domingo, 20 de diciembre de 2020

Gobierno a la fuga


Si Sánchez tiene miedo de tomar medidas contra el virus,que devuelva a los ciudadanos los derechos que ha suspendido.


En todos los servicios de salud del país, incluso en la misteriosa mesa

camilla en torno a la que se reúnen como en una sesión de ouija los

fantasmales expertos del Gobierno, es voz común que la tercera ola del

Covid no es una amenaza ni una hipótesis sino una realidad que

habita ya entre nosotros, como dice la liturgia de Adviento. Lo que se

sabrá en enero, según transcurran las Pascuas, es la altura de la

espuma, la dimensión del contagio, y eso dependerá de la eficacia de

las medidas que ahora se están arbitrando. Dicho sea en sentido literal

porque cada comunidad decide a su arbitrio ante la inhibición

deliberada de un Ejecutivo central renuente a utilizar los

 poderes de excepción que a tal efecto había asumido. El mando único

se ha declarado ausente. Illa y Simón son meros comentaristas de la

actualidad que se limitan a formular sugerencias y a recitar cada tarde

una rutinaria estadística de muertes. Y el presidente ha optado por

esconderse, huir de la responsabilidad para cuyo teórico ejercicio

reclamó un estado de alarma de seis meses, limitarse a esperar la

vacuna sin aclarar qué planes hay en marcha para cuando llegue y

dejar al albedrío de cada autonomía la organización (?) del caos en

que quedan sumidas las fiestas de diciembre.

La cogobernanza ya no es siquiera un mantra. Se ha convertido en una

vulgar excusa para transferir decisiones impopulares a otras

instancias, con el coste de un evidente descalzaperros de competencias

diseminadas ante el que cunde una patente desorientación ciudadana.

Sánchez se ha encerrado en La Moncloa, desentendido de la

emergencia sanitaria hasta que la campaña de vacunación le permita

armar la consiguiente operación de propaganda. La población se

enfrenta en estado de desconcierto a la Navidad más incierta y extraña

mientras la coalición gubernamental se concentra en el asalto al poder

judicial y en la ley de eutanasia. El modelo territorial vive una crisis de

estrés en medio de un revoltijo normativo cuyas pautas cambian según

el mapa, entre un asimétrico panorama de negocios cerrados, viajes

prohibidos y familias desmembradas. La maraña de ordenanzas sin


criterios comunes ha extendido por España una perturbadora

sensación de desigualdad que desestabiliza la vida cotidiana.

La pasividad sanchista ante la pandemia constituye una evasión del

deber a todos los efectos. Escocido por el fracaso de primavera, la

prematura euforia del verano y la parálisis de otoño, el Gabinete

parece dispuesto a abordar la crecida infecciosa del invierno mediante

la estrategia del escaqueo. Se ha vetado a sí mismo toda actuación que

implique riesgo de desgaste o de descrédito. La declaración de

emergencia no ha sido más que un pretexto para suprimir la

transparencia y eludir el control del Congreso. Si Sánchez sólo quería

la alarma para eso, que nos devuelva de inmediato los derechos que Sánchez 

nos expropió por decreto.

Ignacio Camacho

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