El primer viaje exterior en el que Pedro Sánchez ejerce como presidente de turno de la Unión Europea se salda con un conflicto diplomático con Israel.
Israel responde así a una colección de errores que prueban el afán de protagonismo del presidente en un viaje en el que debería haber capitaneado con responsabilidad los intereses comunes de Europa. En su encuentro con el primer ministro israelí, Sánchez no sólo cuestionó la operación de defensa del Ejército israelí, sino que se permitió comparar los ataques perpetrados por Hamás con los crímenes de ETA. Recordemos que la incursión de los terroristas palestinos que penetraron desde Gaza en territorio israelí el pasado 7 de octubre se saldó con más de mil víctimas mortales sobre una población de apenas de nueve millones de personas. Un hecho lo suficientemente terrible como para que nadie se permita establecer comparaciones ni analogías.
El presidente del Gobierno español no se ha conformado con cuestionar la respuesta militar de Israel a los ataques de Hamás en público y delante de Netanyahu, lo que en sí mismo lesiona la cortesía institucional que se espera ante un mandatario que ejerce de anfitrión. Sánchez, en un contexto de abierto conflicto armado, se ha permitido abordar la cuestión del reconocimiento del Estado palestino y, aunque ha subrayado que sería preferible que se realizara de forma coordinada en el marco europeo, también ha adelantado que estaría de acuerdo con conceder ese reconocimiento de forma unilateral.
Este conjunto de torpezas sería injustificable en cualquier circunstancia, pero las palabras de Sánchez resultan especialmente inasumibles al pronunciarse en un viaje que realiza en calidad de presidente de turno de la Unión Europea. El presidente del Gobierno de España no sólo está poniendo en riesgo nuestra credibilidad como país y una alianza que se ha consolidado durante décadas, sino que su permanente autorreferencialidad y la necesidad de marcar agenda propia comienza a afectar también a Europa. El PSOE tiene, además, el dudoso honor de gobernar con el apoyo de diputados e incluso con dos ministros, como Ernest Urtasun o Sira Rego, cuyas posiciones en este conflicto distan de forma abierta de la propia posición oficial de la UE. La reacción editorial de algunos de los principales periódicos extranjeros, el debate de esta semana en el Parlamento Europeo y, ahora, la crisis diplomática a la que Sánchez arroja a España y a Europa, demuestran hasta qué punto la reputación de nuestro presidente comienza a quedar dañada en el exterior. Visitar un territorio tan sensible como Israel y convertirlo en un escenario de lucimiento para intereses políticos privados es algo evidencia de forma explícita la personalidad de un político cuya credibilidad cada vez está más empañada ahora también fuera de nuestras fronteras.
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