viernes, 9 de marzo de 2012

Andalucía se juega el cambio o seguir hundida en el cortijo de la corrupción

José Antonio Griñán y Manuel Chaves.


El CIS da ganador al PP, pero se teme una pinza PSOE e IU que mantenga a Griñán en el poder.

Las revelaciones de Laura Gómiz en unas grabaciones y las declaraciones ante la juez de Guerrero, ex director general de Trabajo, señalando directamente a Chaves y Griñán, demuestran que el Andalucíagate es una maraña corrupta con varias patas –Invercaria, falsos ERE– y una sola cabeza –la cúpula de la Junta–.
Sólo un centro neurálgico político, que estuviera al tanto de todo, podía conectar las distintas tramas cuyo objetivo era desviar fondos, bajo distintas capas como facturas falsas o créditos a empresas sin actividad, para favorecer a amiguetes. Ese centro neurálgico era el Palacio de San Telmo, habitado primero por Chaves y después por Griñán.
Si ya las cintas de la ex directora de Invercaria apuntaban genéricamente hacia arriba (“todos los que están por encima de mí”), la declaración del responsable de los ERE falsos señala expresamente a los presidentes socialistas de la Junta. A Chaves al contar que recibió una llamada desde su Gabinete para que solucionara una problema laboral de una empresa de limpieza, y a Griñán al contar que supervisó las transferencias ilegales de los fondos de la Consejería de Empleo.
Y no sólo los presidentes, sino también los consejeros estaban al tanto de la corruptela e incluso hacían un seguimiento. Es el caso de José Antonio Viera, ex líder de PSOE sevillano, que se interesaba por las operaciones que afectaban a su provincia y que incluso siguió concediendo ayudas irregulares cuando ya no estaba en el Gobierno; o de Gaspar Zarrías, secretario general del PSOE de Jaen, que controlaba todas las que se referían a su provincia. Guerrero fue categórico ante la juez: “Nadie del Gobierno andaluz puede decir que se haya hecho algo a sus espaldas”. Que Griñán no busque más excusas, tras esas declaraciones, debería dimitir él y toda la cúpula y su antecesor, Manuel Chaves, ofrecer explicaciones.
Después de treinta años de expolio sistemático de Andalucía, las cosas pueden empezar a cambiar con las investigaciones de la juez Alaya –que deberá esclarecer las responsabilidades penales–, y con las elecciones que pueden desalojar al PSOE del poder. Las encuestas dan ganador al PP, pero su victoria sería pírrica si no lo hace por mayoría absoluta.
Si simplemente la roza y el 25-M se repite la radiografía del sondeo del CIS publicado ayer –que da a IU una subida de 6 a 10 escaños–, los socialistas podían seguir en la Junta aliados con el partido de Cayo Lara. Esta subida de IU –que reedita el crecimiento que tuvo el 20-N– se explica por el trasvase de voto socialista y también por el espantajo del miedo a la “derechona” que esgrimen los antiguos comunistas. Una indeseable pinza que perpetuaría el neocaciquismo de los últimos treinta años y frustraría la esperanza de cambio que representa el PP. Pero el cambio es imprescindible.
Por eso resulta irónico que Rubalcaba dijera que en Andalucía va a comenzar a resurgir de nuevo la socialdemocracia. ¿Qué socialdemocracia? ¿La del cortijo donde una casta de señoritos –Chaves, Griñán, Zarrías y compañeros socialistas– han medrado a costa de una región con un 30% de paro?
Tiene gracia que el principal argumento electoral de Griñán en la campaña que empieza hoy sea explotar el miedo a un PP que va a recortar derechos sociales. El mismo que se ha visto implicado en un engranaje de desvío de fondos de dinero público para favorecer a los amiguetes.
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