Mario Herrera, que como todos sus tovarich de Podemos ha conseguido vivir como un faraón a costa de los esclavos lobotomizados que les votan, estrelló su coche de lujo a las tres de la madrugada del uno de enero y se dio a la fuga huyendo de la pareja de fascistas con tricornio que le habrían pedido explicaciones sobre su sordera ante el Toque de Queda, le hubieran obligado a tocar la corneta de los borrachos para medir cuántas uvas fermentadas había soplado antes y después las doce campanadas, y le habrían hecho una PCR para comprobar si por la nariz solo se había metido el dedo, o no. Además de un mierda, Mario Herrera es tonto, porque el DNI de su cobardía quedaba troquelado en la matrícula de su coche de lujo, y antes de que cantara el gallo los fascistas del tricornio le cazaron, claro, escondido en su madriguera, temblando como un conejo con síndrome de abstinencia, de abstinencia de valor que es lo que les provoca el Baile de San Vito a todos los mierdas, a todos los cobardes como él.
Después, nada. Salvo el Himalaya de mentiras torpes, atropelladas, inconcebibles, increíbles, con las que trató de explicar y justificar lo que había pasado y cómo había sucedido. Los cobardes suelen tener una imaginación desbordante para el “se non è vero, è ben trovato”. Mario Herrera ni eso, su imaginación y su dialéctica son dignas de eutanasia, lo cual lo dice todo (y nada bueno) del nivel de sus votantes.
No pagará ni por sus culpas ni por su abyecta conducta porque el camión de la basura podemita, del que Mario Herrera es un excremento más, descarga todas las semanas en el Consejo de Ministros y todos los días en los Telediarios y en el Congreso de los Diputados. Mario Herrera tiene salvoconducto, no solo para pasarse el Toque de Queda por los cojones de los que carece, sino para seguir vomitando odio y escupiendo veneno en las Redes Sociales diciendo que “en España hacen falta guillotinas y quemar más iglesias”. Quiero pensar que se refiere a su jefe, Iglesias. Tontunas de mí buena voluntad navideña
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