(PD).- La crisis económica se acentúa y el Gobierno ZP sigue dando la sensación de estar noqueado, de no dar una respuesta ágil, de no tomar medidas y de no reaccionar ante la gravedad de la situación. Esta sensación empieza a pasarle factura a Zapatero que, eufórico por su asistencia al G-20 y su primera reunión con Obama, va a aprovechar para adelantar la remodelación de su maltrecho equipo.
Zapatero anunciará los cambios el martes o el miércoles de esta misma semana. No deja de ser sorprendente que haya un cambio de Gobierno menos de un año después de haber tomado posesión. Y que afecte al equipo económico en plena crisis.
Se da por descontada la salida de quien más ha hecho gala de su hastío y de sus ganas de abandonar el Gobierno: el ministro de Economía, Pedro Solbes.
Según adelantó ABC y matizó después El País, será sustituido por Elena Salgado. La ministra de Administraciones Públicas será la gran apuesta del nuevo gabinte, porque será nombrada vicepresidenta económica, cargo que ahora ocupa Pedro Solbes.
Otra gran apuesta es Manuel Chaves, el presidente de la Junta de Andalucía. Chaves, ha aceptado incorporarse al nuevo equipo para encargarse, desde otra vicepresidencia, de las relaciones con las comunidades autónomas.
Esto debilitará de forma notable a María Teresa Fernández de la Vega.
Como sucesora de Chaves en Sevilla suena la senadora, parlamentaria andaluza y secretaria de Relaciones Institucionales y Política Autonómica del PSOE, María del Mar Moreno.
En su marcha, Solbes arrastrará a otros ministros cuya gestión ha estado marcada por la polémica. Es el caso de la titular de Fomento, Magdalena Álvarez.
Nombrada Leire Pajín secretaria general del PSOE y con cada vez más presencia como «voz y rostro del partido», puede ser el momento de José Blanco.
La decisión de colocarle al frente del Departamento de Fomento le daría relevancia y podría ayudarle de cara a ser el candidato socialista a la presidencia de la Xunta, en el año 2013.
Moratinos siempre ha estado en el punto de mira del relevo. Carmén Chacón parecía destinada a mayores responsabilidades, pero la nefasta gestión de la salida de las tropas de Kosovo podría pasarle factura. La primera vez que se enfrenta a una decisión importante, fracasa.
Lo de Zapatero es de traca. Ha pasado cinco años persiguiendo una foto con el presidente de Estados Unidos y justo cuando la consigue, le estalla en casa un crisis de Gobierno quee ste lunes le arrebatará las portadas de los periódicos.
BOMBEROS PISÁMDOSE LA MANGUERA
Y a la espera de que se decida su "gran jefe", como una brigada de bomberos pisándose la manguera, este Gobierno se consume entre querellitas internas y puñaladas de pícaro, a la espera de que el presidente se decida a poner orden de la única manera que ya resulta posible: con una remodelación a fondo.
Subraya Ignacio Camacho en ABC que el último espectáculo, el del anuncio de envío de más tropas a Afganistán, ha rozado ya la comedia bufa, el bululú siniestro.
Moratinos pegándole a Chacón pellizquitos de monja para devolverle el desaire de Kosovo, Chacón tratando de demostrar que ella es quien tiene la última palabra, De la Vega azacaneando para remediar lo irremediable.
Y ZP de gira como un «groupie» a la búsqueda de una foto con Obama. El lapsus de la vicepresidenta —«no hay coordinación en este Gobierno»— representa el estrambote cómico de este barato teatrillo de títeres que ya no tiene más que un final aceptable: el reparto de estacazos antes del mutis general.
El cambio de ministros, que era un movimiento aconsejable por la abrasión de la crisis, se ha vuelto una necesidad terminante. El Gabinete no está desgastado: está achicharrado. No existe como tal, como un equipo organizado para la toma de decisiones.
Los que no están desaparecidos andan como sonados, cada cual a su aire, y la encargada de coordinar ese descalzaperros parece haber perdido la confianza de su jefe, envuelto en una orla autista de asesores y complacencia. Así no se puede aguantar; España merece, no ya un Gobierno que no le mienta, sino que al menos no la abandone.
En lógica política, el momento idóneo para mover las piezas era el último trimestre de este año, antes de abordar la presidencia semestral europea. La recesión ha acortado los tiempos, y en principio se venteaba el relevo para antes del verano, después de los eurocomicios de junio.
Pero el colapso es ya tan palmario que cada día que tarde el presidente sólo puede agravar la situación. Esto es un desbarajuste, un pandemónium, un carajal, un despelote. Un grupo de zombies moviéndose sin orden ni disciplina, a cuyo lado el Ejército de Pancho Villa parecería una «panzerdivision» blindada.
Zapatero lo tiene todo a favor para proceder a la vuelta de esa gira de cumbres en la que parece tan contento de haber conocido a Obama y, sobre todo, de haberse conocido a sí mismo.
Todo el mundo entendería un golpe de timón, una restructuración profunda, reduciendo el número de ministerios, para afrontar la etapa más dura de la crisis con un equipo económico nuevo y elementos de refresco en las áreas más sensibles.
Lo puede hacer antes de las vacaciones o tomarse éstas para cerrar con tranquilidad el organigrama. Si pierde esta oportunidad, lo que queda del curso se le va a hacer agónico.
Y no sólo a él, que a fin de cuentas se trata de su problema; es que la nación no resiste más tiempo la ausencia flagrante, clamorosa, de dirección política.
Zapatero anunciará los cambios el martes o el miércoles de esta misma semana. No deja de ser sorprendente que haya un cambio de Gobierno menos de un año después de haber tomado posesión. Y que afecte al equipo económico en plena crisis.
Se da por descontada la salida de quien más ha hecho gala de su hastío y de sus ganas de abandonar el Gobierno: el ministro de Economía, Pedro Solbes.
Según adelantó ABC y matizó después El País, será sustituido por Elena Salgado. La ministra de Administraciones Públicas será la gran apuesta del nuevo gabinte, porque será nombrada vicepresidenta económica, cargo que ahora ocupa Pedro Solbes.
Otra gran apuesta es Manuel Chaves, el presidente de la Junta de Andalucía. Chaves, ha aceptado incorporarse al nuevo equipo para encargarse, desde otra vicepresidencia, de las relaciones con las comunidades autónomas.
Esto debilitará de forma notable a María Teresa Fernández de la Vega.
Como sucesora de Chaves en Sevilla suena la senadora, parlamentaria andaluza y secretaria de Relaciones Institucionales y Política Autonómica del PSOE, María del Mar Moreno.
En su marcha, Solbes arrastrará a otros ministros cuya gestión ha estado marcada por la polémica. Es el caso de la titular de Fomento, Magdalena Álvarez.
Nombrada Leire Pajín secretaria general del PSOE y con cada vez más presencia como «voz y rostro del partido», puede ser el momento de José Blanco.
La decisión de colocarle al frente del Departamento de Fomento le daría relevancia y podría ayudarle de cara a ser el candidato socialista a la presidencia de la Xunta, en el año 2013.
Moratinos siempre ha estado en el punto de mira del relevo. Carmén Chacón parecía destinada a mayores responsabilidades, pero la nefasta gestión de la salida de las tropas de Kosovo podría pasarle factura. La primera vez que se enfrenta a una decisión importante, fracasa.
Lo de Zapatero es de traca. Ha pasado cinco años persiguiendo una foto con el presidente de Estados Unidos y justo cuando la consigue, le estalla en casa un crisis de Gobierno quee ste lunes le arrebatará las portadas de los periódicos.
BOMBEROS PISÁMDOSE LA MANGUERA
Y a la espera de que se decida su "gran jefe", como una brigada de bomberos pisándose la manguera, este Gobierno se consume entre querellitas internas y puñaladas de pícaro, a la espera de que el presidente se decida a poner orden de la única manera que ya resulta posible: con una remodelación a fondo.
Subraya Ignacio Camacho en ABC que el último espectáculo, el del anuncio de envío de más tropas a Afganistán, ha rozado ya la comedia bufa, el bululú siniestro.
Moratinos pegándole a Chacón pellizquitos de monja para devolverle el desaire de Kosovo, Chacón tratando de demostrar que ella es quien tiene la última palabra, De la Vega azacaneando para remediar lo irremediable.
Y ZP de gira como un «groupie» a la búsqueda de una foto con Obama. El lapsus de la vicepresidenta —«no hay coordinación en este Gobierno»— representa el estrambote cómico de este barato teatrillo de títeres que ya no tiene más que un final aceptable: el reparto de estacazos antes del mutis general.
El cambio de ministros, que era un movimiento aconsejable por la abrasión de la crisis, se ha vuelto una necesidad terminante. El Gabinete no está desgastado: está achicharrado. No existe como tal, como un equipo organizado para la toma de decisiones.
Los que no están desaparecidos andan como sonados, cada cual a su aire, y la encargada de coordinar ese descalzaperros parece haber perdido la confianza de su jefe, envuelto en una orla autista de asesores y complacencia. Así no se puede aguantar; España merece, no ya un Gobierno que no le mienta, sino que al menos no la abandone.
En lógica política, el momento idóneo para mover las piezas era el último trimestre de este año, antes de abordar la presidencia semestral europea. La recesión ha acortado los tiempos, y en principio se venteaba el relevo para antes del verano, después de los eurocomicios de junio.
Pero el colapso es ya tan palmario que cada día que tarde el presidente sólo puede agravar la situación. Esto es un desbarajuste, un pandemónium, un carajal, un despelote. Un grupo de zombies moviéndose sin orden ni disciplina, a cuyo lado el Ejército de Pancho Villa parecería una «panzerdivision» blindada.
Zapatero lo tiene todo a favor para proceder a la vuelta de esa gira de cumbres en la que parece tan contento de haber conocido a Obama y, sobre todo, de haberse conocido a sí mismo.
Todo el mundo entendería un golpe de timón, una restructuración profunda, reduciendo el número de ministerios, para afrontar la etapa más dura de la crisis con un equipo económico nuevo y elementos de refresco en las áreas más sensibles.
Lo puede hacer antes de las vacaciones o tomarse éstas para cerrar con tranquilidad el organigrama. Si pierde esta oportunidad, lo que queda del curso se le va a hacer agónico.
Y no sólo a él, que a fin de cuentas se trata de su problema; es que la nación no resiste más tiempo la ausencia flagrante, clamorosa, de dirección política.
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