sábado, 5 de marzo de 2011

Gadafi apoyó al nacionalismo andaluz y a los jornaleros del SOC mientras tuvo planes en el ladrillo

El líder libio, Muamar el Gadafi (EFE).

ANDALUCÍA ERA SU CABALLO DE TROYA PARA EUROPA

A medida que el pedestal de Gadafi se va hundiendo en el desierto de la historia, se descubre en Andalucía la relación de este líder esotérico con el incipiente nacionalismo del Sur que representó el PA de Rojas Marcos, los jornaleros del SOC de Sánchez Gordillo, diputado en la actualidad de IU, y el anhelo del libio por entrar en la Mezquita de Córdoba, con la figura de Mansur Escuredo al fondo, frustrado por el Cabildo Catedral. Son muchos los que tratan de esconder hoy la cabeza bajo el polvo del olvido para evitar ser relacionados con alguien a quien consideraron inspirador de sus causas, por su peculiar manera de entender el socialismo del Tercer Mundo a la luz del Libro Verde.

Cuando Alejandro Rojas Marcos, líder del PSA, partido que propugnó el nacionalismo a la andaluza, fue descubierto por causalidad por un turista sevillano en el aeropuerto de Trípoli, en 1978, no podía imaginar la trascendencia que iba a tener ese descubrimiento. Se hicieron cábalas sobre la relación del PSA con la revolución libia, sobre la financiación de este partido y, al final, el líder andalucista tuvo que reconocer que “Gadafi me ha confirmado personalmente que apoya nuestra alternativa auténticamente socialista, como Mitterrand nos apoya y nosotros apoyamos su proyecto de Unión de la izquierda”.

En el fondo de esta relación más que virtual yacía la idea del pasado musulmán andalusí como seña identitaria de un proyecto de nacionalismo andaluz. Y el PSA trataba de disputarle al PSOE-A el terreno de la izquierda añadiéndole además la marca nacionalista, algo que le permitió incluso conseguir un grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados con Rojas Marcos como figura relevante.

Un jornalero en Libia

Sin embargo, no sería ésta la única pica que el líder libio, visto hoy como un sátrapa sanguinario, puso en Andalucía. El Sindicato de Obreros del Campo, SOC, con dirigentes tan populares como el cura Diamantino, Francisco Casero, Diego Cañamero o Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y hoy diputado de IU en el Parlamento andaluz, se cobijó también bajo la túnica del libio y el descubrimiento de esa relación de nuevo tuvo lugar por casualidad.

Fue en Trípoli también donde se descubrió la estancia de Francisco Casero en los aledaños del palacio de Gadafi. Casero explicó su presencia en Libia asegurando que estaba allí para asesorar en el cuidado de los jardines públicos. Alguna premonición pudo suponer la confesión del líder agrario andaluz, pues en la actualidad el mismo Casero que frecuentaba Libia es presidente del Comité Andaluz de Agricultura Ecológica. Este líder social andaluz ha pasado a lo largo de su historia política de protagonizar la más sonada huelga de hambre de la comunidad autónoma a implicarse en la estructura oficial de la política andaluza asesorando sobre la conveniencia de desarrollar una agricultura respetuosa con el medio ambiente, es decir, ese factor tan utilizado hoy que se entiende como sostenible.

Tanta era la devoción de los sindicalistas del SOC hacia la causa de Gadafi que, con motivo de una anunciada visita del líder libio a Andalucía hace sólo tres años, frustrada después, los líderes del SOC, encabezados por Diego Cañamero, iban a estar entre las limitadísimas “autoridades” que tenían cita en la agenda protocolaria del líder libio. Al final, Gadafi no plantó su jaima en Sevilla, como estaba previsto, y el SOC se quedó sin recibir la buena nueva del ideólogo.

El coronel que hoy arenga a lo que le queda de país para que defienda su palacio ante el avance del pueblo tiene mucho que agradecerle a los sindicalistas andaluces, que basaron su acción política en la ocupación de tierras, entre ellas algunas posesiones de la Duquesa de Alba. El SOC fue el único colectivo social que defendió a Libia frente al bloqueo que en los años 80 sufrió el país que a punto está hoy de dejar de ser de Gadafi.

El caballo de Troya de Gadafi en Andalucía

El trasfondo de esta relación libio-andalusí se encuentra en la idea de Gadafi de conseguir la reconquista del Sur de Europa no ya con armas ni violencia, como él mismo dijo, sino con la mera penetración de decenas de miles de musulmanes. Tanto es así, que el líder libio ha llegado a asegurar con toda claridad  que “el Islam debe ser la religión de toda Europa”. Y todo apuntaba a que en esta estrategia del líder que promovió la idea panárabe con el Libro Verde en la mano, había encontrado en Andalucía un caballo de Troya en nacionalismos ingenuos y colectivos agrarios idealistas.

Sin embargo, no todo era personal externo a la causa. En todo islamista que se precie suele haber un anhelo vital de entrar en la Mezquita de Córdoba, y de no morirse sin conseguirlo, aunque sea de turista. Ya el presidente de Siria, Bashar Al-Assad, dio muestras de ello. Fue con motivo de la inauguración de la exposición ‘El Esplendor de los Omeyas cordobeses’, en 2001, en Media Azahara, Córdoba. El acto, programado por la entonces consejera de Cultura y después ministra del ramo, Carmen Calvo, concentró en la antigua ciudad de los omeyas a una amplia representación del mundo árabe.

A lo largo de una calurosa jornada, con una nube de guardaespaldas merodeando por los rincones de la medina, Bashar Al-Assad mostró en reiteradas ocasiones su interés por visitar la Mezquita. El entonces obispo de Córdoba, hoy arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez, gran conocedor del mundo árabe, accedió a la petición del sirio, y para evitar problemas diplomáticos, organizó una visita privada, a la caída de la tarde. Quienes vieron la cara de Bashar Al-Assad a la salida del hoy templo cristiano, tenían motivos para comprender que, de hecho, aquel vestigio del esplendor omeya era algo que aún late en el interior del mundo islámico como algo propio.

La Mezquita le cerró sus puertas

Consciente de este sentimiento, el presidente de la Liga Islámica de España, Mansur Escuredo, fallecido el año pasado, que residía en Almodóvar, cerca de Córdoba capital, preparó junto con la Universidad, una conferencia de Gadafi en la ciudad de la Mezquita. El libio puso como condición para aceptar la invitación entrar dentro del templo hoy cristiano. El Cabildo Catedral se negó. Se esgrimieron excusas como la estrechez de las calles de la Judería cordobesa, anexas a la Mezquita, y los problemas de seguridad que ello suponía. Pero, en el fondo, ver a Gadafi entrar por la Puerta del Perdón habría sido una imagen difícil de digerir para el común de los cristianos, hoy mayoría en la antigua Al Andalus.

El ladrillo bajo la túnica

En cualquier caso, la túnica espiritual con la que el líder libio se pasea por Al Andalus no esconde el materialismo de un especulador que tiene en la Costa del Sol uno de sus principales tesoros. Antes de que el Gobierno de España decidiera bloquear las posesiones de Gadafi en nuestro país, la Junta de Andalucía le dio un tajo a uno de los mayores latifundios del Sur, ubicado en la finca La Resinera, de 7.000 hectáreas, propiedad del Gobierno libio, es decir, de Gadafi, a través del Lybian Arab Foreign Bank. La finca se extiende por las localidades costasoleñas de Benahavís, Estepona, Pujerra y Júzcar, y tiene una superficie de 65 kilómetros cuadrados, más terreno por tanto que términos como el de Torremolinos, Benalmádena o Fuengirola.

Gadafi tenía previsto construir en ese terreno 2.500 viviendas, un campo de golf y un hotel, activando un patrimonio que había estado abandonado durante lustros. El Gobierno andaluz hizo valer el Plan de Ordenación Territorial de Andalucía (POTA), y el plan general de Benahavís sólo podía permitirle a Gadafi construir 500 viviendas, es decir, una quinta parte de lo previsto. Hoy, a partir de la decisión del Gobierno de bloquear los activos del libio, ni eso será posible, al menos con una empresa que esté relacionada con él.

Eso sí, a Gadafi siempre le quedará el recuerdo del baile de María la Coneja, la granadina que le cautivó en su visita a Madrid hace cuatro años y que llegó a decirle que tenía cara de gitano canastero. Con su recuerdo y como un nuevo Boabdil, Gadafi tiene hoy motivos para llorar por haber perdido su reino.

1 comentario:

DEITANUM dijo...

Qué interesante este artículo. Desconocía la relación de este tipo con el andalucismo, aunque la lógica es aplastante.
No se debe menospreciar a Gadafi, ha sido un tipo bastante hábil en lo político. Un auténtico enemigo de occidente.
Me subscribo a tu blog. Buen trabajo.