domingo, 27 de marzo de 2011

El despelote autonómico lastra a España y arruina a los españoles

Mapa de España, de sus provincias y autonomías.

Las competencias autonómicas han acabado creando un Estado descompensado.

A la hora de la verdad, hay fronteras interiores, no marcadas pero reconocibles.

Según la Comunidad autónoma, un niño puede venir al mundo con pan bajo el brazo o sin él. La diferencia radica en la Comunidad autónoma en la que resida.
Unas dan ayudas directas por tener un hijo; otras no. Varias las conceden según nivel de renta; otras sea cuales sean los ingresos del hogar. Las hay que conceden ayudas extra por parto múltiple, pero no todas por igual, porque algunas, por ejemplo, solo las dan a partir de trillizos.
Un médico de atención primaria del servicio andaluz de salud cobra por una guardia continuada de 24 horas 424 euros. La misma prestación laboral en Murcia le supone al facultativo una retribución de 648 euros.
Y eso, aunque le choque casi tanto como ver a nuestros políticos usar pinganillos en el Senado para entenderse, no tiene nada que ver ni con la Macarena ni con la Virgen de la Fuensanta y, menos aún, con la bulería o el arroz en caldero del Mar Menor. Tiene que ver con el despelote autonómico español.
Un despelote que alimenta la creación de 'fronteras interiores', marcadas no solo por la diferencia de peso político entre unas autonomías y otras sino por la capacidad legislativa que, en materia fiscal y económica, disfrutan algunas regiones. Específicamente el País Vasco y Navarra.
La Rioja cuantifica el coste que le supone ese «efecto frontera» entre 17 y 19 millones de euros anuales.
Es una simple consecuencia de la foralidad, que permite a las tres diputaciones vascas y Navarra hacer 'competencia desleal' a sus vecinos, interveniendo autónomamente en la política fiscal y en los incentivos de las empresas asentadas en su zona.
UN ESTADO DESCOMPENSADO
Al mismo tiempo que España ha ido generando altos niveles de riqueza y bienestar para la gran mayoría de la sociedad -al menos, hasta la actual crisis-, las competencias autonómicas han acabado creando un Estado descompensado, con fronteras interiores, no marcadas en el mapa, pero reconocibles en múltiples áreas.
Aparte de la hipertrofia legislativa y el gasto que originan diecisiete parlamentos y gobiernos, las desigualdades en el tratamiento a la familia, en la financiación de servicios públicos básicos (como sanidad o enseñanza) convierten la diversidad autonómica en fuente de agravios.
UNA ESPAÑA, 17 ESPAÑOLES
El sistema autonómico, previsto en la Constitución como un modelo de transferencia de competencias estatales con destino a unos entes políticos de ámbito regional, ha servido de coartada para crear «microclimas» sociales, políticos, normativos, educativos y culturales, que acaban debilitando los lazos imprescindibles para que exista una única ciudadanía.
El ejemplo de la ayuda pública a las familias es paradigmático de esas desigualdades que comienzan en la cuna misma del español que nace en uno u otro lugar.
Ayudas que, para la misma familia, son de cero euros en Aragón o de 2.898 al año en Cataluña.
Ser español no tiene el mismo significado en toda España. La nuestra y nos duele decirlo, no es una nación de ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones.

 Una España 17 españoles.

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