jueves, 14 de enero de 2021

Iglesias, el gran demagogo


  • Lo que dice y hace ahora, salvo en los casos que le interesa por
  • motivos electoralistas, nada tiene que ver con lo que alardeaba cuando
  • estaba en la oposición

  • Una cosa que siempre me ha llamado la atención es la obsesión comunista por
  • el culto a la personalidad. Estamos ante una pintoresca colección de
  • “narcisos” históricos encantados de haberse conocido. Esto les conducía a un
  • machismo desenfrenado, porque habían sido cuidados con gran mimo, algo
  • habitual en los casos de padres separados, por sus madres, abuelas y tías
  • abuelas. El rol que veían esos comunistas narcisistas era, precisamente, el de
  • la mujer encargada de las tareas del hogar mientras que el padre era el sufrido
  • luchador contra el zarismo, los señores de la guerra chinos o el franquismo. La
  • Unión Soviética estaba llena de calles, plazas y ciudades con el nombre de
  • Stalin, que era “el padrecito de los pueblos” y, como buen comunista ruso, era
  • un genocida sin escrúpulos y, además, un machista irredento. A su muerte, le
  • sucedió Jrushchov que se encargó de purgar el pasado y dar a conocer el
  • horror del estalinismo con el que había colaborado con gran fervor. En su
  • informe secreto en el XX Congreso (1956) hizo un balance pormenorizado de
  • los abusos de poder y arbitrariedades que había cometido su amado líder. Una
  • de las faltas graves fue el culto exorbitado a la personalidad. ¡Qué sorpresa!
  • En 1961, con motivo del XXII insistió en la condena a ese culto y a los
  • crímenes del fallecido dictador.
  • Jrushchov sería destituido en 1964 acusado, precisamente, de haber restaurado
  • el culto a la personalidad, así como de abuso de poder y errores de gestión.
  • Estos tres aspectos caracterizan, junto a las actuaciones criminales, la
  • corrupción y la persecución de la disidencia, a los dirigentes comunistas
  • siempre que han instaurado sus dictaduras. Nuestro querido y admirado
  • vicepresidente Iglesias es un comunista de manual, aunque sin haber
  • alcanzado todavía el sueño de imponer un régimen autoritario bolivariano, que
  • es ahora lo que se lleva en el comunismo cañí hispano. Y como buen
  • demagogo, la incoherencia forma parte de su activismo asambleario. Lo que
  • dice y hace ahora, salvo en los casos que le interesa por motivos electoralistas,
  • nada tiene que ver con lo que alardeaba cuando estaba en la oposición. No hay
  • más que escuchar lo que decía: “podemos asegurar a los ciudadanos de este
  • país que se les va a bajar la factura de la luz” o “hace falta ya un gobierno
  • patriota que diga que la luz es un derecho”. Desde luego, es un modelo de
  • coherencia comunista y demagogia populista. El político que despreciaba a
  • Sánchez y le miraba por encima del hombro ahora se sienta feliz en el consejo
  • de ministros.

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