De nuevo ZP se presenta íntimo. El presidente del Gobierno abre su lado más privado para hablar de su familia, de sus creencias, de las mujeres,... Ha permitido también que le fotografíen en sus actividades íntimas, sobre todo haciendo deporte. La gacela de Moncloa quiere, en esto también, ser como Obama. "Estoy en paz con el más allá, no me provoca ninguna angustia, ni siquiera persigo el intentar saber, creo que ese es un afán vanidoso del ser humano", dice ZP, que asegura que trata "de comprender a quienes se declaran creyentes…" Aunque les tenga siempre en el centro de la diana.
El suplemento Magazine -que se reparte los domingos con numerosos diarios, entre ellos La Vanguardia- acogía en sus páginas una entrevista íntima con el presidente del Gobierno. Acompañando a sus declaraciones, el reportaje iba acompañado de unas fotografías de Zapatero en sus actividades privadas, entre las que priman las del presidente haciendo deporte. Como Barack Obama.
Si el texto no tiene desperdicio, las instantáneas son para no perdérselas tampoco.
Destacamos las parte de la entrevista en la que el presidente del Gobierno habla sin tapujos sobre su idea del hecho religioso y la espiritualidad.
Usted se declara agnóstico, pero con cierto interés por la filosofía zen. ¿Cómo resuelve los enigmas de la vida y la muerte?
Trato de comprender a quienes se declaran creyentes…
Olvide a los otros, hable de usted.
Personalmente tengo una posición pacífica. La vida hay que vivirla sin angustia, y creo que la paz que debes a los demás, que yo trato de infundir a mi alrededor, se consigue en buena medida si no tienes la angustia de pensar qué será de ti una vez que desaparezcas de este mundo. Yo me asomo a ese precipicio de manera pacífica, estableciendo un pacto de aceptación con la naturaleza, que se ha demostrado que tiende al equilibrio salvo cuando la destrozamos los seres humanos. Estoy en paz con el más allá, no me provoca ninguna angustia, ni siquiera persigo el intentar saber, creo que ese es un afán vanidoso del ser humano.
¿Dónde encuentra usted la trascendencia?
Creo que nadie puede conceptualizar de manera sensata y racional lo que puede ser un ser supremo que haya provocado la creación y al cual estemos todos sometidos de una manera u otra. Creo que lo que es trascendente es lo que uno puede hacer más allá de su corta existencia.
¿Cómo entiende la espiritualidad?
Es la expresión de nuestra condición de ser humano. Donde veo más trascendencia es en la generosidad; y la generosidad es aquello que refuta el imperativo biológico de todos los seres: defenderse, ser egoísta. Por tanto, lo que trasciende, lo que va más allá de ese egoísmo biológico, es ser generoso. Creo que todas las religiones que se precien deberían ser un canto a la generosidad. Pero hace tiempo que pienso que ni la religión ni la espiritualidad me van a resolver los interrogantes que tengo sobre el mundo, sobre nuestro origen y destino. Los interrogantes están ahí, dejemos que estén ahí.
¿Practica usted la meditación, tiene algún refugio para el silencio?
Tengo mucha capacidad de abstracción. Incluso en una conversación, en una charla entre varios, tengo facilidad para evadirme, y es algo que me han señalado siempre. Pero no dedico un tiempo específico a la abstracción. Quizá los momentos que más me estimulan a cultivar el silencio tienen que ver con la naturaleza, que siempre me ha apasionado. Me gusta el discurrir de un río, precisamente porque discurre, y me gusta la montaña porque es muy difícil conquistarla.
El suplemento Magazine -que se reparte los domingos con numerosos diarios, entre ellos La Vanguardia- acogía en sus páginas una entrevista íntima con el presidente del Gobierno. Acompañando a sus declaraciones, el reportaje iba acompañado de unas fotografías de Zapatero en sus actividades privadas, entre las que priman las del presidente haciendo deporte. Como Barack Obama.
Si el texto no tiene desperdicio, las instantáneas son para no perdérselas tampoco.
Destacamos las parte de la entrevista en la que el presidente del Gobierno habla sin tapujos sobre su idea del hecho religioso y la espiritualidad.
Usted se declara agnóstico, pero con cierto interés por la filosofía zen. ¿Cómo resuelve los enigmas de la vida y la muerte?
Trato de comprender a quienes se declaran creyentes…
Olvide a los otros, hable de usted.
Personalmente tengo una posición pacífica. La vida hay que vivirla sin angustia, y creo que la paz que debes a los demás, que yo trato de infundir a mi alrededor, se consigue en buena medida si no tienes la angustia de pensar qué será de ti una vez que desaparezcas de este mundo. Yo me asomo a ese precipicio de manera pacífica, estableciendo un pacto de aceptación con la naturaleza, que se ha demostrado que tiende al equilibrio salvo cuando la destrozamos los seres humanos. Estoy en paz con el más allá, no me provoca ninguna angustia, ni siquiera persigo el intentar saber, creo que ese es un afán vanidoso del ser humano.
¿Dónde encuentra usted la trascendencia?
Creo que nadie puede conceptualizar de manera sensata y racional lo que puede ser un ser supremo que haya provocado la creación y al cual estemos todos sometidos de una manera u otra. Creo que lo que es trascendente es lo que uno puede hacer más allá de su corta existencia.
¿Cómo entiende la espiritualidad?
Es la expresión de nuestra condición de ser humano. Donde veo más trascendencia es en la generosidad; y la generosidad es aquello que refuta el imperativo biológico de todos los seres: defenderse, ser egoísta. Por tanto, lo que trasciende, lo que va más allá de ese egoísmo biológico, es ser generoso. Creo que todas las religiones que se precien deberían ser un canto a la generosidad. Pero hace tiempo que pienso que ni la religión ni la espiritualidad me van a resolver los interrogantes que tengo sobre el mundo, sobre nuestro origen y destino. Los interrogantes están ahí, dejemos que estén ahí.
¿Practica usted la meditación, tiene algún refugio para el silencio?
Tengo mucha capacidad de abstracción. Incluso en una conversación, en una charla entre varios, tengo facilidad para evadirme, y es algo que me han señalado siempre. Pero no dedico un tiempo específico a la abstracción. Quizá los momentos que más me estimulan a cultivar el silencio tienen que ver con la naturaleza, que siempre me ha apasionado. Me gusta el discurrir de un río, precisamente porque discurre, y me gusta la montaña porque es muy difícil conquistarla.
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