lunes, 23 de agosto de 2010

El presidente Zapatero,tendrá que asumir el coste de una negociación a 'pantalón bajado' con el PNV para aprobar los Presupuestos

El reinicio del curso político se presenta harto complejo para Zapatero y su cada día más maltrecho y vacilante Gobierno. La negociación de los Presupuestos Generales del Estado, en la que los apoyos del PNV parecen a día de hoy imprescindibles para evitar una prórroga de las cuentas públicas que situaría la legislatura ante el abismo, obligará al Ejecutivo a aceptar cualquier exigencia extrema -cualquier chantaje- de los nacionalistas vascos, que se ven en una posición de fuerza por primera vez desde que perdieran el Gobierno vasco a manos de la coalición de facto hecha por el socialista Patxi López y el popular Antonio Basagoiti en el País Vasco.



El «no» adelantado de CiU a apoyar los Presupuestos y la inminencia de las elecciones catalanas marcadas por el severo desgaste del tripartito en general, y del PSC de José Montilla en particular, dificultan el margen de maniobra de Zapatero, que en principio tampoco podrá contar con ERC ni con Izquierda Unida, seriamente enfrentados al Gobierno socialista tras los «tijeretazos» al gasto social.


A ello Zapatero tendrá que sumar el coste de las consecuencias políticas y sociales que se deriven de la huelga general convocada para el 29 de septiembre por los sindicatos mayoritarios, castigados por el Gobierno durante la negociación de la reforma laboral y obligados a recuperar ante sus afiliados una imagen de autonomía tras asumir que su ridícula sumisión al Gobierno en los últimos años paradójicamente no les ha granjeado más rédito que el de sentirse traicionados.


El Gobierno afrontará su peor otoño en una situación de gran debilidad, con un gabinete desgastado, nutrido mayoritariamente de ministros sin apenas peso político, con una imagen creciente de deterioro cada vez más censurada por los ciudadanos, y con síntomas evidentes de división interna y contestación a la Ejecutiva Federal.


Esto es, de contestación a Rodríguez Zapatero. La pugna entre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez por el control del PSOE madrileño, que se dirimirá en las «primarias» de este partido a principios de octubre, no será con seguridad un caso aislado ante la cita crucial de las municipales y autonómicas de 2011.


Más aún, puede llegar a mermar seriamente la hasta ahora incontestable autoridad interna de Rodríguez Zapatero y debilitar su liderazgo en la fase definitiva de la legislatura.


Enfrente, el Partido Popular y Mariano Rajoy están llamados a conservar la ventaja que hoy en día le conceden unánimemente todos los sondeos de opinión sin descuidar la labor de oposición.


El PP incurriría en una pasmosa ingenuidad si dejara transcurrir los meses en la creencia de que los errores de Zapatero, por sí mismos, van a despejar a Rajoy el camino hacia la Moncloa.


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