Pedro Sánchez le encomendó la gestión de las residencias. No se pasó por ninguna
Viendo el otro día a Pablo Iglesias llegar en taxi al debate e irse en un dispositivo compuesto por dos vehículos con los consabidos guardaespaldas, me acordé de lo que nos contaban en clase de Historia acerca del conde de Romanones. Dicen que Álvaro Figueroa acostumbraba a hacer campaña en tren, el gran invento del siglo XIX. Viajaba en primera pero cuando llegaba a los pueblos a mitinear, se bajaba sistemáticamente por la puerta de tercera clase. Demagogia ruin como la de nuestro protagonista. Claro que comparar a un tipo que era un formidable jurista, que ocupó la Alcaldía de Madrid, que fue no sé cuántas veces ministro y presidente, es como poner en el mismo plano a Rafa Nadal y al 1.000 del mundo.
Que el candidato de Podemos a la Presidencia de Madrid es un miserable ya lo sabíamos. Un miserable, un presunto delincuente según el juez García Castellón y 50 cosas más. Pero jamás sospeché que el nivel de rastrerismo del pájaro fuera como el que presenciamos en ese territorio comanche que es para el PP la podemizada Telemadrid. Intentó alterar los albores del debate acusando falsamente a Ayuso de «dejar morir» a los ancianos en las residencias. Muy en la línea de lo que lleva haciendo semanas, asegurando que el Ejecutivo popular es «criminal» y vaticinando que «acabarán en la cárcel». Y, para variar, utilizó a nuestros mayores para subrayar que la «UME se encontró a ancianos con cadáveres en Madrid». La abanderada de la libertad se puso excesivamente nerviosa con el cantosamente coordinado ataque en tromba de la izquierda. Fue el único pasaje en el que le hicieron pupa, el resto los ganó por goleada. El lógico cabreo no le impidió contraatacar cuando preguntó al insultador oficial del Reino cuántas residencias madrileñas había visitado en los días más duros de la pandemia. El aludido dio la callada por respuesta porque ni ha estado, ni está, ni se le espera. En Madrid ha acudido a tantas como doctorados reales tiene Pedro Sánchez: cero. La presidenta debería haberle replicado echando mano de los datos, Madrid fue la región con menor porcentaje de óbitos de ancianos en asilos, y de Perogrullo. Y cuando más mayores han perecido en Madrid en particular y en España en general es cuando la lucha contra la pandemia estaba bajo el «mando único» del Gobierno. Todas las decisiones las adoptaba el Consejo de Ministros del que increíblemente este individuo era vicepresidente. Para más inri, por aquello de que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, no hubiera estado de más enfatizar que su coleguita Pedro Sánchez le encomendó la gestión de las residencias. No se pasó por ninguna pero series, lo que se dice series, debió de ver no menos de una decena en los meses de confinamiento total. A las pruebas me remito: su cuenta twitter está plagada de referencias a Netflix y prácticamente desierta de alusiones a esas ratoneras que representaron para nuestros mayores las residencias. El Ministerio de Defensa negó oficialmente el miércoles que, como deslizó en el debate hablando en tercera persona, fuera él quien decidió que la UME fuera a desinfectar estos centros. Miserable, rastrero, mentiroso, torpe y, por si fuera poco, cursi. Lo peor de lo peor. Si alguien tuvo la culpa fue él. Se acabó el debate.
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