Tras el incidente criminal de Barbate, son muchos ya los antecedentes en los que Marlaska demuestra su incapacidad para satisfacer las necesidades de las Fuerzas de Seguridad
Interior envía a diario a los miembros de las Fuerzas de Seguridad a luchar contra complejas tramas de narcos en una alarmante inferioridad de condiciones, con medios habitualmente obsoletos y con una desventaja tan notoria que resulta escandalosa. Grande-Marlaska debe dejar de eludir responsabilidades y tomar conciencia de que cuando mueren agentes, y además los narcos lo celebran como si se tratase de piezas de caza cobradas, la opinión pública no puede sentir más que frustración e impotencia viendo destrozadas, como ahora, a dos familias.
La lucha contra el narco es insuficiente en España y profundamente desequilibrada. Más claro no lo ha podido decir la fiscal antidroga de Cádiz, Ana Villagómez, desesperada por la falta de medios y el desamparo que sienten las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Villagómez ha denunciado que las narcolanchas campan a sus anchas en los muelles de la provincia de Cádiz, que los agentes están desbordados y que incluso este tipo de embarcaciones está 'ampliando' su actividad con el tráfico de inmigrantes más allá del de drogas. No es habitual que un miembro de la Fiscalía reconozca públicamente su desesperación ante una lucha que demuestra las inconcebibles debilidades del Estado, la indolencia a la hora de provisionar más medios, y la incapacidad de tomar la delantera a las organizaciones criminales. Es una irresponsabilidad consentir que las narcolanchas aventajen en veinte nudos de velocidad a las embarcaciones del Servicio Marítimo de la Benemérita o de Vigilancia Aduanera. En esas condiciones, la fuga de los delincuentes está asegurada, cuando no permanecen en puerto, como anteanoche, para provocar a la Guardia Civil y, en el peor de los casos, causar la muerte de agentes. El Estrecho empieza a asemejarse así a una suerte de 'narcoestado' que apenas implica al Gobierno, lo que contrasta con su afán por centrar toda la atención política y presupuestaria en regiones donde el soberanismo es prioritario.
Grande-Marlaska encabeza un ministerio de una extraordinaria complejidad, quizá el más difícil de gestionar. Pero son demasiados ya los antecedentes en los que Marlaska demuestra su incapacidad para satisfacer las necesidades de las Fuerzas de Seguridad. Es un ministro quemado, con nula capacidad de maniobra y a quien desde hace mucho tiempo le sobran las buenas palabras frente a la pasividad con la que incumple compromisos que debieron haberse satisfecho hace tiempo. Su gestión es muy deficiente. Lo ocurrido en las últimas semanas, con una crisis migratoria sin precedentes en Barajas, demuestran que su margen de eficacia ya es nulo. La muerte de estos dos guardias civiles no es un accidente. Es la consecuencia de una imprevisión alarmante y de una acumulación de negligencias políticas.
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