viernes, 13 de mayo de 2011

Juan Bernier,entre la pasión y la compasión

Editorial Pre-Textos publica la «Poesía completa» y el «Diario» del inspirador del grupo «Cántico»
     
ABC
 
                                   
El siniestro cuervo de la posguerra sobrevolaba con sus crueles alas el país, y como luego escribiría Jaime Gil de Biedma «media España ocupaba España entera». Hambre, heridas, dolor, tristeza. Sin embargo, en aquella gélida, sombría y desoladora paramera, algunos poetas intentaban hacer camino verso a verso, al margen de los endecasílabos imperiales y los sonetos a mayor gloria de Don Pelayo. En Córdoba, la cuna de don Luis de Góngora y Argote, a pesar de las penurias, del pan negro, de las llagas guerracivilescas aún recientes, pronto iban a correr buenos tiempos para la lírica. Porque allí iba a nacer el llamado grupo Cántico y la revista homónima, un ventanal abierto a la belleza de la vida y sus placeres, a la sensualidad, a la pasión, en aquellos tiempos en los que la visión de un hombro, de un tobillo, era pecaminosa herejía.
«Cántico» había tenido su precedente antes de la contienda, en la revista «Ardor», una panda de amigos devotos del arte y la literatura que se reunían en casa del profesor Carlos López de Rozas, en torno a una copa de vino y unos cuantos discos de pizarra, de ahí que a la tertulia se la conociera entonces como la Academia de la Gramola. Finalizada la batalla fratricida, el propio Bernier, quien había estado en el frente en un batallón de castigo reclutado por los nacionales, fue el impulsor de Cántico. En torno a él se reunieron los también poetas Pablo García Baena, Julio Aumente, Ricardo Molina, Vicente Núñez y los pintores Miguel del Moral y Ginés Liébana.
Se cuenta que los muchachos decidieron presentarse en bloque al premio Adonais y vistos los magros resultados prefirieron el camino de Juan Palomo y así decidieron fundar la revista «Cántico» en 1947. A propósito de este feliz alumbramiento, el mismo García Baena escribía: «Cuando todo se medía en imperiales endecasílabos, goce de los sentidos en la larga abstinencia de la Posguerra, cultivo de una actitud estética independiente». Muchos años después, Guillermo Carnero, uno de los primeros en subrayar la importancia de aquel movimiento cordobés subrayaba: «Es admirable que la llama de los jóvenes que fundaron Cántico supiera nadar por el agua fría de Garcilaso, de Espadaña, del existencialismo impostado y del mesianismo político».

Dos épocas

La revista se publicó en dos épocas entre 1947 y 1949, y la segunda entre 1954 y 1957. Vale la pena escuchar de nuevo a García Baena: «Buscábamos la recuperación de la imagen y la metáfora, tan desdeñadas por los secos poetas escurialenses de la época. Nada de esto era nuevo pero sí ponía sobre el humilde mantel de hule de los racionamientos el poder deslumbrante de Góngora, el erotismo decadente de los modernistas, el ritmo sugestivo y caudaloso de la Generación del 27. Una poesía expresamente impura e intensamente humana, visual, una plenitud armónica de intelecto y sentidos». Por sus páginas, también pasaron poetas extranjeros, impensables entonces en las publicaciones oficiales, como Gide, Pasolini, Eliot, Montale, Auden, Milosz. Fueron también de los primeros en recuperar a Cernuda, y en sus números incluso tuvo cabida la poesía social de Celaya, de Victoriano Crémer.
El grupo se agavillaba en torno a la figura de Bernier, quien sí ponía en sus versos el acento de la denuncia y un tono social. Juan Bernier (1911-1989) no dejó una obra especialmente extensa, pero su intensidad no deja lugar a dudas en libros como «Aquí en la Tierra» (1948), «Una voz cualquiera» (1959), «Poesía en seis tiempos» (1977) y «El tiempo del yo». Estos libros, más algunos poemas publicados en revistas, forman la «Poesía» completa del poeta cordobés, recopilada por primera vez por Editorial Pre-Textos, con prólogo y edición a cargo de Daniel García Florido. «A pesar de la altura y la importancia de su poesía, resulta incomprensible el abandono que la obra poética de Juan Bernier ha sufrido por parte de críticos -salvo honrosas excepciones- y editores», comenta el prologuista.
Además, la misma editorial publica íntegramente otro testimonio imprescindible de Bernier, su «Diario», que escribió entre 1937 y 1947, una obra de una importancia humana y cultural trascendental para comprender buena parte de cómo fueron aquellos años terribles. Su sobrino, el también poeta Juan Antonio Bernier ha sido el encargado de realizar la edición.
Por fin, una voz poética como la de Juan Bernier, que crece y se agiganta con el tiempo y la perspectiva, está sobre nuestra mesa. Como explica García Florido, «esperamos que una suerte de justicia poética acompañe a esta obra para que la personalísima lírica de Bernier -con la modernidad y la vigencia de los clásicos que la inspiraron- pueda llegar al lector de hoy sin dificultad, un lector activo que desprenda su espíritu vital y pagano, su mirada compasiva ante la insoportable levedad del ser humano: la injusticia e hipocresía social, la muerte, Dios o la angustia existencial del hombre ante el interrogante de sí mismo».

REBELIÓN

No hay comentarios: