sábado, 29 de marzo de 2008

Hoy cambia la hora, ¿seguro que compensa?



Por PEDRO LINARES* (SOITU.ES)
29-03-2008
Esta madrugada habrá que volver a adelantar los relojes, a las 2:00 se tendrá que cambiar la hora a las 3:00. Todos los años por estas fechas me hago la misma pregunta: ¿Seguro que compensa el cambio de hora?

El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía
(IDAE) nos dice que sí, que ahorramos aproximadamente un 5% de nuestro consumo. Red Eléctrica también habla de una reducción del consumo eléctrico, aunque tan baja que no parece estadísticamente significativa. Pero yo no me quedo muy tranquilo…
El caso es que, intuitivamente, lo del cambio de hora tiene bastante sentido. De hecho, a pesar de que su uso se generalizó sólo a partir de la segunda guerra mundial, ya en 1784 Benjamin Franklin propuso la idea, al darse cuenta de que mucha gente dormía cuando el sol ya se había levantado en verano, y en cambio por la noche debían usar iluminación artificial (velas, en su época).
Pero, a pesar de esta intuición, como digo razonable, también hay mucha gente que está en contra, o al menos
discute sus beneficios. El problema es que, salvo la estimación de REE, nadie aporta datos más o menos fiables del posible ahorro. Pues bien, recientemente ha aparecido un trabajo de unos investigadores de la Universidad de California en Santa Barbara, en el cual demuestran que el cambio de hora no sólo no ahorra, sino que supone un aumento del consumo.
No es que Franklin estuviera equivocado, pero en sus tiempos no había aire acondicionado, ni calefacciones como las de ahora.
Estos investigadores analizaron los consumos eléctricos en el Estado de Indiana durante unos años en los cuales se comenzó a usar el cambio de hora, por tanto disponiendo de un buen experimento real de los beneficios del mismo. Aunque evidentemente las circunstancias climáticas del lugar influyen, como veremos no resulta difícil pensar que sus resultados también pueden ser válidos en otros contextos.
El resumen de sus conclusiones es que, aunque en los meses de primavera sí se observa una cierta disminución del consumo, en el cómputo global el consumo eléctrico aumenta. Las razones también son bastante intuitivas: efectivamente, durante los meses de primavera hay un ahorro del gasto en electricidad; pero luego las cosas se estropean:
El ahorro en iluminación sólo se produce en los primeros meses, en los últimos al cambiar las horas de sol ya no hay ahorro significativo.
Cuando llega el verano, empieza a usarse el aire acondicionado. Y como con el cambio de hora hay más horas de luz por la tarde (que es cuando más calor hace), pues aumenta el número de horas en que se usa el aire acondicionado, y por tanto el consumo eléctrico aumenta.
Al llegar el otoño, empieza a hacer más frío, y vuelve a usarse la calefacción. Y las horas más frías del día son las primeras de la mañana. Como con el cambio de hora hay más horas de oscuridad por la mañana, y por tanto más frío, se utiliza más la calefacción y aumenta de nuevo el consumo.
Como vemos, no es que Franklin estuviera equivocado, pero en sus tiempos no había aire acondicionado, ni calefacciones como las de ahora. Pero si pensamos en que cada vez hay más aire acondicionado y más uso de la calefacción, uno no puede sino esperar que se acentúe este efecto del aumento del consumo.
Aunque este trabajo sólo analiza consumos eléctricos en el sector residencial, si uno piensa en las posibles extrapolaciones al consumo energético total, no parece que las conclusiones deban variar:
Los cambios de hora afectan sobre todo a los momentos en que la gente está en su casa, no en su trabajo: por tanto, los ahorros o pérdidas se producirán principalmente en el sector residencial (de hecho, esto se ha comprobado en otros estudios).
El consumo no eléctrico tampoco tiene razones para disminuir, en todo caso aumentar por el aumento del uso de la calefacción (los posibles ahorros son todos eléctricos).
Lo primero que uno piensa es que sería estupendo disponer de un estudio como éste para España o Europa. Pero en cualquier caso, los resultados del trabajo, que como digo no parecen muy complicados de extrapolar, hacen cuestionarse seriamente el interés del cambio de hora. Teniendo en cuenta que este asunto tiene también otros inconvenientes asociados (alteraciones en el sueño, especialmente para los niños, o ajustes en nuestros sistemas de transporte o de comunicaciones), no parece que los beneficios del mismo (que ya parecen únicamente marginales, como un mayor número de horas de ocio o mayor seguridad) compensen la medida. Como digo, un estudio serio en España o Europa sería más que recomendable para poder tomar una decisión correcta. ¿Tú que piensas?
*Pedro Linares es profesor de la Universidad Pontificia Comillas y miembro de la
Cátedra BP de Desarrollo Sostenible.

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