniendo en cuenta que no tenía ni idea de que existiera un 25-S.
Me aclara la entradilla: "La plataforma ¡En Pie!, que ideó la acción de protesta frente al Congreso, se desmarca de la coordinadora en la que confluyó el 15-M e insiste en su voluntad de permanecer en los aledaños de las Cortes hasta su disolución". Bueno, eso de que me aclara es un modo de hablar. Parece que la idea de este apéndice del 15-M consiste en pensar que si un puñadito de jóvenes 'indignados' ocupan el Congreso, eso deslegitimiza la voluntad de los veintitantos millones de españoles que colocaron allí a los diputados. O algo así.
Maspublico.com, que, como su propio nombre indica, es todavía más rojo, lo deja clarísimo con una columna de Jorge Riechmann, "El curso no debe comenzar". Está claro, ¿no? Protestamos porque el Estado no aporta lo suficiente para educar a los españoles y, para luchar contra ello, nos negamos a que se eduque a los españoles en absoluto.
Quienes conozcan mis opiniones sobre el sistema de enseñanza imaginarán que no vería en ello, si se prolonga lo suficiente, drama alguno. Al contrario: creo que tanto la formación como las oportunidades de empleo de los españoles se dispararía con una eterna huelga de los 'apparatchiki' de la enseñanza que convenciera al personal de la conveniencia de encontrar otros canales más eficientes, baratos y desideologizados de aprender.
Dice Riechmann: "Llamo a todos mis compañeros y compañeras docentes a presentar las clases universitarias, en este anómalo inicio de curso que no debe comenzar, no con la explicación de ninguna materia curricular, sino con un debate franco, crítico y abierto que aborde la situación actual". Padres, conciudadanos: esto es lo que están pagando con el sudor de su frente, en manos de estos doctrinarios están confiando la educación de sus hijos. No para que aprendan Matemáticas o Geografía, sino para que debatan de forma "franca, crítica y abierta". Previo pago, naturalmente.
La otra noticia relativa a la estrategia de esto-solo-lo-arreglamos-pataleando es: "'Yo no pago' resucita para protestar contra el encarecimiento del metro". Esto tiene más enjundia o, por decirlo así, es un poco menos intuitivo. La cosa es que, para quejarse de que no hay dinero para financiar lo público lo mejor es no pagar el transporte público.
Sin duda, eso debe de ser mano de santo con el déficit.
La ridícula solemnidad de esta versión infantil de la progresía probablemente impida a sus autores captar la ironía del primer párrafo de la noticia: "La acción ciudadana 'Yo no pago' regresa a la actividad tras las vacaciones con una nueva protesta contra la subida del transporte".
No pagar, ya ven, es un "regreso a la actividad". Se me ocurre que quizá este curso "regrese a la actividad" de no sacar la basura.
Estas llamadas a la desobediencia civil, al heroico no hacer y el glorioso no pagar, se basan en el cómodo sobreentendido de que los malditos burgueses no van a hacer lo mismo, que los empresarios explotadores seguirán pagando religiosamente cuando les toque y el sufrido contribuyente continuará asfixiándose para abonar hasta el último euro de los impuestos que les tocan. Porque el día en que la mayoría silenciosa, los millones de españoles que callan, trabajan y pagan se apunten al 'Yo no pago', los 'indignados' van a descubrir el verdadero, dramático precio de la desobediencia civil y, pueden apostar, no va a gustarles nada.

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