jueves, 10 de noviembre de 2011

Centenares de personas dicen adiós al sargento primero Joaquín Moya

El sargento primero Joaquín Moya, fallecido el pasado domingo en Afganistán, fue despedido ayer en la iglesia de San José y Espíritu Santo por centenares de familiares, allegados y compañeros del Ejército, que abarrotaron el templo para asistir a su funeral e incluso se quedaron fuera por falta de espacio. Los padres, los hermanos y la pareja del militar cordobés se encontraban muy afectados por la pérdida, pero ya por la tarde tuvieron unas palabras de agradecimiento para "la familia, los vecinos y los compañeros, porque se ha portado todo el mundo fenomenal con nosotros". La despedida fue íntima, pero no por ello menos numerosa.
El sargento primero Joaquín Moya, fallecido el pasado domingo en Afganistán, fue despedido ayer en la iglesia de San José y Espíritu Santo por centenares de familiares, allegados y compañeros del Ejército, que abarrotaron el templo para asistir a su funeral e incluso se quedaron fuera por falta de espacio. Los padres, los hermanos y la pareja del militar cordobés se encontraban muy afectados por la pérdida, pero ya por la tarde tuvieron unas palabras de agradecimiento para "la familia, los vecinos y los compañeros, porque se ha portado todo el mundo fenomenal con nosotros". La despedida fue íntima, pero no por ello menos numerosa.
Media hora antes de la llegada del féretro casi un centenar de personas aguardaba en el lugar y el obispo, Demetrio Fernández, rezaba ante una de las imágenes. Compañeros de la base militar de Cerro Muriano, del Regimiento de Infantería Garellano 45 (donde prestaba servicio Joaquín Moya en Vitoria), militares de Badajoz y miembros de la reserva asistieron al funeral para despedir al joven sargento primero. Entre otros mandos, también acompañaron a la familia el general Teodoro Baños, jefe de la Brigada Guzmán el Bueno X (Córdoba); el coronel Luis San Gil Cabanas, del Regimiento de Infantería Garellano 45; el teniente coronel Romero, jefe del Batallón Flandes; el comandante Prieto, jefe de la unidad en la que trabaja el militar cordobés en Afganistán, y el brigada Conde (de su regimiento en Vitoria), que aseguró que "éramos compañeros y amigos".
Las personas que despedían a Joaquín Moya esperaban en la puerta de la iglesia la llegada de los restos mortales cuando tres coches fúnebres, uno con el cuerpo sin vida y los otros dos con numerosas coronas de flores, aparecieron en medio de un silencio total. Los allegados y los compañeros de las Fuerzas Armadas no pudieron contener sus lágrimas cuando los familiares del sargento primero portaron el féretro hacia el interior del templo. El obispo también había salido a la puerta para observar este momento.
La ceremonia religiosa comenzó con palabras de recuerdo para el fallecido y Demetrio Fernández afirmó que "a todos nos ha conmovido la muerte de Joaquín, que cumplía un servicio de paz y por esto nuestra patria le ha rendido honores de héroe". En esta línea, el obispo también destacó que "nos queda el dolor, pero también el testimonio de una vida entregada al servicio de la patria y que es por tanto un estímulo del amor a la patria que debemos sentir". El prelado reconoció, asimismo, la labor que el militar cordobés desarrollaba en Afganistán y que le llevó a "morir dando la vida por España y por la paz, lejos de su familia y de su tierra".
La pareja del fallecido, que es sargento y trabaja en la misma unidad, se había vestido de militar para rendirle honores con el resto de sus compañeros y portó el féretro a la salida de la iglesia junto a otros militares y allegados, y su hermano. Fue precisamente Rafael Moya quien, en nombre de su familia, agradeció el trato recibido en estos momentos difíciles, a pesar de que "imagino que el dolor no se irá en dos días", e hizo hincapié en "los militares que han puesto a nuestra disposición durante estos tres días, porque han tenido un trato exquisito con nosotros y nos han acompañado incluso cuando no estaban de servicio. Estos han sido el teniente Torres, el sargento Aguilar y las tenientes Eva y Raquel, que son dos psicólogas". Los asistentes rompieron en aplausos a la salida del féretro de la iglesia.
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