El escritor y periodista Rafael María Molina nos desgrana, en base a sugerentes analogías históricas y a su objetividad de historiador, en esta entrevista, las claves de la difícil situación actual en torno al proceso separatista en Cataluña y el panorama tras el terrorismo en Vascongadas, incidiendo especialmente en la lamentable renuncia nacional del PSOE a cualquier idea de España como nación y patria.
¿En términos históricos podría considerarse el “procés” separatista, como la última de las grandes derrotas de la historia de Cataluña? ¿Qué similitudes y diferencias hay en Cataluña en este momento con la situación en el País Vasco?
Pienso que sí, desde luego, aunque habría que hacer una importante matización: Los separatistas no han conseguido su objetivo político principal, la independencia, pero sí que están obteniendo sus objetivos secundarios; mantener bajo su control la Generalitat y mantener también su asfixiante hegemonía política y lingüística en Cataluña, debido a la torpeza y los complejos de sus oponentes. Pero en el fondo es una situación, salvando las distancias, parecida a la del final del terrorismo vasco. ETA no consiguió sus objetivos principales, la independencia vasca o al menos el reconocimiento del derecho de autodeterminación, junto con la anexión de Navarra. Pero sí consiguió todos sus objetivos secundarios; la relegalización de su brazo político, que controla la mayoría de los pueblos de Vizcaya y Guipúzcoa, la hegemonía permanente del nacionalismo vasco y la reducción de las opciones políticas no nacionalistas a un papel casi testimonial desde el punto de vista sociológico. El entrañable amor por España que caracterizó a los vascos durante siglos es hoy solo un recuerdo histórico.
El final del terrorismo vasco ha sido ambiguo, en definitiva. Ha sido una especie de tablas o como máximo, una victoria pírrica y a los puntos para el Estado, con un enemigo finalmente frenado a nivel operativo respecto a sus aspiraciones máximas, pero que ni mucho menos está neutralizado. Por más que las encuestas digan que la mayoría de los vascos no quiere la independencia, la realidad es que las perspectivas de futuro para la unidad de España en Vascongadas son cada vez más difíciles a medio plazo si no media un gran cambio político a nivel nacional. Quizá se podría comparar históricamente hablando la situación en Vascongadas de hoy en día, salvando muchas distancias, con el final de la Guerra de los Diez Años, la primera guerra independentista cubana, en 1878. Una precaria y costosísima victoria para España, pero con negras perspectivas para el futuro.
¿Cree que hubiera podido producirse realmente la independencia de Cataluña en octubre de 2017?
En mi opinión sí, pero afortunadamente los independentistas vacilaron (en el sentido de dudar) en el momento clave, cuando lo tenían todo a favor, en los días siguientes al 1 de octubre. Si en esos momentos hubiesen llegado a lanzar ataques armados de envergadura, posiblemente hubieran conseguido sumergir a Cataluña en el abismo sangriento con el que muchos de ellos sueñan, incluso con una cierta comprensión en ámbitos internacionales. Se estaba formando una “tormenta perfecta” contra España en esos días, que recordaba a la situación de Yugoslavia en 1991. Afortunadamente las fuerzas separatistas dejaron pasar unos días decisivos y la situación empezó a aclararse con la noticia de la marcha de Cataluña de La Caixa y el Banco de Sabadell, el primer contratiempo serio que sufrían los independentistas hasta entonces. Y solo fueron la punta de lanza de las seis mil empresas más importantes de Cataluña que hicieron lo mismo a partir de entonces.
Y sobre todo la situación se aclaró con la histórica manifestación del 8 de octubre de 2017, donde más de un millón de catalanes salieron a la calle a reivindicar su identidad española (sin olvidar la heroica manifestación, con todo en contra y bajo la lluvia, del 30 de septiembre). El momento más difícil quedó superado y a partir de ese momento los independentistas perdieron el control de los acontecimientos. La situación sigue, a día de hoy, siendo muy difícil, como es obvio, y el futuro aún es incierto, pero por fortuna no será fácil que los separatistas vuelvan a disponer de una ventana de oportunidad tan favorable como la de los primeros días de octubre del 17. Al final, pues, en ese momento, los independentistas no consiguieron alcanzar la “masa crítica” efectiva para precipitar la reacción en cadena. Pero estuvieron cerca. Tiene una responsabilidad muy grave ante la historia el Gobierno de Rajoy por haber permitido que las cosas llegasen a ese punto, sin haber ejercido su autoridad mucho antes.
Puigdemont salió huyendo en el maletero de un coche mientras el resto de su gobierno era detenido, en su mayor parte.
Exactamente. Los independentistas consideran a Puigdemont un héroe porque consiguió huir de la Justicia española pero lo cierto es que su “heroísmo” es más que dudoso. Salvando muchas distancias, y sin pretender comparar a ambos personajes, lo que hizo Puigdemont es como si el 20 de julio de 1936, viendo que el alzamiento había fracasado en la mayor parte de España, Franco hubiese decidido huir en avión hacia Italia y formar allí un gobierno en el exilio. Si das un alzamiento o un golpe de Estado, tienes que ir hasta el final sean cuales sean las consecuencias. Afortunadamente Puigdemont no tenía madera de luchador.
La situación de Cataluña actualmente es un auténtico callejón sin salida mientras el Gobierno del PSOE renuncia a un proyecto nacional español.
Así es. De hecho, la visión federalista y plurinacional de España del PSC y del PSOE de Pedro Sánchez facilita enormemente las cosas a los separatistas ya que realmente se trata de una visión contraria a la idea de España como nación. La única diferencia con los planteamientos de los nacionalistas catalanes es que Sánchez e Iceta no apoyan una ruptura abierta, al menos de forma descontrolada, de España y aún conceden un cierto papel burocrático al Estado, pero realmente no creen en España como nación y patria.
No es una exageración decir que el procés está destruyendo Cataluña. Los datos y la evidencia hablan ya de una decadencia económica irreversible, que empieza a aproximarse a caracteres de hundimiento, mientras Madrid, por el contrario, avanza sin parar, hasta estar convirtiéndose en el mayor polo económico del sur de Europa. Es una situación que puede causar satisfacción, a quienes la consideren una suerte de justicia poética frente a la soberbia del nacionalismo catalán o pena, a quienes todavía sientan afecto por Cataluña, pero, en cualquier caso, es una realidad difícilmente refutable.
Por otro lado, para poner fin al régimen nacionalista en Cataluña, como en el caso vasco, sería imprescindible un gran cambio político a nivel nacional en España. De lo contrario estos regímenes, aunque no consigan alcanzar la independencia, sí pueden prolongarse todavía durante décadas. En el caso catalán la ley electoral, férreamente pro nacionalista, hace casi imposible cambiar las cosas y que los independentistas pierdan el poder por vía electoral, al menos en un horizonte de largos años. Por tanto, es imprescindible un cambio radical de enfoque desde los Gobiernos de España, que permita imponer esos cambios.
Javier Navascués
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